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Diario YA


 

El voto cristiano

Gervaiso López. No había transcurrido un mes desde las elecciones municipales de abril de 1931, y ya los comecuras de la izquierda española andaban por Madrid de matarifes y pirómanos, borrachos de aguardiente y de dicterios, ciscándose sobre lo cristiano y quemando iglesias y cenobios a gogó, para así saciar aquel odio vesánico en que se habían enviscado.

Medios blandengues

Gervasio López. Por decenios lastimada, España ha devenido en un piélago inabarcable de calamidades y desafueros, donde el ejemplo probo de los españoles antañones yace entre escombros y estertores, moribundo o como escrofuloso, en lugar de guarecernos y servirnos de enseñanza; convertida en una extensísima colectánea de pequeños reinos de taifas.

de Juan Manuel de Prada

El Castillo de diamante

Gervasio López. Cuando cerré “El Castillo de diamante” e interrumpí el encanto que dimanaba de entre sus páginas, supe que aquella santa Teresa que Juan Manuel de Prada me había desvelado terminaría por remetérseme en las entrañas, por escariarme el corazón y rasgar su superficie, por hacer un huequecito en él, allá donde se avecindan mis más secretas emociones, y acurrucarse para siempre entre mis sangres; y supe, también, que su recuerdo se me haría un rescoldo inextinguible y esclarecedor, cuya luz no dejaría ya jamás de titilar.

fueron crucificados por los asesinos del ISIS

Unos pobres niños sirios

Gervasio López. Hace escasos días, en esas tierras moras en que la barbarie campa por doquier y el diablo se regodea con la muerte, unos pobres niños sirios, a quienes la vida se les puso en contra y les dio un puntapié, fueron crucificados por los asesinos del ISIS. Hace escasos días los llevaron entre muchos, los colgaron de un madero y los mataron, sin asomo alguno de piedad y con las risas prendidas de los belfos barbados. El motivo, por lo visto, como bien rezaba la cartela que las bestias les colgaron de sus pechos entecos, fue saltarse el ayuno establecido en el ramadán; supongo que porque el hambre se les había remetido en las entrañas y se las escariaba con sus zarpazos de hiel.