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Diario YA


 

La otra necedad es una «santiaguina» de la preclara santiaguesa Karolina Bescansa

Marchando dos «queimadas» y una España «a feira»

Laureano Benítez Grande-Caballero. Pues he llegado a la conclusión de que España es como la ONCE, por aquello de que «cada día un numerito». Realmente, parecen DOCE o TROPECIENTOS, porque las turbas podemitas están desencadenadas, hasta el punto de que a veces es bastante complicado seleccionar una payasada para destriparla como Dios manda.

¿Acaso no ven las calaveras Bilderberg en lo alto del palo mayor?

La carne de los cañones

Laureano Benítez Grande-Caballero. Con 10 cañones por banda, apareció hace dos años el bajel pirata llamado «El Coletas» por las costas de la patria mía, con la horrenda máscara del demonio Asmodeo enseñoreando la proa, aterrorizando a los españolitos de siempre con razzias incontenibles en calles y plazas, en salones y hemiciclos, en tertulias y debates, en escraches y tuiterío bolivariano.

Hillary Clinton: Una serpiente en la madriguera

Laureano Benítez Grande-Caballero. Si partimos del hecho evidente de que en este mundo globalizado los medios de comunicación están masivamente en poder de la plutocracia globalista que conspira por el Nuevo Orden Mundial, cada vez que se produce en ellos una abrumadora coincidencia de opinión en torno a un tema controvertido, podemos sospechar legítimamente que tras esta sintonía se esconde una campaña de intoxicación, de «lavado de cerebro» de las poblaciones aborregadas.

Las flores del Mal (Memento mori, Europa)

Laureano Benítez Grande-Caballero Si cada momento histórico tiene sus símbolos, no tengo ninguna duda de que estamos en «la época de la calavera», símbolo de muerte, de destrucción, de podredumbre, de Caos, que una población aborregada utiliza inconscientemente en vestimentas, tatuajes, y otras panoplias del «merchandising».

Las marmotas atrapadas en el tiempo

Laureano Benítez Grande-Caballero. Ya que está de moda la celebración de «Días» ―el penúltimo fue el día de los bañadores insumisos―, pues yo quiero proponer que se incorpore a esa vorágine de celebraciones la festividad del «Día de las marmotas». Este día ―aunque en su acepción singular, «Día de la marmota»― es una celebración tradicional que festejan los granjeros ―en especial de Canadá y Estados Unidos― con el fin de predecir el final del invierno, predicción que se basa en la conducta de la marmota cuando termina su hibernación el 2 de febrero.

Forjadora de la civilización más brillante de la Historia Universal

Las calaveras de la Europa de cristal

Laureano Benítez Grande-Caballero. Europa, Europa. Forjadora de la civilización más brillante de la Historia Universal, asediada ahora por un ejército de saurones y sarumanes que grafitean calaveras en tus calles, que remontan tus Danubios y tus Rhins con sus carabelas de horror, cuyas sentinas están infestadas de unabombers, cuyos mástiles exhiben amenazadora e impúdicamente el «jolly roger» de las calaveras con las tibias cruzadas.

Llanto por Niza, mon amour

Laureano Benítez Grande-Caballero Niza, mon amour. Niños envueltos en blancas sábanas. Una espuerta de cal ya prevenida. Todo era muerte y solo muerte, mientras el viento se llevaba los algodones. Niza, mon amour. Y el camión «Islero» solo, Niza arriba, corneando con sus pitones desolados de cristal y acero, mientras Francia se cubría de yodo nuevamente. Niza, mon amour. La muerte puso huevos en sus calles, mugía por sus plazas, mientras el gentío rompía las ventanas, y el apocalipsis se veía a lo lejos, llenando de sauces las barreras. Niza, mon amour. Jazmines derrotados, llanto y rechinar de dientes.

Cuatro teorías para explicar la hecatombe electoral de Unidos Podemos

Con la Iglesia hemos topado, amigo Pablo

Laureano Benítez Grande-Caballero. Bueno, y ahora vamos con la pregunta del millón… aunque sería mejor decir la pregunta del millón doscientos mil, que es la cifra de votos que ha perdido UP en los comicios del 26J: ¿Cuál es la causa de esta apocalíptica e inesperada pérdida de votantes? Interrogante mayúsculo, que tiene perplejos a los sistemas de encuestas y, claro, al nomenklátur de los unidospodemitas, que no salen de su asombro ante la hecatombe, pasmo que ha quedado reflejado para la posteridad en sus caras de acelga, en sus miradas licuosas, en sus rictus amargados, en sus caras de palo. Se miran unos a otros, a la vez que alzan las manos y dicen: «Yo no he sido». Y, claro, nadie dimite ―faltaría más, la casta nunca lo hace―, pero en sus antros y camarillas se afilan ya los cuchillos para noches largas, magníficas ocasiones para las purgas intestinas que tanto adoran, para los cristales rotos que tanto ponen a los súbditos del bolchevismo.