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Diario YA


 

con qué facilidad las izquierdas se afanan en calificar de “fascista” o de “extrema derecha” a cualquiera

¿Por qué el miedo a la ultra derecha y no a la ultra izquierda?

Miguel Massanet Bosch. En este país, en esta España donde la política lejos de cumplir con la obligación de cuidar del bienestar del español, de administrar adecuadamente, con justicia y en función de las principales necesidades del pueblo, los impuestos de los  ciudadanos; de colaborar todos para levantar a la nación y de formar una piña ante los intentos que nos pudieran venir de fuera de España, que pudieran perjudicar nuestros intereses o la pacífica convivencia; parece más bien un circo romano en el que, los miembros de unos partidos se enfrentan a los de los otros para hacerse añicos, insultarse, desacreditarse, arruinarse y, a la vez, impulsar a los ciudadanos a revolverse los unos contra otros; como si la función de quienes recibieron el mandato del pueblo para dirigir la nación y administrar los bienes comunes, se hubieran vuelto locos y lo único que les importara fuera el destrozarse mutuamente sin importarles las fatales consecuencias de semejante insania.

Es curioso cómo y con qué facilidad las izquierdas se afanan en calificar de “fascista” o de “extrema derecha” a cualquiera que difiera de sus doctrinas; que no comparta sus ideas libertarias o difiera de considerar al Estado como quien se ocupe de la vida y obligaciones de los ciudadanos, en su calidad de Gran Hermano, que debe tener poder sobre todo, incluso de cómo deben vivir, trabajar, pensar y desenvolverse los ciudadanos, en un régimen de absoluta esclavitud y dependencia de quienes se han arrogado el derecho a decidir, en un régimen dictatorial, lo que el pueblo debe hacer, cómo y a las órdenes de quien debe hacerlo.

Para la izquierda, convencida de que sus ideas igualitarias, sus rechazos a la libre iniciativa y su desprecio por lo que ellos entienden como capitalismo  –¬ lo que, para otros no es más que el motor del progreso, el  granero de la civilización y el verdadero impulsor de los avances científicos, sociales, culturales y verdadero responsable del progreso de la humanidad ¬– al que convierten en responsable de la pobreza, la miseria, las desigualdades humanas y el hecho de que, en el Mundo, existan naciones ricas o pobres. Claro que, estos señores que pretenden constituirse en los tutores de los desprotegidos, en defensores de los humildes o en censores de los ricos, los empresarios, los financieros o todos aquellos que, en lugar de permanecer ociosos, invierten sus esfuerzos, sus conocimientos, sus habilidades y sus bienes en fundar empresas, investigar, construir, dar trabajo, inventar y crear progreso, para que se beneficien sus conciudadanos; raras veces piensan en las virtudes del trabajo, del estudio, de la capacidad de sufrimiento y sacrificio, más que para criticar a  aquellos que con tales bagajes consiguen situarse entre la élite de la nación.

Esta izquierda de los antisistema, de los progresistas ( que progresan en vandalismo y falta de sensatez), de los rencorosos y revanchistas;  de los envidiosos, incapaces de esforzarse en emular a quienes hacen objeto de su resentimiento; los vagos; de los alborotadores;  de los listillos que se valen de la demagogia para vivir de la política; de los enchufados y los funcionarios, que han alcanzado sus puestos sin hacer oposición alguna; de los despechados y de los faranduleros fracasados o de los ricos que viven espléndidamente, pero les va muy bien fingirse de izquierdas para así jugar con dos barajas. Esta es la izquierda que utiliza todos los medios a su alcance, incluso la mentira, la extorsión, la calumnia o la injuria para descalificar a la derecha. Esta izquierda es la que se vale de calificativos como “derechona”, “fascistas”, “burgueses” o “extremistas”, para meter en el mismo saco a aquellos que se han enriquecido por medio de malas artes, especulaciones u oprimiendo a los demás; junto a aquellos otros que quieren libertad para elegir, que no aceptan imposiciones que les recorten sus derechos; que se esfuerzan en prepararse convenientemente para enfrentarse a la vida; que no se resignan a vivir de las subvenciones o ayudas de los poderes públicos; que saben que, si trabajan más que el resto, podrán conseguir un nivel de vida mejor para su familia; que no se avergüenzan de sus creencias ni se dejan engañar por falsos ídolos de barro.

Y, señores, estos son los responsables que buscan destruir la democracia valiéndose de medios ilegales, de trucos políticos, de engaños y maldades, convirtiendo las calles en lugares inhabitables, destruyendo todo lo que se les pone delante, atentando contra las personas, provocando el caos y responsabilizando a quienes tienen la función de mantener la paz y el orden, de abusar de la fuerza o de emplear medios disuasivos excesivos para contener a los vándalos que se han hecho dueños de las calles o se niegan a aceptar las reglas democráticas, desobedeciendo las normas establecidas, declarándose insumisos a las leyes o despreciándolas e incumpliéndolas. Es posible que llegue un momento en el que, sus adversarios políticos, los que no se avienen a ser pisoteados en sus derechos por las turbas o los falsos profetas del izquierdismo político, decidan defenderse. A estos son, los que organizan los ataques contra el orden establecido, califican de “extrema derecha”, a la que presentan como la gran amenaza para la democracia. Ellos, los vándalos de la izquierda, no constituyen un peligro para el país ni para la democracia, pero ¡Ojo! ¡Cuidado con equivocarse!, ¡los que salen a las calles y protestan contra las instituciones y pretenden derrocar al legítimo Gobierno, a estos que no se los toque!

En Francia se han alarmado porque los del FN, de Jean Marie Le Pen, hayan conseguido un espectacular resultado en la recientes elecciones municipales ¡Han ganado 12 alcaldías! Pero ¿alguien se ha preguntado por el motivo de que, los del Frente Nacional de Marine Le Pen,  han conseguido, en la Francia bipartidista, un 8% de los votos, sin haberse presentado en todas las circunscripciones, con 1.200 concejales? La prensa española ha demostrado su maniqueísmo dando la noticia  en segundo plano y con escuetas referencias. ¡No interesa que cunda el ejemplo de que, aquellos que vienen siendo acosados por la izquierda, hayan decidido plantarle cara al partido Socialista, reprochándoles, sin falsos remilgos ni miedo a decir las verdades, sus graves errores de gobernación, sus problemas con temas como el de los matrimonios homosexuales y sacando el tema del patriotismo como bandera de batalla.

Los socialistas y comunistas españoles están valiéndose de la pasividad del gobierno de Rajoy, de su miedo a enfrentarse con energía a los problemas que nos afectan, tales como el separatismo, y su inoperancia a la hora de usar su mayoría absoluta en ambas cámaras, para acabar con leyes que prometieron reformar y, pasado el meridiano de la legislatura, todavía siguen sin tocar. Nadie deberá sorprenderse si la llamada “extrema derecha” española llega un momento en el que, gracias a la “extrema izquierda” y quienes la vienen apoyando, decide, como en Francia, tomar la bandera de la reforma política y, como ya ha pasado en otras ocasiones, se lanza a la palestra para recoger el sentimiento de todos aquellos españoles que se sienten ultrajados en sus derechos y sentimientos. Los dirigentes de los partidos debieran empezar a tomar en consideración el agotamiento de la paciencia del pueblo español. O así es, señores, como, desde la óptica de ciudadanos de a pie contemplo el panorama político.
 

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