Principal

Diario YA


 

el Rey ha tenido motivos, durante los años pasados, para tomar esta misma decisión

Abdicación: Una jugada táctica para asegurar la corona a Felipe

“No basta ir a pescar peces con buena intención. También se necesita llevar la red” Proverbio chino.

Miguel Massanet Bosch. No se podía esperar otra cosa del anuncio de la prematura abdicación del rey don Juan Carlos I. No cada día ni cada año ni tan siquiera cada siglo, se produce el hecho de que un monarca renuncie a su corona para entregársela a su hijo. Van a correr ríos de tinta y las TV se van a llenar de comentaristas que van a intentar darle un sentido determinado a la resolución de SM el Rey. Y es que, precisamente en este 2 de junio, cuando daba la impresión de que, el vudú que se cernía sobre nuestro Rey, en forma de un encadenamientos de enfermedades y traspiés familiares, parecía que había perdido su maleficio y que una época de recuperación auguraba que, el príncipe Felipe, tendría que aguardar todavía un tiempo para ceñirse la corona de su padre. No obstante, de una forma sorprendentemente súbita, ante el pasmo de la mayoría de los españoles, don Juan Carlos I ha dado la campanada, anunciando su abdicación inmediato en la persona de su hijo Felipe, desde ahora, SM Felipe VI. Es posible que muchos se empeñen en encontrarle explicaciones complicadas a la decisión del monarca; es obvio que habrá comentarios de todos los colores, tendencias, idearios y de quienes quieran encontrar en esta abdicación, oscuros y tenebrosos motivos personales. A mi modesto criterio la explicación puede ser mucho más sencilla de lo que nos imaginamos. Veamos, el Rey ha tenido motivos, durante los años pasados, para tomar esta misma decisión en numerosas ocasiones, cuando la valoración de la Casa Real estaba por los suelos, no sólo por las aventuras sentimentales que se le han atribuido con la princesa Corina; la extraña caída desde la grupa de un elefante en una cacería de Botswana, como consecuencia de la cual tuvo que enfrentarse a las críticas acerbas de muchos españoles, por estar de asueto en un momento de grave situación social y económica para los españoles, sino por su precario estado de salud, que hizo hacer dudar de sus posibilidades de seguir reinando y, como remate, el caso de la imputación de la infanta Cristina y el señor Urdangarín en el turbio negocio del caso Noos, que todavía sigue en fase de tramitación. En cualquiera de dichas circunstancias parecía que, la renuncia de don Juan Carlos, hubiera estado más justificada, si es que se quisiera intentar dejar fuera del foco de los problemas de la familia real al príncipe Felipe y su esposa, los únicos que parece que se han salvado de la quema. En todos los casos mencionados, don Juan Carlos dejó claro que no pensaba dimitir de sus responsabilidades y fue reafirmándose en su intención de mantenerse en el trono. ¿Qué ha ocurrido para que, cuando parecía que recobraba parte del prestigio perdido, que su salud se muestra en franca recuperación y que parece continuar manteniendo el apoyo de los dos partidos que, de momento, siguen ostentando la mayoría en nuestra nación, haya renunciado al trono? Y aquí está señores lo que estimo puede ser el quid de la cuestión. En efecto, los recientes resultados de las elecciones para el Parlamento Europeo han trazado un mapa político español muy distinto al que se produjo después de las legislativas del 20 de noviembre del 2011. No dudamos de que SM el Rey empezó a pensar en su abdicación a partir del mes de enero del corriente años pero, si es así ¿cómo ha dejado transcurrir tanto tiempo ante de tomar una decisión? Es evidente que la formación del príncipe Felipe, que ya tiene la edad conveniente para gobernar (46 años), hace años que está completada; por tanto hace meses que se pudo producir la abdicación. Las consultas con sus asesores más inmediatos hace meses que debió de recabarlas y no hay duda que tanto el Presidente del gobierno como, probablemente, el jefe de la oposición debían haber recibido noticias de los propósitos del Rey. Y aquí es donde, con toda probabilidad, SM el Rey debió pensar que, a la vista de los resultados de los recientes comicios, ante un panorama político inestable, sin posibilidades de mayorías necesarias para conseguir la mayoría absoluta ante el Congreso y el Senado; mayorías que precisarían para que las cámaras autorizaran la sucesión en el príncipe Felipe y, conociendo que ni IU, ni una parte del PSOE, una vez defenestrado el señor Pérez Rubalcaba ni, posiblemente, los separatistas que, si con el señor Mas existía una pequeñísima esperanza de apoyo, una vez se han hecho con el poder, es inimaginable que ERC, profundamente republicana, se tomase en serió un apoyo a la monarquía. Es fácil deducir que, ante la posibilidad de que las municipales ratifiquen el actual mapa político y la eventualidad, nada desdeñable, de que en las legislativa pudiera gobernar una coalición de las izquierdas republicanas que, sin duda, pondrían en gravísimo peligro una eventual aceptación de la continuación de la monarquía, si es que se les ponía a tiro mediante unas votaciones negativas, borrar de un solo trazo todo vestigio monárquico en España. Una opción que les permitiría reponer la III República; sólo que, como es de esperar de las izquierdas que tenemos en esta nación, con la evidente exclusión de los republicanos de derechas que, evidentemente, también existen en este país. Recordemos el desleal comportamiento de las izquierdas de Largo Caballero, Azaña y Prieto, durante el periodo en el que gobernaron las derechas de Lerroux y de Gil Robles (1.933 a 1.936), cuando provocaron la rebelión de Asturias en Octubre de 1.934. Don Juan Carlos, como padre y como rey, no se habrá querido exponer a que, una votación contraria en las Cortes, impidiera a don Felipe reinar en España y, sabiendo que, de momento, el PP tiene la mayoría absoluta para garantizar la confirmación como heredero del príncipe, con toda probabilidad no ha querido arriesgarse a dejar pasar más tiempo a tomar la decisión de abdicar. Seguramente ha estado acertado en su previsión a tenor de las manifestaciones de la izquierda que, tan pronto ha conocido la decisión del Rey, ha comenzado a pedir que se convoque un referéndum para decidir si, en España, debe haber monarquía o república. Aún siendo de tendencia republicana, es obvio que nuestras ideas son de derechas, por lo que creemos que lo peor que, en estos momentos, le podría pasar a nuestra patria, cuando el separatismo está tomando fuerza en algunas autonomías que, además, entrara un gobierno de izquierdas con la intención de instaurar un nuevo Frente Popular, que nos llevara de nuevo a una situación semejante a aquella que condujo a nuestra nación a una guerra civil, con las fatales consecuencias en cuanto a derramamiento de sangre por ambos frentes. Otra cosa que todavía quedará por ver, es como la nueva reina, doña Leticia, es capaz de asumir el delicado lugar de doña Sofía, una persona ejemplar, una mujer sacrificada y una gran dama que, en todo momento, pese al despego de su marido, ha sabido comportarse como una verdadera reina de España. Muchos tenemos serias dudas respecto a si, esta señora, va a saber controlar su espíritu libre, sus tendencias progres y su carácter fuerte, en sus nuevas obligaciones como reina de España. Una nueva experiencia a la que tendremos que someternos y una incógnita respecto a si, el nuevo monarca, va a conseguir afianzarse en su calidad de Jefe de Estado o sólo va a ser un personaje de transición, como le ocurrió al efímero Amadeo I de Saboya, el llamado “Rey caballero”. O así es como, señores, desde la óptica del ciudadano de a pie, vemos este inesperado cambio de rey.

Etiquetas:Miguel Massanet Bosch