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AMIGAS

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José Rioseco. Mi amiga ha sido ministra en su país en dos ocasiones. En la actualidad es alta funcionaria de la ONU para Latinoamérica. Es inteligente, trabajadora y muy bien preparada para su labor. Es una de esas personas que viven en el mundo de su trabajo y que están pendientes de cualquiera de las facetas que tienen relación con su quehacer diario. Sin duda sus mayores preocupaciones son las condiciones en las que viven millones de americanos en Latinoamérica y más concretamente en Mesoamérica, que es la zona donde ella ejerce su labor. La cultura, la educación, la sanidad a la que estas gentes tienen alcance, porque son facetas esenciales de la vida de estos pueblos, son su ocupación y preocupación constante; y dentro de la población, de forma más concreta la población indígena y más específicamente aún de la mujer indígena americana.
    En algunas zonas de Mesoamérica, la población indígena tiene un índice de analfabetismo demasiado alto. La educación! Y a la par de este problema educativo, los déficits de salud son también demasiado grandes. Son muchas las mujeres con estatura por debajo de 1 m 40 cts., embarazadas, con un gran riesgo para la salud de la madre y de la criatura. Y esto en niñas de menos de catorce años. El espíritu noble de mi amiga no le permite sosiego en su lucha por mejorar las condiciones de estas mujeres. Me habla de la violencia que muchas mujeres sufren en sus hogares, demasiado habitual, porque de alguna forma ya está implícita en la forma de vida de algunos grupos sociales. Defiende que esta violencia no es exclusiva de estos grupos sociales y por desgracia existe en otras clases sociales de América y también de España. Ella, inteligente y culta, y en apariencia moderada, es radical y adopta una postura absolutamente intolerante en todos estos temas. Tiene las ideas muy claras. A pesar de no ser católica practicante, su discurso es bastante parecido, en la música, al que predica otro Latinoamericano de primer orden, el Papa Francisco.
    Mi amiga tiene un despacho en el centro de una popular ciudad. Para realizar su labor diaria está en constante relación con ministerios y distintas organizaciones nacionales con fines semejantes a los que ella defiende.  Mejorar la educación, la salud y el bienestar de estas gentes. Es americana.
    También en Mesoamérica, en una zona alejada de cualquier ciudad, otra amiga, esta gallega, se ocupa de problemas semejantes. Es monja, y cuando me dijo adonde y para que iba, hace de esto ya treinta años, me quede muy sorprendido. Iba a iniciar su labor, con otra compañera, sin apenas medios y con muy poca idea de cómo siquiera comenzar. Hoy es la madre superiora de un grupo de monjas, algunas españolas, otras indígenas. Tienen tres centros de acogida de niñas de la calle que se alimentan, viven y se educan gracias a la labor que ella inició.
    Mi amiga la monja, nunca fue ni será ministra. Sus interlocutores  son menos poderosos que mi otra amiga, pero su labor no es menos admirable.
    Cuando pienso en ellas, y en su entrega total a los demás; su vocación de servicio, su bondad, en el mejor sentido de la palabra; el que le da Unamuno en una preciosa novela “Don Manuel Bueno, mártir”, que no es otro que hacer el bien al prójimo; cuando esto pienso, digo, me congratulo con el género humano y una ráfaga de viento fresco y ánimo hace que me sienta mejor.
    Mi primera amiga está muy al día de la política internacional y desde luego de la española. Me habla del presidente del gobierno de España. Ella no lo ve como tal al menos en su faceta principal. Lo considera el presidente de un partido político más que como el presidente de todos los españoles. Es decir, ella considera que su ocupación y preocupación principal no es otra que la de dirigir un partido cuyo fin es ocupar el poder. Su principal ocupación no es gobernar para mejorar la vida de los españoles, esto es secundario. Lo principal es dirigir un partido que pueda alcanzar el poder, en este caso, que siga manteniendo el poder, en los municipios, en las autonomías, en el gobierno de la nación.
    Lo primero es alcanzar el poder, y cuando esto se consigue, se utiliza este mismo poder para continuar. Los actos de gobierno se transforman así en instrumentos para alcanzar el poder deseado y continuar en él. Si es en el municipio, se arreglan calles y plazas, que durante cuatro años fueron intocables. En las autonomías se bajan los impuestos y se disminuyen el número de diputados. Si de lo que se trata es del gobierno de la nación, se cambian las leyes de acuerdo con las últimas encuestas realizadas por el gobierno y pagadas con dinero público.
    Nadie puede servir a dos señores. Esto se dijo ya hace 2.000 años (Mateo 6-24). Cuando un gobernante alcanza el poder, la única forma de tener seguridad de que el servicio principal al que es debido, es el servicio al pueblo, al bien común, sería si dejase su puesto dirigente en el partido. No se puede servir a ambos, a todo el pueblo y al partido. La incompatibilidad es conceptual.
    Es imposible servir a todos por un lado y a una parte por el otro. En algunos momentos, sino en la mayoría, los intereses irán en direcciones contrarias. Cuando un político, aupado por su partido consigue el poder, si de verdad quiere ser creído como servidor de todos, debe dejar inmediatamente su puesto en el instrumento que le llevo al poder, el partido. Solo así su servicio a todos será creíble.
    No es una utopía. En España y en países europeos, en algunos casos ya es así. Cuando se alcanza el poder en una institución del estado, el puesto en el partido debe dejarse. Recuerdo el caso de un presidente de la cámara de diputados que cuando fue elegido para tal puesto, el tercero más importante de la nación, dijo que nunca votaría. Lo cumplió. Fue el único que lo hizo en toda la historia de la democracia española.
    Mis admiradas amigas, seguirán haciendo su maravillosa labor, en esas tierras americanas tan desconocidas para nosotros. La una probablemente ocupe el cargo de embajadora de su país pronto. Quizás en España. Se lo deseo. La otra seguirá mejorando la vida de esas niñas de la calle que de otra forma tendrían el destino de la pobreza y de la indignidad.
    Son personas maravillosas. Que sigan.

josevrioseco@gmail.com
 

Etiquetas:José Rioseco