Principal

Diario YA


 

Antonio Peña analiza la ideologización de la Historia, especialmente en el caso de Cataluña

Javier Navascués. Las ideologías no tienen ningún reparo en manipular la verdad de la Historia conforme a sus intereses, imponiendo una Historia oficial que todo el mundo tiene que aceptar de manera dogmática y acrítica. A quien disiente de este pensamiento políticamente correcto se le hace callar de inmediato bien con descalificaciones o bien ignorándolo.

D. Antonio Peña, Doctor en Historia, lleva años estudiando este fenómeno y resistiendo a la dictadura de lo políticamente correcto. En esta entrevista comparte con nosotros unas nociones muy generales de esta realidad, primero a nivel global y luego, de forma concreta, con relación a la situación de Cataluña.

Dentro del panorama historiográfico español cada vez es más habitual encontrarnos con historiadores que, abandonando viejos prejuicios, se están lanzado a un fuerte replanteamiento histórico en multitud de temáticas. Esta corriente está fundamentando nuevas perspectivas de la Historia de España.

Por este camino discurren historiadores y científicos españoles, desde Barraycoa a García Cárcel pasando por los Luis Suárez y Fernández Álvarez o los Alberto Bárcena y Javier Paredes o los César Alcalá y Pio Moa. También encontramos a historiadores foráneos como los grandes hispanistas Elliott o Payne.

Este camino ha desembocado en nuevas propuestas de marcos científicos, de hipótesis de trabajo, teorías y tesis contrastadas que han dado lugar a una extensa actividad editorial así como a una gran labor de divulgación científica.

No es de extrañar que, desde la historiografía académica oficial, hayan saltado todas las alarmas dado que se está derribando la muralla del discurso histórico políticamente correcto, que la historiografía marxista y nacionalista habían impuesto y protegido durante 60 años, por lo menos desde el apogeo del economicismo histórico realizado bajo las premisas de la dialéctica histórica marxista.

Y es que subyugarlo todo a una simple mecánica economicista, bajo parámetro de análisis de dialéctica marxista y materialista, llevó a tantas contrariedades que hubo necesidad de reacondicionar las líneas desde las cuales se componía el discurso histórico. La Nouvelle Histoire y la Escuela Annales fueron ese intento de recomponer dichos parámetros de análisis incorporando aspectos “irracionales” como el alma y la conciencia individual. Este fenómeno ocasionó dos principales efectos: un rearme de las representaciones colectivas que había elaborado la dialéctica marxista pero desde los nuevos análisis (como los de la cultura y mentalidades), y la introducción de tantos matices que el discurso oficial de dialéctica histórica marxista comenzó a resquebrajarse. De ahí se ha pasado, en las últimas décadas, a replanteamientos completos. Y, precisamente, esta situación ha favorecido el actual fenómeno de advenimiento de otros modelos explicativos que nada tienen que ver con el análisis de dialéctica marxista.

¿Cuál ha sido la respuesta de la historiografía de dialéctica marxista y materialista?

Desde este sector se han dado tres tipos de respuesta: el primero es ignorar a los historiadores opuestos a esos planteamientos, a los discrepantes o a los simplemente disonantes. El segundo, es el desprecio y la estigmatización. El tercero, sólo cuando ya no pueden evitar obviar a ciertos científicos y sus aportaciones, viene la burda descalificación. Pero esos historiadores “oficialistas” lo que nunca hacen es responder en el mismo plano, el científico. Supongo que saben que en el plano científico tienen la batalla perdida.
¿Quiénes serían por contra los historiadores más representativos de la historiografía de dialéctica marxista y materialista especialmente en relación con la historia de España?

Bueno, lo primero que hay que decir es que un historiador que incorpora a su investigación un tipo de análisis de dialéctica materialista puede ser tan profesional y riguroso como aquel que utiliza otros parámetros. Ahora bien, lo que algunos hacen es poner la recogida de datos y su interpretación al servicio no de la ciencia sino de una ideología y de unas pretensiones políticas. De tal modo parten de unos discursos a priori que son incuestionables y los cuales deben ser secundados por los datos. Cuando los datos no concuerdan o no encajan o niegan el montaje discursivo a priori, se fuerza la interpretación de los mismos, se tergiversan o sencillamente se prescinde de tales datos.

Es decir, tales historiadores pueden tener como objetivo sacar a la luz una realidad histórica pero su finalidad es ante todo la defensa de un entramado discursivo desde postulados ideológicos especialmente marxistas y nacionalistas. Para mí esta predisposición la veo en historiadores como Fontana, Preston, Viñas, Raguer, de Riquer, Sobrequés, Santos Julià, Gibson entre otros. Eso no quiere decir que tales historiadores no hayan hecho aportaciones positivas con datos valiosos. La cuestión es el discurso de base en el cual se funden todas esas aportaciones y datos, y cuál es el propósito de dicho discurso. Éste es el problema y el asunto. Y es aquí donde, para mí, yerran.

Por ejemplo, respecto a la II República, no se puede admitir que se dude de la matanza de Badajoz y que se aporten datos que respalden esta duda. O por ejemplo que se diga que el golpe de estado contra la II República ya lo había dado el PSOE con los anarquistas y los independentistas catalanes en 1934 y que, desde entonces, estos sectores políticos tenían el objetivo de aniquilar la República -que denominaban burguesa- para imponer la dictadura del proletariado y el terror, siguiendo la estela de la Unión Soviética.

O respecto a 1714, no se puede admitir que se dude del discurso oficial que dice que 1705-1715 fue la lucha de la nación catalana contra la tiranía francesa y castellana, o que se afirme que los austracistas se consideraban tan españoles como cualquiera otros y que luchaban por España y por su rey, el archiduque Carlos de Austria.

¿Y qué le parece el grupo Nova Historia de Catalunya, fuertemente financiado por los sectores independentistas?

Bueno, si en el caso anterior hablamos de historiadores que, pese a sus discursos y finalidades, mantienen por lo menos un mínimo criterio científico; aquí ya el desbarre es total y prefiero no entrar en ello. No les voy a dedicar ni un minuto de mi existencia.

Hemos hablado de que actualmente hay un replanteamiento histórico de muchas temáticas y periodos ¿podemos hablar de un revisionismo? ¿Qué entendemos por revisionismo histórico?

En la historiografía académica oficial (como mundo científico casi siempre cerrado, hermético e incluso oscuro a ojos del no- profesional) ha dominado el modelo marxista de interpretación de la Historia –ya lo hemos expuesto- según el cual, “revisionismo” tiene dos tipos de significados.
 
1)    Antes de la imposición y triunfo de los parámetros interpretativos de la dialéctica histórica marxista, revisionismo era mirar una cuestión -ya estudiada por la historiografía liberal y conservadora- para darle una nueva interpretación en base al modelo interpretativo marxista.
2)    Una vez impuestos los parámetros de lectura marxista de la Historia como único o principal modelo de interpretación en el mundo académico, el término “revisionismo” pasa a referirse a volver mirar las cuestiones ya dogmatizadas por la historiografía marxista para darles otro enfoque. Así, “revisionismo” acabó adquiriendo el significado de “equivocado” y “extraviado” e incluso de “falsario” y “faccioso”.

La segunda acepción ha sido utilizada profusamente entre los historiadores y políticos de la izquierda, especialmente desde la década de 1930. El objetivo ha sido -y sigue siendo- descalificar y desautorizar a quienes “revisan” las explicaciones dadas desde el modelo marxista de interpretación de la Historia. A los historiadores culpados y denunciados como “revisionistas” también se les imputa el estigma de “fascistas” y “franquistas”, pasando a formar parte de una “lista negra” de historiadores a los que no se debe citar en ninguna investigación, libro o artículo científico.

Actualmente estas etiquetas no las ponen sólo los historiadores adictos al modelo interpretativo marxista, dominante en el mundo académico oficial. La imposición de tales sellos también corre a cuenta de grupos mediáticos fácilmente reconocibles que son los que marcan la pauta y señalan quién es profesional de la Historia y quién no, quién está Dentro y quién está Fuera, quién es “revisionista” y “fascista” -y por lo tanto miente- y quién se atiene a la “Objetividad” y dice la “Verdad”.

¿Qué implicaciones tiene esta imposición?

Esto implica que sólo la izquierda está en posesión y es titular de la Verdad y, por lo tanto, los partidos y grupos de izquierdas son los únicos legitimados para gobernar y administrar, para hacer ciencia y arte y para dirigir la sociedad hacia un mundo maravilloso de hermandad universal revestido de socialismo y estatalismo. Y lo grave es que los grupos liberales y conservadores, la llamada derecha política y social, han aceptado este razonamiento. Buen ejemplo es la frase que dice: “la cultura es de izquierdas”, la izquierda como dueña y señora de la cultura.

Esta cuestión lastra todo el sistema constitucional de 1978. La renuncia de la derecha social y política  a tener  voz propia en el ámbito cultural viene del final de la década de 1960. Y por cultura no me refiero solamente a la literatura, el cine o el teatro. Esto son expresiones culturales. Me refiero a las ideas, que son fundamento de concepciones de vida y les dan forma. La literatura, el cine o el teatro, la música o la producción filosófica y científica son expresiones culturales que expresan una forma de ver el mundo, de entender al ser humano, la vida y la muerte, al Estado y a la nación y a la sociedad, y cómo éstos se organizan política y administrativamente.

En la actualidad lamentablemente es imposible que la derecha social y política de la batalla de las ideas porque ha renunciado a desarrollar y divulgar ideas mediante las diversas expresiones culturales y científicas.

¿Cómo actúa la izquierda cultural para conseguir sus objetivos políticos?

Para ellos es necesario destruir todas las bases que nos sustentan como patria y sociedad occidental fundamentada en valores cristianos y en el Derecho Natural. Para acometer tal transformación, la excusa utilizada es que tal destrucción es el único camino posible para dar alivio a nuestros ahogos y adversidades. Así, de la destrucción surge una nueva realidad: el reino (paraíso) soñado, la utopía hecha realidad. Es en este contexto en donde tienen sentido las referencias de Azaña a realizar un programa de demoliciones como empresa creadora: pasarlo todo por la criba, volarlo todo. Tal acto nihilista es, al mismo tiempo la aurora del “mundo feliz” por ellos proclamado. Por eso no debe extrañarnos que clamen por una Segunda Transición.

¿Qué es necesario para realizar esta segunda transición?

Uno, deben destruir el pasado, la historia, y reconfigurarlo en conformidad a sus postulados. Aquí es donde se encuadran leyes como la de memoria histórica.

Dos, deben introducir en la sociedad divisiones entre “buenos” -marxistas, socialistas, anarquistas, independentistas- y “malos” -liberales, conservadores, católicos- poniendo a este último grupo bajo sospecha (retrógrados, fascistas, totalitarios y déspotas). División llevada y movida por el sentimentalismo (el sentimentalismo como medida del “yo” y de cómo cada individuo y grupo entiende la sociedad). Y ello mediante la formación y subvención de grupos muy radicalizados.

Tres, deben destruir pilares básicos de la sociedad como la tradición, la familia y la propiedad. Aquí encajan, por ejemplo, leyes como las “de genero”, o el amparo a los movimientos okupas y anarquistas.

Cuatro, deben destruir la seguridad física de los ciudadanos y también la seguridad jurídica de ciudadanos y empresas, así como doblegar a los jueces y tribunales poniéndolos bajo sospecha, primero; y, después bajo control político.

Quinto, deben quebrantar y/o controlar los órganos de control económico.

Sexto, deben estimular el conflicto territorial ¿Acaso no es esto lo que se ha ido haciendo desde hace más de treinta años, financiando a partidos y asociaciones y grupos políticos y culturales nacionalistas que siempre han expresado su proyecto es romper España? ¿Acaso no se ha favorecido ETA reafirme su dominio de la sociedad vasca y tenga representación en las instituciones e incluso controle muchas de éstas (como ayuntamientos por ejemplo)?

Séptimo, deben fijar leyes electorales que favorezcan a todos estos sectores para que queden sobredimensionados en su representación institucional en comparación al número de votos.

Octavo, deben apropiarse de las cámaras de representación, considerarlas suyas ¿acaso no es esto lo que sucede con el parlamento de Cataluña?

Por último comentar que esto ya se llevó a cabo en España, durante la II República y a partir de que estos mismos grupos fueron derrotados en su golpe de Estado del año 1934. De este año a julio de 1936 se puede ahondar mucho. El proceso se aceleró y profundizó tras las elecciones de febrero de 1936.

Por estos caminos el sistema de 1978 puede entrar en colapso, si no lo está ya desde el golpe de Estado de septiembre-octubre de 2017, dado por los nacionalistas en Cataluña. La salida del colapso sería una segunda transición.

El papel de la historia es, pues, trascendental en este proyecto de demolición.

Aquí la Historia tiene un papel principal, porque –ayudado de los medios de comunicación- es un perfecto mecanismo para crear mitos históricos indiscutibles.

Es decir, para crear tales mitos son necesarias dos cosas: una cosmovisión de la Historia levantada desde el modelo de interpretación marxista y nacionalista e instituir un organismo que difunda e imponga la Cosmovisión y que condene y persiga y castigue y extirpe del ámbito científico e intelectual a toda voz disidente. Esto es, precisamente, lo que en España se ha logrado implantar en los últimos treinta años. La Ley de Memoria Histórica es sólo uno de los resultado más visibles. Actualmente la Izquierda y el nacionalismo, íntimamente aliados, han logrado imponer una Cosmovisión de lo que España y Cataluña y sus sociedades son y no son, de lo que es bueno y malo. Y todo ello cuenta lamentablemente con la colaboración de una supuesta derecha política.

¿Cuáles son los diferentes elementos empleados en Cataluña?

En Cataluña la Cosmovisión está compuesta por diferentes elementos, principalmente dos: el primero, un surtido de mitos como la “senyera”, la revuelta de 1640, el austracismo y el 11 de septiembre, el socialismo, Macià, Companys, la II República.

El segundo, un armazón estructurado por un trenzado de grupos y entidades -culturales, educativas, deportivas, políticas, religiosas y de entidades financieras y empresas- que tienen como objetivo hacer realidad diaria la Cosmovisión. Para que ésta llegue a toda la sociedad, mantener la comunión de ideas e imposibilitar el pensamiento disidente, la Izquierda, la derecha nacionalista y el anarquismo han creado un “Ministerio de la Verdad” que también se encarga de controlar la información, inventar la realidad o falsearla para adaptarla a la Cosmovisión.

A día de hoy, la novedad es que “Ministerio de la Verdad” se ha hecho legal -y se ha implantado en toda España- pensemos en organismos como el CAC y en las leyes de memoria histórica que prevén incluso penas de prisión para aquellos que intenten propagar un discurso no ya contrario, simplemente disidente con la verdad establecida por este “Ministerio”.

Del “Ministerio de la Verdad” forman parte los partidos políticos del “Sistema del 78” (desde la izquierda a la derecha) y los centros de investigación y docencia encargados de atesoran pruebas (pensemos en “los papeles de Salamanca”) y componer reflexiones con las que cimentar, moldear y enseñar la “Verdad Histórica” que será divulgada por múltiples medios de comunicación y por los grandes grupos mediáticos del “Sistema”.

En este contexto se insertan también los ataques que sufren historiadores acusados de “revisionismo” y difamados.

En sus investigaciones y libros estos historiadores denuncian la Cosmovisión de la Izquierda y del nacionalismo y de la derecha. Además, están presentando contundentes pruebas históricas de la falsedad de la Cosmovisión y de los mitos en que se sustenta.

Hoy es más necesario que nunca oponer resistencia a los “tiranos de las conciencias”. Los historiadores que tomamos estas actitudes críticas y revisionistas de la Historia somos conscientes de que profesional y personalmente nos jugamos mucho pero, en la situación política actual, no podemos permanecer callados.