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de barcelona

Cantinela anual: Protesta por la presencia del stand de las Fuerzas Armadas en el Salón de la Infancia

Manuel Parra Celaya. No son nada originales, más bien cansinos, como dice nuestro inigualable José Mota: cada año, por estas fechas, la misma cantinela… Por si no lo sabían, un amasijo de supuestas entidades ha manifestado su protesta por la presencia del stand de las Fuerzas Armadas en el Salón de la Infancia que tradicionalmente se celebra en Barcelona en estos días navideños.

Dicen los medios que “son sesenta asociaciones” y uno se pregunta al respecto varias cosas: existencia real, número de componentes, interrelación entre ellas y, sobre todo, representatividad de ese curioso entramado social, creado desde arriba y dotado con generosas subvenciones oficiales. Sea como sea, estos concienciados ciudadanos se han dirigido, entre otros, a la Presidenta del Salón –la señora helena Rakosmik, que casualmente es la esposa de Artur Mas- en un escrito con el lema Desmilitarizar la Educación; según las sesudas declaraciones de la llamada “Federación Catalana de ONG por la Paz”, la protesta se justifica porque “el Ejército encarna valores perjudiciales para la infancia”, y, claro, se oponen rotundamente, no solo a que los niños asistentes al Salón se encaramen en el rocódromo y correteen por la infantil pista de aplicación con obstáculos, sino a que se lleven a cabo jornadas de puertas abiertas en los acuartelamientos o que se den charlas en los colegios para explicar a los escolares que existen unos españolitos de uniforme que se pueden jugar la vida por defenderlos.

Se me ocurren varios comentarios al respecto, pero, por aquello de la corrección y porque uno ya está inmerso en el espíritu navideño, me limitaré a los más evidentes. Uno de ellos se refiere a esa asignatura pendiente en España que se llama relación Ejército-Sociedad, y que en todas las naciones, más serias, de nuestro entorno ya está más que aprobada con suficiencia. Aquí no. Estoy convencido de que las imágenes de estos días pasados de los soldados patrullando por las calles de París o de Bruselas serían objeto por estos pagos carpetovetónicos de algún tipo de contestación mostrenca, como la que nos ocupa…

Otro comentario que me suscita la noticia es de lástima profunda por esa anacrónica fijación del progresismo casposo y decimonónico en su antimilitarismo a ultranza; suele confundir –intencionadamente- churras con merinas, el culo con las témporas (con perdón) y el ser pacífico con el ser pacifista, cuando, precisamente, son los Ejércitos los primeros en desear la paz, razón por lo cual deben prepararse para defenderla con las armas en el caso de que algún enemigo, exterior o interior, pretenda alterarla, y con ella valores como la libertad o la unidad o la igualdad entre ciudadanos. Y no señalo más, porque queda feo…

En tercer lugar, y ya que esas presuntas entidades hablan de valores en su furibunda protesta, quizás valga la pena recordar que, sin necesidad de acudir a los inmortales versos de Calderón de la Barca (que, con toda seguridad, desconocen), los Ejércitos se sustentan, axiológicamente, en principios tales como la abnegación el compañerismo, la solidaridad, el esfuerzo, el trabajo en equipo, la disciplina y el patriotismo, tan ausentes, por cierto, de nuestras aulas y tan imprescindibles en la educación de niños y jóvenes.

Por último, y para no cansar más al lector, se podría buscar sin mucha dificultad la relación de esta protesta pacifista de todos los años con el antiespañolismo rampante del separatismo catalán de estos días, al que le saca de quicio la sola visión de una bandera nacional, le produce sudores el vuelo de aviones con la escarapela rojigualda en festejos ciudadanos y dolores de estómago la presencia de unos jóvenes orgullosamente uniformados que ayudan a los niños a colocarse correctamente un arnés de escalada en el Salón de la Infancia. Seguro que este año, si el stand sigue abierto y no se cede a las estúpidas presiones, frente a él se formarán, como siempre, las mayores colas de niños y papás, con el fin de vivir, aunque solo sea un momento, la experiencia de ilusión y de aventura que les proporciona el Ejército de todos los españoles.

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