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Diario YA


 

Las madres, mujeres e hijas de aquellos hombres que plantaron cara al Régimen

Cuba: cuando el valor es cosa de damas

Luis Montero Trénor.   En las calles de La Habana abundan casas antiguas que-apuntaladas de cualquier manera- muchas veces terminan desplomándose, las  jineteras cabalgan cada noche hacia la desesperación y los  propios del lugar buscan en el turista algo de generosidad que alivie la miseria impuesta por las cartillas de racionamiento. Mientras, la policía observa desde cada esquina cualquier movimiento irregular. A los ojos del viajero, la isla entera parece un pedazo de paraíso que alguien convirtió en inmenso prostíbulo flotando siniestramente sobre las aguas turquesas del Caribe.

Muy cerca del lujoso hotel “Habana Libre”, que fue donde las huestes de Fidel pararon a descansar y despatarrarse por los sofás cuando ya rozaban la gloria del triunfo revolucionario, se encuentra un pequeño restaurante frecuentado por el turismo. Allí, un hombre de edad y alta cualificación profesional cantaba cada día “Mujeres divinas” para luego, con los ojos bien abiertos por la posible presencia de algún miembro de la Policía Política -esos chotas  de malecón-, lamentarse de que tal vez su destino sería morir cualquier noche en aquella cantina. Él, desde luego, preferiría hacerlo dentro de una balsa que intentara conquistar Miami, la ciudad de sus sueños. Como millones de cubanos, tenía la sensación de encontrarse en una prisión eterna. 
 
En los últimos meses hemos asistido a un recrudecimiento de la represión política en la isla caribeña gobernada por los Castro. Ante las cada vez más frecuentes acciones de protesta llevadas a cabo por la oposición al régimen, éste responde con la saña de siempre, pero cambiando los métodos de castigo: a los encarcelamientos de antes, caracterizados por condenas penales de muchos años, les están sustituyendo detenciones continuas que se prolongan horas, días o algunas semanas. De este modo se impide que el disidente de la tiranía lleve una vida normal y, por supuesto, ejerza el activismo político. España, más preocupada por su nefasta situación económica, poco caso hace a la que fue última y tal vez más hermosa joya del viejo Imperio. Pero allí, en un ambiente de franca hostilidad, unas mujeres que se hacen llamar Damas de Blanco soportan la feroz represión y alzan cada día la limpia bandera de la dignidad.
 
 
La valentía de unas mujeres
 
Todo empezó en la oscura primavera de 2003, cuando setenta y cinco opositores al régimen comunista fueron detenidos y después condenados a penas de entre seis y veintiséis años de cárcel. Entraron en prisión, tras juicios celebrados con absoluta inmediatez, varios periodistas, médicos o bibliotecarios. A partir de ahí, las madres, mujeres e hijas de aquellos hombres plantaron cara al Régimen y crearon una organización de apoyo a sus familiares que creció a lo largo de los años y hoy alcanza una importancia capital.  Se manifiestan en las calles pese a soportar arrestos, golpes e incluso frecuentes acosos del G-2 (Policía Política dependiente del Ministerio del Interior) frente a sus propias casas; asisten cada domingo a misa a en La Habana para después marchar en absoluto silencio mostrando fotos de represaliados, y mantienen en cada momento un irrenunciable compromiso con la causa que un día decidieron defender. Cabe destacar que a la práctica totalidad de aquellos hombres encarcelados hace nueve años se les puso en libertad entre 2010 y 2011, siendo enviados a nuestro país gracias a un acuerdo con el estado español. Lamentablemente, ahora viven en condiciones paupérrimas  y hasta uno de ellos, antes presidente de la agencia Habana Press, decidió poner fin a sus días antes que continuar en tal estado de precariedad. Toda una paradoja esa de encontrar, al mismo tiempo, la “libertad” y la miseria.
 
Ellas, las Damas, continúan su lucha contra el terror mientras el Estado les acusa de trabajar para la CIA y la presidenta de las argentinas Madres de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, afirma que “las llamadas Damas de Blanco defienden el terrorismo de Estados Unidos y nosotras simbolizamos el amor a nuestros hijos asesinados por los tiranos que impuso EEUU”. Y es que los únicos tiranos buenos son los nuestros, le faltó añadir.
 
En la reciente visita papal a Cuba, el régimen detuvo a sesenta Damas de Blanco con el fin de evitar una protesta que pudiera ser observada desde cualquier lugar del planeta. Después, la máxima dirigente de la organización -Berta Soler-  mantuvo una larga reunión en La Habana con el cardenal Jaime Ortega, donde le informó de que sus militantes son frecuentemente  trasladadas a calabozos para impedirles asistir a misa dominical. Además, Berta también expresó su deseo de mantener una reunión con el Papa en El Vaticano. Es importante resaltar que la figura del Cardenal cubano no despierta ninguna simpatía entre los opositores al castrismo, al considerarle poco o nada decidido en su apoyo a la disidencia.
 
A Berta Soler le precedió en el cargo Laura Pollán, mujer fallecida hace un año que sufrió el  castigo del  Estado con extrema dureza. Los partidarios de Castro llegaron a organizar frente a su casa nutridas manifestaciones, donde no faltaban altavoces y pancartas, con intención de amedrentarla e impedir la salida de ella y de su marido, notable y galardonado periodista. Aunque oficialmente muriera víctima de un virus letal, algunos opositores jamás creyeron esta versión y más bien piensan que nada se hizo por intentar salvarle la vida.
 
 
Cárceles cubanas
 
Recientemente, tres españoles fueron recibidos en la isla por el Ministro de Relaciones Exteriores cubano. Se trata de José Luis Centella (Secretario General del PCE), Alberto Garzón (diputado en el Congreso por Málaga) Y Gloria Aguilar, que es Secretaria de Cooperación Internacional del Partido Comunista de España. Puestos a cooperar, podría haberlo hecho con los encarcelados e injustamente represaliados. Pero no, los medios informativos castristas -todos los demás están prohibidos- resaltaban el ambiente de fraternidad y compañerismo existente entre comunistas ibéricos y caribeños, e incluso Centella llegó a declarar que “la derecha nunca ha sido capaz de consolidar un sentimiento anticubano, por eso nunca ha logrado movilizar a más de cuatro gusanos”. Es decir, que ser anticastrista significa estar contra Cuba. 
 
El Régimen que tanto parece gustar a José Luis Centella se caracteriza, entre otras cosas, por practicar detenciones a quien visite la casa de un opositor o no lleve encima el recibo de alguna compra. Los detenidos pueden pasar muchos días sin recibir asistencia letrada o ser llevados ante un juez, y castigados o golpeados si se niegan a ponerse el uniforme de preso. Además, Cuba es el único país que impide al Comité Internacional de la Cruz Roja acceder a sus cárceles y comparte con China el récord de periodistas arrestados. Y eso  que Cuba reconoce la libertad de prensa, faltaría más, pero siempre “conforme a los fines de la sociedad socialista”. 
 
Quienes no están en prisión son los quince etarras protegidos por el Régimen (antes eran más), algunos de los cuales intentaron abandonar el país sin que las autoridades se lo permitieran. Y es que en Cuba no hace falta ser presidiario para sentirse preso.
 
                  

 

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