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Diario YA


 

Mártires o confesores

Dar la cara por Jesucristo

 
 
DAR LA CARA POR JESUCRISTO
 
 
La Iglesia Católica clasifica a sus santos en mártires o confesores, porque o bien se han ido al Cielo al acabar sus días cruentamente por defender su fe, o bien alcanzan a ver el rostro de Dios porque en su vida han confesado su fe en Jesucristo y fallecen de muerte natural. Así pues mártires y confesores sólo son dos modalidades de la santidad, de ser “testigos” que esa es la etimología de la palabra martirio. O si se quiere para descender de las alturas filológicas al lenguaje del común de los mortales: no hay otro camino para ir al Cielo que dar la cara por Jesucristo, incluso en aquellas ocasiones en las que se tiene todas las papeletas para que te la partan. Y no es que yo quiera poner las cosas complicadas, fue el mismo Jesucristo el que nos advirtió que aquel que le negare delante de los hombres…
 
Y dijo más Nuestro Señor. Nos advirtió que una de las características de sus seguidores es que serían perseguidos, lo mismo que le persiguieron a Él. Claro que después de la parte estrecha, vienen las anchuras del embudo: “Bienaventurados todos los perseguidos por causa de mi nombre, porque de ellos será el Reino de los Cielos”.
 
Y todas estas cosas que nos dijo durante su paso por la tierra se completan con la enseñanza de la Historia, que es maestra de la vida, pues la verdad es una y sus manifestaciones son todas ellas coherentes. Por esta razón, Tertuliano pudo escribir con todo fundamento que la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Y es que, en definitiva, la expansión del Cristinanismo es el resultado de tantos mártires-confesores, porque al final se pone de manifiesto que el mejor predicador es fray ejemplo.
 
Viene todo esto a cuento de la experiencia vivida el viernes pasado, cuando asistí a la manifestación, convocada por Alternativa Española, para protestar contra esa galería de arte que exhibe una exposición blasfema contra la Santísima Virgen y Jesucristo. He visto alguna de las fotos, y sostengo que sin la inspiración de Satanás es imposible hacer algo así.
 
Tuve tiempo de saludar a mucha gente, porque recorrí la manifestación buscando lo que no encontré. Allí sólo había un sacerdote, sólo uno, nada más que uno… y todos los demás éramos laicos de a pie, porque entre los manifestantes no había ningún clérigo más, ni ningún miembro de la jerarquía. Tampoco había ni un solo dirigente de lo que llaman los movimientos y la nuevas realidades de la Iglesia, que tan activos se mostraron para organizar manifestaciones no hace tanto tiempo. Es más, un personaje de los grupos anteriormente citados tuvo la osadía de hacernos llegar su reproche, porque en su sabia e inspirada opinión lo que había que haber hecho era habernos quedado en casa. Y porque no se identifique al sujeto no voy a seguir dando más datos. Y mientras regresaba a mi casa en el autobús, recé un rosario por todos los que impulsados por su tibieza siempre lo emprenden contra los católicos que dan la cara. Recé por ellos, pero sobre todo imploré al Cielo que no siga permitiendo que tanto católico tibio provoque la arcada a Nuestro Padre Dios.
 
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá