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Diario YA


 

Bandidos como Juan Delgado, los 7 niños de Écija, el Tempranillo, Luis Candelas y diego Corrientes fueron elevados a los altares de la fama

De Urraca, “La Trotaconventos”, al almibarado “Pequeño Nicolás”

Luis Candelas y el pequeño Nicolás

Miguel Massanet Bosch. Ya viene de antiguo en España y se puede decir lo mismo del resto de países mediterráneos, esta especie de halo romántico que la gente sencilla, las clases bajas de la sociedad, los campesinos e incluso muchos religiosos rurales, les conferían a aquellos bandidos que tanto proliferaron en nuestra patria durante los siglos XVIII y XIX y que, durante mucho tiempo, actuaron de contrapoder, y así se los veía por los ciudadanos mas afectados por la miseria; de entre los cuales, muchos habían decidido tomar el camino del crimen como único camino para poder sobrevivir, en un país en el que no había ocasión de librarse de la esclavitud, a la que estaban sometidos la mayoría de los campesinos, sometidos a las arbitrariedades de los terratenientes, que los consideraban como un objeto más de sus propiedades. Bandidos como Juan Delgado, los 7 niños de Écija, el Tempranillo, Luis Candelas y diego Corrientes fueron elevados a los altares de la fama por las masas ciudadanos que los consideraban poco menos que como sus vengadores y ejecutores de la “justicia del pueblo”, cuando cometían atracos, robaban, asesinaban y torturaban a miembros de la nobleza, caciques populares, ricos e incluso grandes patriarcas de la Iglesia, a los que consideraban cómplices del poder establecido.

La realidad es que, la mayoría de aquellos bandoleros, eran antiguos miembros del ejército español que luchó contra los “gabachos” de Napoleón que, cuando terminó la Guerra de la Independencia, se quedaron sin trabajo y decidieron aplicar sus conocimientos militares para ganarse el dinero con facilidad, robando y asesinando e incluso extorsionando a terratenientes, nobles, autoridades y a todos aquellos que gozaban de una posición acomodada. Es cierto que algunos bandidos también socorrieron a los menesterosos, pero nunca ni en la forma ni en las cuantías que la imaginación popular les atribuyó. La fantasía femenina contribuyó a que la supuesta fama y virtudes de aquellos desalmados, dieran pie a las leyendas que han persistido hasta nuestros días.

Pero no crean ustedes que esto de embaucar, de hacer de “corre ve y dile”, de mediar en asuntos sucios y aprovecharse de los ilusos sean cosas del pasado porque, hoy en día, también los hay, aunque, como en todas las cosas, las formas, los métodos, los mecanismos y los engaños se hayan actualizado, revestidos de nuevos envoltorios y ejercidos por otro tipo de maleantes, muy distinto a aquellos hombretones, simples, valientes, inmisericordes y brutales propios de una época distinta.

Hete aquí, señores, que ante el cúmulo de noticias que cada día se producen, ante los informes referentes a una Europa en peligro de paralización; con nuestras fronteras de Ceuta y Melilla amenazadas por hordas de inmigrantes; con el peligro del Ébola pendiente sobre nosotros y enfrentados al desafío soberanista procedente de Catalunya, junto a la evidente amenaza yihadista procedente de Oriente Medio; ha conseguido colarse, encontrar un hueco y alcanzar una evidente notoriedad, la noticia de un personajillo, un muchacho de cara aniñada de apenas 20 años, un individuo de complexión más bien débil, que podríamos definir como la antítesis de aquellos fornidos y malcarados bandoleros que lucharon contra José I; un efebo que ha conseguido que todas las féminas que forman parte de las tertulias en la radio o de los programas televisivos, se puede decir que sin excepción, hayan quedado rendidas al indudable encanto desprendido de aquella faz de querubín, de mirada inocente, que ya le ha valido el apelativo de “el pequeño Nicolás”, un nombre que pronuncian con dulzura, incluso con entonación maternal, como si estuvieran dispuestas a acogerlo en su regazo y alimentarlo con la leche pura de sus pechos lactantes. ¿Quién es capaz de resistirse a semejante encanto?

Claro que, no todos lo ven con tan buenos ojos, ni lo consideran tan inofensivo y mucho menos sienten la más mínima compasión por él; antes bien, los hay que se sienten humillados, que han sido engañados y que le han confiado fortunas a este “inocente” transvertido de persona formal y de confianza, incapaces de pensar que un prohombre  tan cortés, educado y afable, que los trataba como a reyes, fuera capaz de tomarles el pelo ¡A ellos, grandes empresarios; a ellos bregados políticos; a ellos instruidos científicos o a ellos conocidos personajes de la más alta sociedad española¡ ¡Imposible! Pero cayeron y el espabilado Francisco Nicolás Gómez ( que así se llama el enterado) fue capaz de engatusar a personajes de la vida pública;  estafó 25.000 euro a cambio de informes falsos; tomó el pelo a políticos y empresarios; preparó fiestas fabulosas y se hizo pasar por asesor del Gobierno. Nadie sabe como se las arreglaba pero accedía a actos públicos y se relacionaba con políticos y empresarios, se fotografiaba con personalidades y mantenía contactos con personalidades del Ibex 35. En el colmo de la cara dura participó, sin que nadie pusiera la menor objeción, en la recepción oficial de los nuevos monarcas.

Su objetivo: contactar con las altas esferas y venderles servicios inexistentes. Sin embargo, a muchos nos parece imposible que este muchacho, por muy inteligente, avispado y marrullero que sea, por si sólo y sin el apoyo de una persona que le dirija, haya podido engañar a personas de tanta alcurnia, cuando su apariencia aniñada todavía debería haber inspirado mayor desconfianza a tan sesudos personajes que, como suele ocurrir en muchas ocasiones, aunque parezca un contrasentido, suelen ser aquellos a los que con mayor facilidad se les puede engañar. No obstante, existen puntos oscuros en su currículo, elementos extraños que pudieran dar pistas sobre tan curioso personaje y que quizá sirvieran para encontrar una explicación más verosímil a toda esta historia evidentemente rocambolesca.

Parece ser que las investigaciones llevadas a cabo por el CNI, han podido averiguar que Nicolás tenía acceso a distintas viviendas y una de ellas era precisamente la del señor Javier De la Rosa. ¿De dónde sacaba este joven tanto dinero que le permitía vivir a lo grande, usar coches de alta gama y celebrar fiestas en chalets que rentaban 3.000 euros al mes etc.? Ante una caso así uno, simple ciudadanos de a pie, piensa si, ante un individuo como éste, por mucho desparpajo que tuviera y por muchas recomendaciones que exhibiere se hubiera dejado engañar con tanta facilidad. Lo que, a la vez, me lleva a otra consecuencia: ¿De verdad todos estos personajes ante los que, el común de los mortales se siente tan inhibido, son personas tan inteligentes como aparentan; están tan por encima del resto de los ciudadanos; son tan listos como nos creemos o es que en este tema de la política, de las grandes empresas, de los personajes mediáticos que todos los días aparecen en las TV; de los tertulianos que pontifican desde las radios o las pantallas de la TV, son tan diferentes de los demás, están tan bien dotados intelectualmente como nos hacen creer o bien va a resultar que todo es una especie de escenario en el que se nos representa una comedia en la que los actores son los políticos y gobernantes y, aquellos que vemos la comedia y nos tragamos su argumento, somos los idiotas que se dejan  camelar por una serie de figurones a los que les atribuimos más valor del que en realidad les corresponde. ¡Vayan ustedes a saber!

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos, con escepticismo, esta comedia de vanidades.
 

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