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Diario YA


 

Decidir la vida en la adolescencia

Pilar Muñoz. 25 de marzo. El Ministerio de Igualdad ha manifestado estos días su intención de ampliar hasta las 22 semanas de gestación la posibilidad de abortar sin implicaciones legales. Otra novedad legal es la intimidad y responsabilidad única de la adolescente, con tan sólo 16 años ante la decisión del aborto.

De la brutalidad de la ley de ampliación del aborto no hay más que decir, tan sólo oponernos rotundamente, porque hemos de tener el objetivo y la meta de la vida diáfana, libre de política, filosofía o ideas. La vida debe quedar fuera del alcance de la volubilidad humana, según circunstancias o temores. La barbarie legal que se pretende tiene un impacto social y personal sin precedentes: la responsabilidad de la vida en manos de jóvenes de tan sólo 16 años.

Las medidas legales han considerado la equiparación de la ley abortista con la de otros países del entorno, han sopesado poblaciones cautivas de voto, han visualizado la industria del sexo y la corporalidad como sectores clave del consumo. Los análisis políticos presentados son subjetivos, partidistas y con escaso o nulo compromiso social o antropológico. Estos estudios socio-políticos están vacíos de evolución, de desarrollo, de moralidad o ética del individuo como ser único. La ley parece estar pensada sólo desde la urna, sustentada desde la sede del partido, y con las vistas puestas en los vecinos más “progres”, sin valorar las consecuencias negativas personales y sociales que devendrán, a buen seguro, tras la implantación de la ley abortista.

La toma de decisión de abortar a los 16 años, con premeditación, ocultación y sin rastro o consecuencia moral negativa para la madre joven que decide acabar con la vida de su hijo, implica directamente anular una dimensión evolutiva decisiva en el adolescente: el sentido de la responsabilidad.

La naturaleza de la responsabilidad en el adolescente es esencial para que se convierta en un adulto útil socialmente y de uso máximo para sí mismo. Existen dos clases de responsabilidad, la más fundamental es la interior, implicando el autocuidado del ser en relación con su entorno, debe ir gestionando con ayuda del apoyo social y familiar su proyecto de persona adulta. La otra responsabilidad, la más obvia es la exterior, implicando la responsabilidad con otras personas o instituciones. Consiste en verificar que algo se haga bien para el colectivo y para el propio funcionamiento del ser.

Hasta la entrada en la edad adulta, primer tramo de juventud, no se puede hablar de una madurez en la dimensión de responsabilidad. Según Sullivan el proceso de alcance de responsabilidad en este período de adolescencia es denominado confiabilidad, está caracterizado por la volatilidad y la necesidad de directriz. En contraste, la irresponsabilidad puede observarse en la superficialidad, carencia de control emocional y búsqueda unilateral de facilidades y de los propios intereses, ya sea a expensas de los valores superiores o con total indiferencia hacia ellos, hacia los intereses o preferencias de otras personas, o incluso hacia las exigencias de la realidad.

Por último, valoraremos los niveles de responsabilidad por los cuales han de transitar los adolescentes para conseguir la madurez personal y social en la toma de decisiones y en la afrontación de las consecuencias de tales decisiones: Niveles según Heider.

Nivel 1. El individuo es responsable sólo si está conectado a la realidad del otro sujeto mediante su propia acción. Esta etapa se caracteriza por ignorar las conexiones causales entre su toma de decisiones y las consecuencias, externalizando la culpa a instituciones o iguales.

Nivel 2. Un individuo es responsable de sus actos, con independencia de conocer o no la intencionalidad de sus consecuencias.

Nivel 3. Un individuo es responsable si previa a la toma de decisiones, prevé las consecuencias para él y su entorno inmediato.

Nivel 4. Un individuo es responsable si controla su intención, puesto que es clave para asumir las consecuencias.

Nivel 5. Un individuo comparte la responsabilidad de su acto si hay consenso. El ambiente comparte la responsabilidad como coercitivo, o como instigador en la toma de decisiones.

La reflexión final de este rápido análisis por la psicología evolutiva nos devuelve una realidad que nada tiene que ver con las decisiones de los políticos y con medidas de consumo o modas pasajeras. El individuo a esas edades carece de una responsabilidad estable, asentada, madura y con control interno y externo de sus actos, y está estrechamente vinculado a su entorno más inmediato, del cual obtiene la integración de la norma y la coerción en tomas de decisiones volubles, inmaduras o egocéntricas.

Si hablásemos de estudios nos escandalizaría, si tratásemos decisiones vocacionales más originales o particulares (misioneros, sacerdocios) trataríamos de esperar a su madurez completa. Ahora bien, se trata ni más ni menos que de la VIDA de un ser humano en sus primeros estadios, y la toma de decisiones la establece otro ser humano, el cual está saliendo del último tramo evolutivo de su egocentrismo y dependencia familiar.

Hemos de “andar en verdad” para así poder encontrarnos con nosotros mismos y con nuestros semejantes (Santa Teresa de Jesús). 

 

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