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Diario YA


 

Dios llora en China

Manuel María Bru. 4 de enero.

           “Es mi deber íntimo e irrenunciable y expresión de mi amor de padre, confirmar en la fe a los católicos chinos y favorecer su unidad”, les decía Benedicto XVI en aquella famosa carta, de hace dos años, dirigida a los 12 millones de católicos chinos, y que tan mal sentó a las autoridades de la dictadura más grande del mundo. En China conviven la Asociación Patriótica, la Iglesia clandestina fiel a Roma e infinidad de ‘ámbitos’ intermedios muy difíciles de delimitar con nitidez. Un año antes de esa carta, en el 2006, la Asociación Patriótica y el Ministerio de Asuntos Religiosos insistieron en ordenar a tres obispos sin permiso de la Santa Sede y amenazaron con la ordenación de varios más, con el deseo, desde la Revolución de Mao, de que todos los católicos de se país dejen de serlo, es decir, dejen de ser universales, para formar parte de una Iglesia independiente del Papa. Lo demuestran los continuos arrestos de sacerdotes y obispos de la Iglesia no oficial, pero también los secuestros de obispos oficiales. Tras dos años en aislamiento, Monseñor Juan Han Dingxian, obispo clandestino de Yongnian, pasó al menos treinta y cinco años de su vida en prisión, hasta su fallecimiento hace dos años.

En una aldea de la China interior vive un sacerdote de 93 años, ciego de un ojo y enfermo. Su nombre es secreto. A pesar de su edad y su estado, podría volver a la cárcel, donde ya estuvo más de veinte años. Campos de arroz, barrizales y caminos cubiertos de fango son los caminos a los que se enfrenta para desarrollar su labor pastoral y caritativa. ¿Acaso no merece nuestra comunión? Por otra parte, ayudar a la Iglesia china es siempre ayudar a los chinos más pobres, En este país, a los bebés abandonados en las calles, especialmente niñas, envueltos tan sólo en una manta, sólo los atiende la Iglesia. Este verano, acogido unos días por las Misioneras Agustinas Recoletas en su casa madre de Monteagudo en Navarra, volví a ver el magnífico museo que cuenta el inicio de la historia de esta congregación, cuando un agustino español, Monseñor Francisco Javier Ochoa, obispo de Kweitehfú, al ver como eran abandonadas miles de niñas chinas, solicitó la colaboración de las agustinas recolectas. Tres contemplativas españolas dejaron sus monasterios para aventurarse, en 1931, a la misión de China: Ángeles García, Carmela Ruiz y Esperanza Ayerbe. Ellas fueron prontas a la llamada de una Iglesia que ya antes de la Revolución comunista y de su consiguiente persecución, pedía no ser olvidada. Al ver el rostro alegre y cautivador en las viejas fotos de estas tres religiosas españolas, creo que desde el cielo nos están diciendo: no les abandonéis ahora. No olvidéis a los católicos de China.

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