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Diario YA


 

Editorial: "Cañizares"

Por suerte, a la Iglesia y a la Humanidad nos quedará siempre la presencia de hombres como el Cardenal Antonio Cañizares. Es a ellos, a esas personas que nunca cambiarán los principios por las modas, que saben muy bien dónde está lo verdadero y dónde lo teatral, lo ficticio o lo forzado, a quienes debemos nuestro día a día, la esperanza de la salvación colectiva, un mañana, un futuro acaso mejor que el que nos ha tocado vivir.

Cañizares va con sus verdades por delante y las deja caer como fina lluvia sobre el verde prado, las suelta pero no del todo, digamos que las comparte. Su voz no es atronadora ni su tono estridente, y quizá por eso consiga transmitir su mensaje y que la idea central del mismo quede impresa en los corazones. En el imperio de lo relativo, de lo superficial, su palabra acude a sofocar el fuego de las almas humanas y entronca con la roca del ser.

El Cardenal Primado y Arzobispo de Toledo estuvo ayer en Madrid para inaugurar el X Congreso Católicos y Vida Pública, que cada año organizan la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU. En su discurso, no dudó en referirse a las ideologías marxista y liberal como dos grandes engaños porque roban al hombre algo tan fundamental para su existencia como la esperanza. Sólo Dios se ocupa verdaderamente del hombre.

Cañizares ofreció una visión alternativa, y por ello esperanzadora también, acerca de la actual crisis económica, que según dijo, se incardina con la “cultura de la increencia”, apuntalada y promovida por un proyecto de “ruptura antropológica” asentado sobre “el relativismo moral, el laicismo y la ideología de género”. Un diagnóstico certero y revelador, sincero, valiente y verdadero. Dramáticamente verdadero.

“El futuro de la humanidad está en Dios y los católicos no debemos avergonzarnos por ello”, dijo el Arzobispo de Toledo. Los católicos, y con más motivo los periodistas católicos, debemos tomar estas palabras no como un discurso más, acaso más brillante que los de otros obispos. Debemos tomarlas como una responsabilidad diaria, permanente, como un compromiso vital que ya sólo puede ser irrenunciable.

Sábado, 15 de noviembre de 2008.

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