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Diario YA


 

Editorial: "Dictadorzuelos de la calle"

Pocas veces, muy pocas, se comporta el mundo católico como debe. Quizá sea esa la cuña que usan los enemigos de nuestra fe para hacernos daño, burlarse de nuestras lamentables contradicciones y festejar nuestra debilidad por todo lo alto. Allí donde debe haber humildad, acostumbra a haber prepotencia; donde tendría que brillar la sencillez, abunda el engreimiento; donde es obligado el amor al prójimo casi siempre observamos un indisimulado egoísmo. Será porque, como nos decía hace poco Miguel Ángel Velasco, "el Diablo hace horas extras" entre los cristianos, porque sabe que es ahí donde más puede conseguir.

Traemos a colación este comentario para relacionarlo con las manifestaciones provida de ayer, y especialmente con la que recorrió las calles de Madrid. La última ley abortista del gobierno de ZP, la bochornosa y esperpéntica comisión parlamentaria de expertos (que nunca fueron tales) y la nueva sensibilidad que, gracias a Dios, está empezando a renacer entre muchos miles de jóvenes a favor de la vida del nasciturus, eran circunstancias que hacían pensar en un rotundo éxito de la convocatoria, como así fue. Y desde un diario católico como es Diario YA no podemos hacer otra cosa que festejar ese éxito en lo que pueda servir para frenar el genocidio silencioso del aborto.

Pero hay circunstancias ciertamente penosas, incluso en una iniciativa tan bienintencionada como, seguro, fue ésta. La primera y principal es que los organizadores se crean con derecho a permitir o prohibir la presencia junto a los manifestantes de otros grupos que, quizá sin estar de acuerdo con algunos detalles de la convocatoria, sí compartan el motivo primordial del acto, esto es, el rechazo frontal al aborto. Llama mucho la atención esa vocación policial que les entra enseguida a algunos ciudadanos, dispuestos siempre a dar carnés de "buenos" o "malos" dependiendo de lo cerca o lo lejos que se esté de cierto partido político afín a ellos.

Empezamos a estar ligeramente hartos de estos petimetres de medio pelo, a los que no sabemos bien quién les ha dado autoridad para erigirse en confesores de la moral pública. Alguno cree que el hecho de llevar una camiseta de la organización de un acto cívico, una gorra o un delantal le da derecho a prohibir el paso de la gente, afear públicamente conductas ajenas, etc. Eso es muy español, por cierto, el complejo de Guardia Civil que tenemos todos (unos más que otros, bien es cierto) cuando alguien nos encomienda una pequeña tarea sin importancia en la que, al final, nos empeñamos en demostrar lo válidos que somos controlando a la chusma.

Lo dicho: a ver si se acaban ya los grupitos de privilegiados convocantes de marchas ciudadanas con derecho a ser dictadorzuelos de vía estrecha por unas horas. La calle es de todos y para todos, a las manifestaciones va todo el mundo al que le da la real gana ir (siempre que se comporte como es debido, por supuesto) y además se va como a uno le apetece, no uniformado con la ropa y las pancartas que deciden cuatro gatos. Ya está bien. Que luego somos los primeros en darnos golpes en el pecho para demostrar lo cristianos que somos...Ya está bien.

Lunes, 30 de marzo de 2009.

Etiquetas:editorial