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Diario YA


 

Editorial: "El Papa y la Verdad"

La Semana Santa de 2009 confirma dos cosas: que cada día somos más los católicos que expresamos nuestra fe sin complejos, enviando un mensaje claro a quienes continuamente intentan que releguemos nuestras creencias al ámbito privado; y que cada día es mayor el esfuerzo de ateos, agnósticos y progres por distorsionar la realidad de la Iglesia, ofreciendo una versión groseramente manipulada y burdamente reinterpretada.

Pocos años han estado las iglesias tan llenas de gente y los pasos procesionales tan atestados de cristianos en pleno fervor religioso. Quienes hablan de una sociedad completamente secularizada y de espaldas a la religión tendrían que hacérselo mirar. O quizá todos un poco, también los periodistas que pecamos a veces de pesimismo (una forma como otra cualquiera de soberbia) deberíamos hacérnoslo mirar. Porque no, amigos, no; España no es un país completamente secularizado, desde luego que no. Hay que estar muy ciego para mantener esa opinión.

El mensaje de la Pasión de Jesucristo llega nítido, claro, rotundo hasta nuestros corazones, con esa fuerza que tiene la Verdad Absoluta, la Verdad que no puede ser discutida porque cualquier razón es minúscula, diminuta, a su lado. Hemos visto las imágenes de Cristo crucificado, quizá la primera gran injusticia de las democracias humanas, el hecho más vergonzante para la especie humana, la mayor y más cruel injusticia jamás cometida. Y sin embargo, lo que nos llega de Él es un mandato de amor fraterno entre todos, de perdón y reconciliación, de paz.

Pero, a la vez, se intensifica la campaña mundial de acoso e intento de descrédito (nunca mejor dicho lo de "intento") hacia la figura del Papa por sus recientes y acertadísimas palabras sobre la gran farsa del preservativo como método único de lucha contra el Sida. No sólo los movimientos habituales (pro-gay, etc.), sino destacadas personalidades, como Tony Blair (curiosamente, convertido al catolicismo no hace mucho) han arremetido con fiereza contra el Pontífice, poniendo en evidencia lo limitado y ridículo de su posición pública, y los bastardos intereses que tienen que defender, acaso para seguir viviendo del "momio" de la cosa pública.

Se equivocan y pierden el tiempo. Benedicto XVI es, sin ningunda duda, el único ser humano sobre la faz de la Tierra que tiene autoridad completa en materia moral para el conjunto de la humanidad, y sus palabras son la única brújula infalible para la especie humana en estos albores del siglo XXI. Desde su atalaya, en la Silla de Pedro, seguramente escuche las acometidas de los ruines con infinita misericordia, como un verdadero padre. Y seguirá, seguro, diciendo la verdad, aunque le duela a muchos..., o precisamente por eso.

Sábado, 11 de abril de 2009.

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