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Diario YA


 

Editorial: "España no tiene remedio"

Probablemente..., España no tenga remedio.

Viendo ayer las imágenes televisivas en las que una multitud rabiosa y enfurecida insultaba e intentaba agredir al todavía presunto asesino de Marta del Castillo, caben pocas dudas de que el pueblo español no ha evolucionado mucho en los últimos siglos: seguimos siendo más o menos como éramos en la Ilustración, como fuimos en la Edad Media o bajo el poder de Roma, gente más inclinada siempre a la violencia que a la previsión, más partidaria del grito y el insulto que de la prudencia. Seres de sangre caliente, con toda la carga peyorativa que esa expresión contiene.

Porque sí, en efecto, naturalmente que indigna el acto cobarde y repugnante de acabar con la vida de una pobre chica, tal y como parece que hizo este Miguel Carcaño. Es un crimen atroz y salvaje que merece un castigo ejemplar. Pero con salir a la calle a insultar y amenazar de muerte al presunto autor del asesinato poco arreglamos. Al revés; respondiendo con violencia desatada a un acto criminal simplemente prolongamos la espiral del odio, cuyas consecuencias siempre son funestas. Da la impresión de que sólo nos movilizamos por y para el odio a los demás.

¿Qué van a hacer mañana las personas que ayer se juntaron en la puerta de los juzgados de Sevilla para evitar que asesinatos como el de Marta vuelvan a suceder?, ¿van a revisar los criterios educativos que usan con sus hijos, sobrinos o nietos?, ¿van a ocuparse más atentamente de sus problemas, preocupaciones, dudas o momentos de aflicción?, ¿les van a seguir permitiendo, en edades aún adolescentes, llevar una vida de cuasi-adultos, fomentando el círculo play station-bolera-discoteca tan cómodo para los mayores como poco edificante para los chicos? Porque sí, aunque no lo parezca, todo esto tiene mucho que ver con este tipo de sucesos atroces.

Indudablemente, los sucesos son tan fáciles de prevenir como difíciles de evitar una vez que se dan las fatales circunstancias que llevan a que se produzcan. Lo fácil es pensar que a uno nunca le va a tocar esa desgracia, y cuando lo vemos en los demás reaccionar como en Fuenteovejuna, mesándonos los cabellos e intimidando a quien sabemos que ya no representa peligro alguno, porque se encuentra bajo la custodia policial y judicial. Craso y lamentable error. No es ese el camino para conseguir una sociedad más pacífica, justa y equilibrada. Más humana.

Viendo la cabeza gacha de ese chico de veinte años que se va a pasar buena parte de su vida entre rejas, y los ojos desorbitados de los que hasta no hace mucho eran sus vecinos y amigos, tenemos una radiografía de lo que somos y de lo que fuimos, de lo que nunca hemos dejado de ser: un pueblo vengativo y colérico, amante de la venganza más que de la Justicia, dispuesto siempre a sacar la navaja para saldar una deuda en vez de serenar el ánimo para bajar la tensión innecesaria. Un pueblo tan miope que nunca sabe prevenir para no tener que curar.

Martes, 17 de febrero de 2009.

 

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