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Diario YA


 

Editorial: "Los dos bomberos"

Hay esperanza. No todo está perdido.

Quienes no vivan en Madrid quizá no hayan podido ver las imágenes de los dos bomberos que el pasado lunes se jugaron la vida para intentar que un hombre no se suicidase lanzándose al vacío desde la ventana de un quinto piso. Los compañeros del diario El Mundo ofrecían ayer el reportaje fotográfico realmente estremecedor, trágico y redentor, dramático pero profundamente humano. El riesgo asumido consciente y libremente por dos jóvenes para que un semejante no se bajase del tren de la vida terrenal en marcha.

De nuevo, podíamos lanzar una mirada displicente sobre una noticia de información local a la que casi nadie ha prestado mayor atención. Una de esas noticias en las que la foto, en la portada del cuadernillo de Madrid, parece justificar por sí sola una historia contada. Pero debemos sacar conclusiones de los sucesos terribles y de los maravillosos, de las truculentas desgracias y de las gotas de fresco humanismo cristiano que a veces, con menos frecuencia de la que nos gustaría, se cuelan en las primeras de los medios de comunicación.

Porque sí, aunque algunos no lo quieran ver, en ese comportamiento de los bomberos madrileños lo que había, fundamentalmente, era un sentido cristiano de la propia existencia. La preocupación por el otro más que por uno mismo; el riesgo de la propia vida o salud en pos de la del vecino. Ahí estaba Jesucristo. No quieran ahora vestirlo de profesionalidad o de una simple audacia sin más, hija de la loca juventud o del frenesí primaveral. De eso, nada. Han sido dos hombres arriesgando el pellejo en la apasionada defensa de un hermano ciego de desesperanza.

¿Podemos ser optimistas? Sin duda. Porque mientras haya ejemplos como éste, sabremos que el mensaje de Cristo sigue vivo en la sociedad de hoy, a pesar de los intentos por enterrarlo. Porque estos chicos, como el profesor Neira, se han opuesto a la corriente imperante, al egoísmo y la comodidad, han puesto el corazón por delante, no han dudado ni un instante a la hora de hacer aquello que sabían que debían hacer, aquello que les dictaba su conciencia. En ese valor, en esa generosidad, en ese amor, sin duda alguna, estaba presente Nuestro Señor.

No mejorará el mundo por la inteligencia o el oportunismo de los líderes políticos. No serán los bancos, ni las empresas, ni los grandes especuladores quienes logren que nuestros nietos sean más felices y se sientan más llenos que nosotros. Somos usted y yo, en nuestra pequeñez y en nuestra dignidad, en nuestra común grandeza por ser hijos del mismo Padre, quienes podemos construir el Reino con actos como el que hoy hemos querido glosar en este editorial. No todo está perdido, claro que no. Hay esperanza.

Miércoles, 29 de abril de 2009.

Etiquetas:editorial