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Diario YA


 

Editorial: "Un gobierno a la medida de ZP"

¿Qué puede escribir un editorialista el día siguiente de una remodelación del Gobierno en el que se pone como ministro de Fomento a Pepiño Blanco y como ministra de Economía a Elena Salgado? Posiblemente, hoy sea de esos días en los que los editoriales de la prensa deberían escribirlos los ciudadanos..., ojo, los ciudadanos, no sólo las personas. Que aquellas mujeres y esos hombres que saben lo que es el Bien Común, la gestión de los fondos del erario público, pudieran dejar, negro sobre blanco, eternamente impresas sus opiniones sobre este hecho tan peculiar.

Rodríguez Zapatero ha agotado, en más de cinco años de ejercicio del poder, nuestra capacidad de sorpresa, e incluso la de indignación. Sus decisiones son..., normales, si entendemos por normal lo que uno puede esperar de una determinada persona. Poner a un eterno aspirante a la licenciatura en Derecho al frente del departamento con más presupuesto público del Estado, es algo normal para un presidente como Zapatero. Poner a una señora sin la menor idea de Economía al frente de las cuentas públicas, justo en el peor momento económico de la historia de España, es normal para un presidente como Zapatero.

Pero más allá de lo esperpéntico de los cambios, y del más que previsible caos que van a generar en nuestra amada patria, es indudable que la voluntad del presidente del Gobierno ha sido blindar su privilegiada posición como jefe único e indiscutible de España. Zapatero, en su asumido papel de salvador del planeta (Alianza de Civilizaciones, asistencia a todas las cumbres que en el mundo han sido, etc.), está en una demencial huída hacia adelante que, además, cuenta con la insospechada aquiescencia de la oposición, eterna ladradora y muy poco mordedora. El escenario no puede ser más dantesco.

Zapatero, que ya dijo en su día que su vivo ejemplo es la mejor demostración de que en España "cualquiera puede ser presidente del Gobierno", ha elevado al poder a los más ineptos, a los más incompetentes, a los más sectarios, a los más ridículos. No hay personajillo de la progresía que no haya estado ya en el Gobierno de España, una especie de paraíso de mediocres con el que el inquilino de La Moncloa agradece el servilismo, la fidelidad y la camaradería. Trinidad Jiménez, Pepiño Blanco, Elena Salgado, Manuel Chaves, Ángel Gabilondo y González Sinde son el fiel reflejo de la política en España: un ejército de culiparlantes buenos para ellos mismos.

Cuando se levanten cada día para ir a trabajar, no piensen que el ministro de Fomento es Pepiño. No se lo recomendamos, por salud física y mental. Es muy duro, realmente muy duro. Es preferible pensar que ha sido un accidente, un fallo del destino..., quizá una pesadilla que se acabará mañana. Y tengan presente que esto es lo que ha querido la mayoría del pueblo español, exactamente esto. Que sepan los demócratas de carné, militantes del giliprogresismo, que a veces las mayorías sirven para esto: para arrasar un país sin dejar simientes que puedan regenerarlo.

Miércoles, 8 de abril de 2009.

Etiquetas:editorial