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Diario YA


 

Editorial: "Un pulso al Estado"

Después de escuchar a Ibarreche durante todo el día de ayer, cualquier ciudadano español tendría razones fundadas para dudar de que se encuentre bien. Stress postvacacional, cefaleas galopantes, insomnio...Desconocemos qué puede ocurrir en el interior de una persona para tener tal alejamiento de la verdad o tal desconocimiento de las reglas básicas por las que se rige cualquier convivencia, y que se resume en una: el respeto a la norma establecida.

El lendakari se ha atado la manta a la cabeza, y en su decidido pulso al Estado Español (y, quizá también, en su firme propósito de pasar a la Historia como héroe o como villano) le traen sin cuidado las sentencias de los altos tribunales, porque él siempre tiene el argumento a punto: "se están vulnerando derechos democráticos". ¿A qué derechos se referirá este hombre, que incluso insta a los ciudadanos de su región a querellarse contra España?

Desde un punto de vista legal, la cuestión no admite ni medio minuto de charla: sencillamente, la soberanía reside en el conjunto del pueblo español, y cualquier otra lectura del texto constitucional es indicio de un apagón neuronal notable. Eso no significa que (como desafortunadamente ha dicho hoy la señora Sáenz de Santamaría) los españoles estemos llamados a decidir "lo que es España". España ha sido, es y será por encima de lo que (más o menos caprichosamente) pretendan decidir los españoles de cada generación. Por suerte para ella.

Pero conviene no perder de vista la manera taimada y sibilina como el presidente de Vascongadas maneja la palabra "derechos" y el adjetivo "democrático" en su propio beneficio y en el de su partido, claro. ¿Qué es democrático para el señor Ibarreche, sólo lo que deciden sus paisanos? Suponiendo que la unidad de España se pudiera sustanciar en un referéndum nacional, ¿estaría dispuesto este personaje a escuchar también lo que opina el conjunto de los hombres y mujeres de España, o su criterio conjunto no es tan "democrático" como el vasco?

Lo cierto es que, muy al contrario de lo que pensábamos, a Ibarreche no le importa en absoluto hacer el ridículo en Europa, y está convencido de que le darán la razón más allá de los Pirineos. Sus razones tendrá para pensarlo, si no es sólo una pueril ingenuidad.

Sábado, 13 de Septiembre de 2008.

 

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