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Diario YA


 

Editorial: "Un viento negro"

Hay estos días un viento lúgubre y negro, un viento frío, de escarcha gris, con olor a tragedia, que se cuela por las rendijas del alma, hasta los huesos. Puede ser un viento anticipador de lo que nos espera, quizá sea un viento enviado por Dios para avisarnos de nuestros horribles pecados; en todo caso, es un viento que arrastra tristeza y oscuridad, que provoca jaquecas y demencias por igual. El viento de una primavera imposible, porque allá a lo lejos lo que nos espera es, posiblemente, el invierno de la humanidad.

Las cornisas caídas al suelo y los árboles arrancados de cuajo coinciden en el tiempo con las amenazas del separatismo vasco, avisando de lo que ocurrirá por haberles "echado" del poder. Aquello del árbol y las nueces, suponemos..., sí; conocemos la historia. Si todo es como parece, López será lendakari siguiendo el mismo camino que abrió Montilla en Cataluña, abriendo una crisis en los enemigos de España que les obligará a agudizar el ingenio o a recurrir a la violencia, una vez más. Sus amenazas, sus avisos, están grabados en audio y en vídeo. Para que, si pasa algo de verdad, queden retratados como lo que son, como lo que siempre han sido.

Los carteles destrozados por la ira eólica anticiparon la última acometida de Garzón contra la derecha, dando los pasos que la izquierda le pide para convertir al PSOE en partido único, y a ZP en el primer caudillo demócrata de la Historia de España. Se inhibe, pero antes pone el ventilador en dirección a las dos regiones donde el PP tiene (o tenía) una estructura más sólida, Madrid y Comunidad Valenciana. También es cierto que son dos regiones donde el ladrillo y los nuevos ricos han crecido casi tanto como la especulación. A cada cual lo suyo. Pero el "juez estrella" no repara en gastos para dejar a la ciega Justicia en una señora ligera de cascos.

El temporal de estos días es sólo el escenario casual de la España empobrecida y casi incrédula que asiste, ya sí con alarma, a escenas de hace medio siglo: los comedores de Caritas llenos de nuevos pobres con un "tupper" donde llevarse la cena, porque en casa no queda nada. Éste es el país que queríamos los españoles, ¿recuerdan aquellas riadas humanas con fotos de Zapatero y banderas socialistas? Es también la España de pusilánimes como Rajoy, profundamente incapaces de movilizar a nadie que tenga sangre en las venas y el cráneo medio lleno.

Un viento que tira macetas al suelo y que sugiere historias de delincuencia y agitación social, de penuria, amargura y desconfianza. ¿No queríamos vientos de cambio? Se apresuran dos ancianas a volver a casa, porque en el horizonte hay negros nubarrones, y la nieve de este marzo enfermo moja las barras de pan que llevan bajo el brazo. Quizá con el verano regrese la alegría, quizá. A lo peor nos quedará, a los cristianos, como siempre, nuestra Cruz, destino salvífico que hoy es esperanza. ¡Ay de aquellos que no tienen ni eso!

Viernes, 6 de marzo de 2009.

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