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Diario YA


 

Sobre el valor de la acogida y el de la necesidad de sentirse queridos

Efraín. todos necesitamos encontrar nuestro hogar

Victor Alvarado

El Festival de Cannes ha tenido el acierto de traer una coproducción francesa, alemana, noruega, pero, principalmente, etíope; es decir, que es la primera vez que una película de ese lugar de África aparece en este prestigioso festival, tan sólo comparable al de Venecia, San Sebastián o Berlín.

Efraín es un chico feliz hasta que la muerte de su madre genera un terremoto en su vida, puesto que su padre tendrá que trabajar en otra ciudad. Este inocente niño y su querido cordero tendrán que vivir con su abuela y sus tíos, cocinando unas ricas empanadillas para ganarse la vida y venderlas en el mercado.

La dirección ha correspondido a Yared Zeleke , que nos ofrece un digno trabajo con muy pocos medios, que no sólo cuenta una buena historia, sino que nos hace disfrutar de una magnífica fotografía, ofreciendo parajes desconocidos de una belleza inigualable. El final de este largometraje tiene un aroma a François Truffaut. Otros la comparan con el neorrealismo italiano, mientras que algunos la consideran como una delicada y conmovedora historia sobre el paso de la infancia a la edad adulta en los espectaculares paisajes de ese país.

Esta cinta nos puede ayudar a reflexionar sobre el valor de la acogida y el de la necesidad de sentirse queridos, así como el de poner los dones o capacidades que tenemos al servicio de los demás a pesar de las consecuencias, ya que nuestro protagonista tiene una cualidad atribuible a las mujeres de ese país, lo que puede servir para romper estereotipos que nos limitan porque, aunque por naturaleza los hombres y las mujeres son diferentes para que seamos complementarios, debemos tener los mismos derechos y las mismas obligaciones si se quiere conseguir la auténtica igualdad. Por otra parte, la educación queda claro que es el medio necesario para ayudar a promocionarse en la vida frente a los que se oponen a ella, tal vez, por miedo. Sorprende ver la fe sencilla, pero consolidada, extractando lo esencial del Nuevo Testamento de la Biblia en la tribu en la que conviven, entiendo, cristianos de origen judío y cristianos católicos con naturalidad y sin ningún tipo de conflictos insuperables, valorando la cultura de las diferentes partes del país.

Por cierto, no pueden perderse la buena interpretación del chaval protagonista (Rediat Amare) que no es un actor profesional y los delicados flashback entre madre e hijo.