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Diario YA


 

El antojo de los embriones

Pilar Muñoz. 22 de octubre. Esta semana han coincidido dos noticias muy relacionadas en cuanto a su contenido: el atraque en aguas españolas de un barco abortista, y un bebé nacido para “salvar” a su hermano. Ambas noticias han generado variedad de opiniones y una oleada de sentimientos encontrados. Han sido presentadas con profusión en todos los medios de comunicación, y algunos ídolos sociales han respaldado con su presencia y comentarios el alcance de una de ellas.
 
El denominador común que tienen estos hechos es sólo uno: la vida en su inicio, eso que el lenguaje denomina “embrión”, y que claramente designa el comienzo y desarrollo de una vida humana, que necesita su tiempo, su cuidado y vigilancia materna. Es el comienzo de la crianza y el establecimiento del apego entre la madre y el hijo. Existen sinónimos que certifican el latir de la vida: semilla o huevo. Parece que la neutralidad lingüística camina por distinto sendero que la moral de la sociedad.
 
Existe una pregunta en el test de inteligencia para adultos WAIS que reproduzco literalmente, y que corresponde a la subprueba de Semejanzas: “¿En qué se parecen un huevo y una semilla?”. La respuesta que puntúa positivamente es la que se refiere a que ambos generan vida. Si el sujeto responde que depende, que hasta que no llegue el resultado no se puede hablar de vida, pues entonces el sujeto puntúa negativamente. He de advertir que esta Escala de Inteligencia del Sr. Wheschler tiene validez científica internacional.
 
La vida está en juego en el mar, pero también está en juego en los tubos congelados de los laboratorios. El argumentario de los ciudadanos partidarios de estas dos realidades es comprensible, actual y muy atractivo para según quiénes y para según qué pretensiones. Se esgrimen valores que son intrínsecamente válidos: libertad de elección, salvar a otro, responsabilidad de la madre, decisiones personales avaladas por una tecnología puntera. Comprendemos la angustia de la madre que desea profundamente salvar a su hijo ya nacido, comprendemos y acompañamos a multitud de mujeres perdidas y solas que se encuentran desorientadas y confundidas entre un futuro similar a su desdichado presente o un futuro pleno y maduro al lado de su hijo/a, pero no compartimos la solución atropellada, impulsiva (aunque en apariencia meditada) y letal que han llevado o llevarán adelante.
 
Tenemos entrañas de misericordia para los que sufren aquí y ahora, y por ello también hemos de alzar la voz y la razón para comprender y defender a los que no les están dando la oportunidad de ser escuchados, no se les da la oportunidad de tener un sentido vital, aunque sea doloroso (enfermedad) o equivocado, pero que puedan ver la luz del sol y el azul del mar que les está arrebatando la vida, o la mano de latex que les impide ser el hijo más tierno y cariñoso para esos padres que se les antoja y necesitan un perfil preciso de hijo.
 
El excesivo cartesianismo nos impide ver con claridad cuáles son los límites que tenemos los hombres, y que por definición son muchos, pero el de manipular caprichosamente la vida es uno de los que no podemos aceptar, por muchas razones y avales tecnológicos que se difundan, con intenciones aviesas. Detrás de todo este “avance” en el caso del bebé terapeuta y de “progresismo” en el caso del barco holocausto existen razones nada desdeñables y que no hemos de perder de vista:
 
1.-Incitación masiva al consumo, sea cual sea la dimensión o área: sexo, tecnología, sentimientos, crianzas, avances, libertades.Detrás está el imperio poderoso e insaciable de producir y consumir, de fidelizar clientes/pacientes bajo cualquier pretexto.
 
2.-El pancientifismo que afecta al hombre actual, éste se ha convertido en su fe y creencia más ciertas, cree que es el salvoconducto para alcanzar la panacea eterna: juventud, salud, omnipotencia y libertad sin límites. Craso error, la técnica la crea la inteligencia y el corazón del hombre, y éste está lleno de imperfecciones y de ambiciones.
 
3.-La instalación en la conducta del ciudadano del relativismo y un individualismo que entorpece el correcto funcionamiento del grupo mayoritario, del beneficio grupal frente a los deseos y caprichos de unos cuantos. Se presenta y envuelve el individualismo, el subjetivismo y el relativismo como la bonanza cultural, como la evidencia comportamental en sociedades avanzadas, siendo una falacia más de este sistema socio-político que deja de lado al individuo en sus coordenadas más íntimas.
 
Por último, parafrasear a alguien cuya ciencia, rigor y claridad de pensamiento nadie pondrá en duda. Albert Einstein, tras largos años de observación y metodología científica, concluyó que “Dios no jugaba a los dados cuando hizo el universo”. Siguiendo el silogismo, el hombre no debe jugar a los dados con la vida.

 

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