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Diario YA


 

El calzado como instrumento de salud

Lo dicen los mayores expertos del mundo del pie y del calzado. El calzado tiene la misión de proteger el pie de las inclemencias del tiempo, del frío y de la  humedad, de la lluvia y del barro así como de las irregularidades del terreno, además de  los cortes, golpes o  roces  que crean heridas.

Todos los expertos insisten en la importancia de utilizar un buen calzado, por tanto, no es solo cuestión de estética; la salud es un aspecto, en este sentido, que no se debe descuidar lo más mínimo.

Por ello hemos de recurrir siempre a especialistas del sector del zapato como Kamome, una zapatería multimarca de calzado, pero también de moda y complementos. En su página encontrará areas de New In, Mujer, Hombre, Ropa, Complementos y Marcas, de una manera sencilla y cómoda.

Porque la utilización del tipo correcto de calzado afecta directamente en el bienestar del pie e incide indirectamente en el apropiado funcionamiento de las articulaciones, columna vertebral y cuello. En efecto, muchas de las deformaciones de los pies y de las patologías del aparato locomotor y circulatorio son consecuencia de haber usado un calzado inapropiado durante largos períodos de tiempo.

Es por ello por lo que siempre hay que buscar en zapaterías de confianza, que cuiden su producto y ofrezcan una amplia gama y variedad de marcas de calidad para que la elección a la hora de comprar sea la más idónea.

¿Qué opinan los ortopedas?

En relación al material, se recomienda que sea transpirable para evitar la humedad producida por la sudoración, así como el calentamiento y consecuente ablandamiento del tejido epitelial del pie. Si el zapato es transpirable, pueden evitarse en parte las rozaduras y los hongos, por ejemplo, ya que se evita el calor y la humedad. La piel y las telas suaves suelen dar buen resultado. Es importante que no esté fabricado con tejidos ásperos y costuras internas que puedan erosionar el pie.

En cuanto a la suela del zapato debe estar formada por un material blando y flexible para amortiguar posible espolones y callos en la planta del pie. El grosor de la suela conviene que sea mediano; ni demasiado fino porque no protegería de las irregularidades y pequeños objetos del suelo -chinarros, por ejemplo-; ni demasiado grueso porque limitaría la movilidad del pie.