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Diario YA


 

El conflicto entre EEUU-OTAN contra Rusia por el factor de Ucrania visto en clave geopolítica

Lic. Jonás Estrada

Rusia y Ucrania se han visto envueltas en un conflicto durante los últimos 8 años: una guerra civil entre el ejército de Ucrania y los rebeldes separatistas prorrusos respaldados por Rusia, en las dos regiones orientales de Ucrania conocidas colectivamente como Donbás (Lugansk y Donestk).  El conflicto nunca terminó formalmente y, hasta la fecha, se estima que ha cobrado la vida de 14.000 personas y desplazado aproximadamente 1,5 millones.
La caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, ha sido considerada por muchos estudiosos de las Relaciones Internacionales como el triunfo unánime de la Democracia liberal y del sistema económico de Libre Mercado (Capitalismo) sobre el sistema político comunista y su esquema económico de Economía Planificada Estatal. También, a nivel internacional, se puso punto final a la lucha por la supremacía global de ambas superpotencias entre Estados Unidos de América y la URSS lo que devino en el fin de la “Guerra Fría” y el fin del mundo bipolar, que dividía al mundo en dos bloques hegemónicos. Rusia, en ese momento, estaba en proceso de transición hacia la instauración de la Democracia y de la economía capitalista con la finalidad de que el nuevo Estado ruso se adapte a la era de la globalización.
En el año 1991, se acabó la Guerra Fría, la gran rivalidad soviético-estadounidense que desde 1945 redujo las relaciones entre los estados a su propia lógica de ideología y poder. El ex Secretario de Estado James Baker observó que el momento estratégico de finalización fue el día que la Unión Soviética no se opuso a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que condenó la invasión a Kuwait por parte de Irak, un viejo “estado-cliente” de Moscú en el Golfo Pérsico. Ese acompañamiento de la entonces URSS a Occidente significó que Moscú no solo ya no se encontraba en condiciones de sostener la rivalidad, sino que su política exterior realizaba un giro sin precedentes. Aunque fue un momento discernible de capitulación, el Kremlin lo veía en el marco del “nuevo pensamiento” destinado a restructurar y revitalizar el país.  
También vale acotar que mientras Rusia se adecuaba a los cambios que el sistema internacional había señalado mientras existía la órbita comunista soviética, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que era la antigua alianza militar adversaria al Pacto de Varsovia crecía y se expandía precisamente, hacia la antigua espera de influencia rusa, con la finalidad de cercar a Rusia y así lograr consolidar el dominio de Occidente sobre Eurasia. El gobierno del “Estado continuador” (No Estado sucesor) de la URSS, la Federación de Rusia, continuó con esa política exterior de cooperación, aunque la llevó hasta el paroxismo. Para el ministro de Relaciones Exteriores Andrei Kozyrev, Rusia no podía volver a equivocarse como lo hizo en 1917: era necesario que Rusia acompañara a Occidente porque ambos, siempre según el particular enfoque del tándem Kozyrev-Yeltsin, habían triunfado en la Guerra Fría al haber derrotado al comunismo soviético.
No obstante, para los EEUU no pensaba de esa manera: la competencia acabó con la victoria de una sola de las partes y, por tanto, no había dividendos geopolíticos que repartirse, como sucedió tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Más todavía, mientras Rusia desplegaba un enfoque externo romántico, alejado de cualquier pasado zarista y soviético, Estados Unidos mantuvo la política de poder con el fin de evitar que la “nueva Rusia” volviera eventualmente a desafiar la supremacía y los valores de Occidente. Así EEUU estableció el sistema internacional unipolar liberal o como diría el fallecido Samuel P. Huntington: “La Pax Americana”, y por ende, EEUU para ese momento, queda como la única superpotencia hegemónica de manera indiscutible jamás visto en la historia de la existencia humana.
Es importante destacar que, para la década de 1990 del siglo XX, Rusia enfrentó una profunda crisis económica, militar, social y moral porque se veía incapaz de mantener la unidad territorial rusa. No conforme con la caída y desintegración de la URSS surgieron nuevos Estados y factores tanto internos como externos buscaban desintegrar el nuevo Estado ruso. A su vez, el ejército ruso al principio era humillado en la región separatista de Chechenia que buscaban la independencia auspiciada por Occidente con la finalidad de desintegrar el nuevo Estado ruso.
Pronto Rusia comprobó (retomando las ideas asertivas del antiguo Canciller imperial alemán Otto von Bismarck) que “una política sentimental no conoce reciprocidad”. Hacia mediados de los años noventa, Rusia se convenció que nada conseguiría de Occidente, y que a éste solo le importaba afianzar un “orden” o “Yalta de uno”. Es decir, solo habría una esfera de influencia en Europa: la de Occidente. Cualquier esfera de influencia de Rusia quedaría acotada al territorio ruso. Pero incluso esta posibilidad, según algunas propuestas geopolíticas realizadas por estrategas estadounidenses para “facilitar la gestión territorial de Rusia”, podría llegar a verse restringida.
La ampliación de la OTAN al este de Europa central, es decir, a las mismas adyacencias del territorio de Rusia, como sucedió con el ingreso a la Alianza de los tres países del Báltico, Lituania, Letonia y Estonia (la tercera ampliación de la OTAN) dejó en claro que Occidente se proponía llevar a cabo esa “Yalta de uno”. Pero, para lograr ese propósito, que implicaba una concepción y práctica de post-contención a un estado irremediablemente conservador y revisionista, Occidente debía sumar a su cobertura estratégica militar a los países del Cáucaso más Ucrania y Bielorrusia, es decir, acabar con las zonas de amortiguación protohistóricas de Rusia, aquellas que le permiten a Rusia contar con lo que en algunas zonas del mundo puede que se encuentre perimida: la profundidad estratégica.
El reciente análisis realizado por George Friedman en su sitio digital “Geopolitical Futures”, explica claramente la importancia de estos territorios para Moscú: “Rusia no es un país que confía, por una buena razón. Alemania lo invadió dos veces en el siglo XX, Francia lo invadió una vez en el siglo XIX y Suecia una vez en el siglo XVIII. No se trataba de las incursiones mordisqueras a las que estaba acostumbrada Europa, sino de penetraciones profundas destinadas a capturar el corazón de Rusia y subordinarlo permanentemente. Cada siglo vio un asalto a Rusia que amenazaba su existencia. Es difícil olvidar algo así, y es difícil para Rusia no sospechar de los movimientos en su periferia. No hay nada en la historia de Rusia que haga que sus líderes piensen de otra manera”.
Queda suficientemente en claro que Rusia jamás permitirá que se consume un “orden de Yalta” cuyo perímetro sean las fronteras orientales de las ex repúblicas soviéticas, norte en el caso de las del Cáucaso. Para la sensibilidad territorial de Rusia, aceptar semejante situación implicaría reducir prácticamente a cero el nivel de su seguridad nacional. Ante este escenario catastrófico que se avecinaba es que viene a tomar posesión del cargo de la presidencia rusa Vladimir Vladimirovich Putin, en ese momento un desconocido ex agente del Comité para la Seguridad del Estado (KGB, por sus siglas castellanizada en ruso), es decir, del antiguo servicio secreto soviético.
Para Putin, desde su perspectiva y de su visión de cómo él comprende la política, el poder es un factor totalmente decisivo para su formación política. El presidente ruso expresó que la desaparición de la Unión Soviética fue “la catástrofe geopolítica más grande del siglo XX”, incluso ha criticado de manera muy vehemente al ex presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov por haber realizado de esta “catástrofe” debido a que “había que luchar por la integridad de nuestro Estado de manera más constante, consecuente y atrevida y no por esconder la cabeza bajo la arena”.
Es interesante recalcar la importancia de Rusia como un actor de importancia geopolítica y global. Desde tiempos atrás ha sido un país que se merece especial atención para los investigadores, académicos y expertos sobre Rusia con particular atención en el campo de la geopolítica, ya que posee una serie de particularidades que lo diferencia del resto de los otros países en condición de potencias militares y, uno de los aspectos que lo hace marcar la pauta es su condición geográfica. La Federación de Rusia se extiende a través de la mayor parte del norte del supercontinente Eurasia por lo que abarca una gran variedad de paisajes y climas. Rusia cuenta con una superficie equivalente a la novena parte de la tierra firme del planeta, por ende, es el país más extenso del mundo y abarca dos continentes.  

Rusia como “jugador geoestratégico activo” y Ucrania como “pivote geopolítico”
Antes del explicar el papel de ambos estados, es importante conocer los conceptos de jugador geoestratégico y pivotes geopolíticos para así comprender las acciones de la Federación de Rusia en su política exterior y en lo geopolítico con Ucrania acorde a lo explicado por el geopolitólogo estadounidense Zbigniew Brzezinski, ya que su argumentación conceptual es oportuna y precisa la conceptualización de ambos términos.
Hay que tener claro que los “Jugadores geoestratégicos activos” son aquellos Estados con capacidad y voluntad nacional de ejercer el poder o influencia más allá de sus fronteras para alterar en una medida capaz de afectar los intereses de aquel o aquellos países con el cual posee disputas geopolíticas y hegemónicas. Es interesante conocer, en particular, que estos Estados tienen el potencial o la predisposición de actuar con volubilidad en el terreno geopolítico. Por alguna razón la búsqueda de grandeza nacional, en cumplimiento de ciertos objetivos políticos o ideológicos, el mesianismo político o el engrandecimiento económico; algunos Estados intentan alcanzar una posición de predominancia regional o de importancia global por la cual, son empujados por motivaciones profundamente arraigadas y muy complejas.
Mientras que los “Pivotes geopolíticos” son aquellos Estados cuya importancia se deriva no de su poder y de sus motivaciones sino más bien de su situación geográfica sensible y de las consecuencias que su condición de potencial vulnerabilidad provoca en el comportamiento de los jugadores geoestratégicos. Muy a menudo los pivotes geopolíticos están determinados por su geografía, que en algunos casos les da un papel especial, ya sea el de definir las condiciones de acceso de un jugador significativo a áreas importantes o el de negarles ciertos recursos. En algunos casos, un pivote geopolítico puede actuar como un escudo defensivo para un Estado vital o incluso para una región. Algunas veces, puede decirse que la propia existencia de un pivote geopolítico tiene consecuencias políticas y culturales muy significativas para un jugador geoestratégico vecinos más activos.
En este caso que nos corresponde estudiar, la Federación de Rusia es un actor de importancia en la política global y, en su condición de Estado-continental que representa, es un jugador geoestratégico activo muy importante porque posee la capacidad de cambiar el panorama, sea a nivel regional y mundial por sus acciones que han realizado, primero en la política interna para reconfigurar el poder político en Rusia en base de la estabilidad política y así luego proyectarse con mayor fuerza al exterior y demostrar al mando de que Rusia vuelve a la escena política internacional en recuperar sus fueros geopolíticos perdidos tras la caída de la URSS.
Tenemos que empezar por comprender la importancia geopolítica de Ucrania en su condición de “pivote geopolítico” para Rusia y también para Occidente atlantista que son EEUU junto con la OTAN y la UE más allá que comunidad europea no posean imperativo geopolítico alguno, pero han buscado que Ucrania forme parte de dicha comunidad. Ahora si lo vemos desde la perspectiva de Brzezinski que es la acertada en su estrategia, ya que él ha seguido la senda del realismo político.
Su programa en la década de los noventa del pasado siglo consistía en una expansión de la UE y de la OTAN hacia el Este de Europa hasta incluir Ucrania; porque Brzezinski sabía que Rusia no podía ser un Imperio Eurasiático sino tenía bajo su influencia Ucrania, es importante mencionar que el núcleo duro de la Europa Unida debería estar compuesto por esta, Polonia, Francia y Alemania. Los objetivos eran, por una parte, prevenir que Rusia pudiera volver a expandir su área de influencia a la Europa Oriental; por otra, relegar a Rusia a una posición puramente asiática que la indujese a una estrecha cooperación con Europa y con EEUU que, además de afirmar el pilar de la seguridad euroasiática, condujese a Occidente a las fuentes energéticas de Asia Central.
Pero, para que se lograra esos objetivos planteados por EEUU se tenía que Rusia occidentalizarse, es decir adoptar la Democracia en Rusia, a su vez, dejar de ser un imperativo geopolítico, más bien un Estado nacional de la comunidad atlántica occidental  y Ucrania fue de manera definida un Estado independiente así la comunidad atlántica expandirse hacia el este y que adoptará la Democracia como forma de gobierno y así tener su hegemonía en Eurasia y evitar el surgimiento de una potencia Eurasiática que cuestione la supremacía de EEUU.
Por una u otra razón, lo cierto es que el programa del ex Consejero de Seguridad Nacional se ha ido desarrollando inexorablemente. Casi todos los Estados de la Europa Oriental pertenecen ya a la Unión Europea, y en igual número se han incorporado a la OTAN. Además, EEUU ha impulsado la creación de la asociación GUAM (Georgia, Ucrania, Azerbaiyán, Moldavia) como contrapeso a la influencia rusa a través de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y también como vanguardia geopolítica de EEUU-OTAN y UE para socavar el área de influencia de Rusia en el “Extranjero Próximo”.  Posteriormente, en el año 2009, la Unión Europea puso en marcha una iniciativa, la Asociación Oriental que incluía a Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania, con objeto de “promover la democracia” y preparar a sus miembros para una futura adhesión a la Unión Europea. De hecho, la firma de un tratado de asociación debería haberse efectuado en la cumbre de Vilna, el 28 y 29 de noviembre de 2013, pero hasta la fecha ningún país del GUAM es parte de la UE.
Los planes de Brzezinski para Ucrania fueron elaborados en la última década del siglo XX, cuando la Federación Rusa, bajo el gobierno de Boris Yeltsin, se hallaba en plena decadencia económica, política y militar. La Rusia de Vladimir Putin no es en absoluto la de Yeltsin. Ya en sus primeros discursos como Presidente de la Federación, manifestó su deseo de convertir Rusia en un Estado fuerte y recuperar la influencia y el poder del que gozó en el pasado, por lo que ha intentado ocupar el antiguo espacio soviético. Algunos analistas o geopolitólogos han argumentado sobre una “pragmática insubordinación geopolítica revisionista”, caracterizada por oponerse al poder de Estados Unidos, neutralizar a la UE mediante la conclusión de acuerdos bilaterales con Estados europeos cuidadosamente seleccionados, restablecer zonas de influencia en sus fronteras exteriores y cortar la expansión de la OTAN a la que ve como una organización esencialmente militar, vehículo de proyección del poderío norteamericano sobre Europa y un agente activo de la unipolaridad estadounidense, haciendo referencia al orden internacional unipolar bajo la hegemonía de EEUU.
Incluso dichos analistas suele argumentar que Ucrania es mucho más importante para Rusia que para la UE o EEUU. Tales afirmaciones son confusas. Para Rusia, Ucrania tiene un significado histórico extraordinario, ya que vincula la creación del primer Estado ruso en el siglo IX a la Rusia de Kiev, así como significados psicológicos (la llaman “pequeña Rusia”) y económicos (es la ruta comercial más corta para sus exportaciones a la UE). Históricamente, el territorio ucraniano ha sido una “Zona Buffer” o “Zona colchón” entre Rusia y sus enemigos reales o potenciales y la clave del dominio de los eslavos en el imperio multinacional zarista (1480-1917) y el soviético (1917-1991). Hoy, la importancia de Ucrania para Rusia no solamente reside en la hermandad de los eslavos y el glorioso pasado común, sino en el hecho de que Moscú ha conseguido convertirla en un “instrumento” para impedir la expansión de la UE y la de EEUU-OTAN, que considera como una de las principales amenazas a su seguridad nacional.  
Sin embargo, la amenaza de la expansión de la OTAN y la UE es una amenaza militar para la seguridad nacional de Rusia, aunque no es probable de ataque e invasión de Rusia por parte de un país occidental, sino más bien para el gobierno de Vladimir Putin, que la usa al viejo estilo soviético, para fortalecer la cohesión política interna y como justificación de su doble política revisionista. Y es en este punto donde Ucrania representa la piedra de toque para Occidente. Los occidentales dentro de su papel no deben permitir que Rusia use Ucrania como un instrumento conseguido para competir  tras el final de la Guerra Fría, pero Rusia en su papel es evitar a toda costa que Ucrania no forme parte de la UE ni de la OTAN.
Es oportuno hacer mención que la importancia de Ucrania en su condición de “pivote geopolítico” se debe a 5 factores geoestratégicos:
1.    Es el tercer principal exportador de granos, detrás de Estados Unidos y Argentina y los principales destinos de sus exportaciones agrícolas son Rusia, la UE, Medio Oriente y China.
2.    Por Ucrania pasa la red de gasoductos heredados de la Unión Soviética, que actualmente se utilizan para trasladar gas desde Rusia hacia la Unión Europea. Desde hace dos años, se encuentra en funcionamiento un gasoducto alternativo, “Nord Stream 2”. Ese gasoducto, cuyo trazado es por debajo del Mar Báltico, sale de Rusia e inyecta gas directamente en Alemania, sin intermediarios. Su construcción tuvo como una de sus consecuencias, el debilitamiento de la posición ucraniana frente a Rusia, al no ser intermediario obligado. Rusia utilizó ese trazado alternativo debilitando Ucrania, para atraer nuevamente a ese país a su órbita.
3.    Ucrania es una reserva muy importante de Gas Shale, que aún no está siendo explotado. La empresa petrolera y gasífera estadounidense Chevron es la multinacional más implicada. La explotación de ese gas por empresas anglosajonas serviría para abastecer a la UE, debilitar la posición rusa como abastecedor principal, y a su vez sumar una herramienta más a la posición de fuerza estadounidense hacia eventualmente contra la UE.
4.    Ucrania aparte de ser un “pivote geopolítico”, para Occidente y Rusia es un “Estado tapón” o “Zone Buffer”.
Además, Ucrania es un Estado en tránsito para el suministro de gas natural de Rusia a la Unión Europea. Bruselas importa 62% de su consumo de gas natural, siendo Moscú su principal proveedor desde donde obtiene el 34% de sus importaciones. El 65% de este suministro, es decir, 175 mil millones de pies cúbicos diarios, se realiza a través de gasoductos que atraviesan Ucrania; por lo cual Moscú también busca controlar a Kiev, y cualquier conflicto entre ambos, atenta contra la seguridad energética europea.
La península de Crimea y el puerto de Sebastopol (actualmente reunificadas al territorio Estatal ruso) es el territorio clave para la proyección del poder naval ruso hacia el mediterráneo. Desde la óptica de la UE y de Estados Unidos, amputar esa pieza del tablero ruso es una manera de limitar su capacidad de accionar en esa zona. Desde la perspectiva rusa era una pérdida muy sensible. Por eso, Rusia responde reincorporando ese territorio a través del referéndum en Crimea.  A su vez, la pérdida de Crimea supone una pérdida importante para Ucrania, ya que por esa costa se exportan buena parte de los cereales que produce el país. Adicionalmente, hay que agregar la importancia geopolítica de la península de Crimea actualmente, bajo soberanía rusa tras dicha reunificación y es por el factor de posición de “enclave de avanzada defensivo” como lo explica Pedro Sánchez Herráez al respecto y teniendo en cuenta que la Federación de Rusia por su condición geográfica posee la ausencia de terrenos naturalmente fuertes.
El francés Raymond Aron fue un pensador que desafortunadamente es cada vez más olvidado, decía que “todos los órdenes internacionales son órdenes territoriales”; podríamos decir, por tanto, que todos los desórdenes internacionales implican desórdenes territoriales. El actual “desorden territorial” que tiene lugar en Europa oriental sucede porque se privilegió una estrategia basada en “rentabilizar la victoria más allá de la victoria”, y esto terminó por provocar un desequilibrio geopolítico de escala del que cada vez se torna más difícil hallar estrategias de salida y lo que sucede entre el conflicto entre EEUU-OTAN y Rusia por Ucrania es una consecuencia del problema del desorden territorial.
El geopolitólogo argentino el Dr. Alberto Hutschenreuter argumentó de manera acertada en este aspecto: “EEUU en conjunto del mundo occidental nunca consideró que tras el final de la Guerra Fría y la desaparición de la URSS, debió pensarse en un orden de posguerra fría y necesariamente exige siempre pensar estratégicamente en relación con el orden que la sucede. Es verdad que el lado ganador o sea, EEUU goza del derecho que da la victoria, pero si no lo hace con sentido de equilibrio, entonces lo que habrá será un orden blando, cuestionado y crecientemente inestable. Fue lo que ocurrió tras 1919: luego de un efímero periodo de cooperación internacional, surgieron los reclamos de los vencidos que, además, marcharon juntos (Alemania, el principal derrotado, y la URSS, el derrotado por el derrotado y el marginado en Versalles). Tras su victoria en la Guerra Fría, Occidente se comporta como los vencedores de 1918, y el trato a Rusia es como el que se proporcionó a la Alemania entonces. La ampliación de la OTAN es la principal manifestación de victoria sin estrategia pro-orden internacional”.
Lamentablemente Occidente, sin considerar el pasado ni los oportunos consejos de los estrategas de Estado que desaconsejaron llevar la OTAN más allá de lo conveniente, optó por una “vía Cartago”, es decir, por una decisión que evitara para siempre (como hizo el general Escipión cuando en la antigüedad conquistó la ciudad africana enemiga de Roma y sembró sal en los surcos) que “una Rusia políticamente conservadora y geopolíticamente revisionista volviera a representar un reto a la preponderancia de Occidente” y “Echar sal en los surcos de Rusia” por parte de la OTAN significa acabar con sus activos territoriales que siempre le significaron barreras geopolíticas y tiempo estratégico y Rusia como Estado-Continental euroasiático nunca más implique un desafío a la supremacía de Occidente (EEUU). Es decir, cuestiones que atañen a los intereses vitales de Rusia; por ellos Rusia fue a la guerra en 2008 en Georgia y en 2014 que se dio la reunificación de la península de Crimea a Rusia.
Para EEUU es inaceptable que Rusia intente restablecer un sistema en el que las grandes potencias, como Rusia, tengan esferas de influencia. Occidente (y Ucrania) no contempla ninguna diagonal, por caso, que Ucrania no forme parte de ninguna alianza política miliar y, sin llegar a un estatus de neutralidad, mantenga relaciones con ambas partes, como sucedía antes de que se iniciara el conflicto, cuando existía una interesante relación económica con Rusia. Esta posibilidad prácticamente ha desaparecido, por tanto, el conflicto adoptó un carácter irreductible. Es entendible que Kiev quiera ser parte de todas las seguridades que proporciona Occidente; pero no asumir que por su ubicación está constreñida a mantener una calibrada diplomacia de deferencia le ha costado territorio y podría costarle mucho más. En ello reside su condición de “Estado-pivote geopolítico”.
El propósito de EEUU de convertir a Ucrania en un miembro de la OTAN y de la comunidad occidental atlantista-liberal obedece a esa visión; pero el fin verdadero busca colocar a Rusia en una situación políticamente aislada, geopolíticamente anulado, económicamente estrangulada y militarmente comprometida. En estos términos, Rusia podría encaminarse hacia escenarios complejos hacia dentro, un hecho por demás funcional en Occidente para que el país se acerque a la “década tumultuosa” de los años noventa, cuando la “potencia”, debido a su extrema debilidad, dejó de implicar un reto.
Otro aspecto que vale la pena mencionar es el ascendente estadounidense en Europa en el cual, tiene varios propósitos, entre ellos, desacoplar a los países de la UE, particularmente a Alemania, del suministro de energía proveniente de Rusia. Además, una Europa desprovista de geopolítica propia favorece los intereses de Washington en relación con el alejamiento de Rusia de Europa, ya que en clave geopolítica EEUU ve a Europa como la “Cabeza de playa de Eurasia” y sigue siendo el hegemón geopolítico y “pacificador” mientras que los países de Europa, es decir la UE es un actor anti-geopolítico y subordinados a los intereses geopolíticos de EEUU con la finalidad de evitar el eje París-Berlín-Moscú porque se vería en la obligación de salirse de Europa y quedarse en su “isla mundial”, es decir en su país.
La clave, en términos neorrealista waltzianos, es considerar la estructura internacional, y ello, en esta singular región o “placa territorial”, significa no desbordar el mandato de la geopolítica (líneas rojas) y los necesarios equilibrios geopolíticos que ella reclama a los poderes, ya que en las relaciones internacionales, la búsqueda de ganancias de poder por parte de los centros preeminentes implica el despliegue de estrategias que muchas veces resultan poco visibles y hasta impensadas.  
 

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