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Diario YA


 

El manido tópico, utópico, de cada año nuevo

“El gran consuelo del hombre, frente a los males incurables de la sociedad, es imaginar una ciudad ideal de donde se suprimen todas las miserias y donde se acumulan todas las perfecciones” J.E. Renan

Miguel Massanet Bosch.
Por unas horas, unas pocas horas, la humanidad se siente poseída de una dosis extra de heroína sentimental, que hace convencerse a todos sus miembros de que se ha producido el milagro capaz de hacer posible una sociedad distinta, mejor, en paz, más humanizada y menos cruel de la que cada año, indefectiblemente, dejamos atrás cuando suenan las inveteradas campanadas de las doce de la noche del último día del último mes de cada ciclo anual. Es como si quisiéramos que la mochila donde se esconden las buenas intenciones, los proyectos, las esperanzas y los sentimientos de generosidad y hermandad que cada principio de año nos cargamos a la espalda, llegara al día de Noche Vieja intacta, sin haber perdido su virginidad y libre de intrusos, de aquellos pesados e indeseables intrusos, desagradables y gravosos, que la realidad se encarga de introducir en ella con más insistencia de la que deseáramos, al tiempo que la va descargando con inusitada celeridad de todas aquellas imaginarias y quiméricas ilusiones con las que la habíamos provisto.

Este nuevo año 2015, sin embargo, pretendo cambiar las tornas, de modo que, sin darme un respiro respecto al pesimismo con el que llegamos a final del 2014, tengo el propósito de iniciar la nueva andadura con la mochila a tope, no de ilusiones, buenos propósitos, proyectos etc. sino manteniéndola llena de malos augurios, desengaños, calamidades, fracasos y toda clase de desastres de lo que suele ser tan pródigo el destino, para intentar que, el paso de los días, en lugar de agravar el peso de la carga, se encargue de ir dulcificándolo, dejando que las pocas buenas noticias, pequeños éxitos, alivios económicos o satisfacciones morales, nos permitan llegar al fin de este nuevo periodo de nuestra vida, si es que Dios lo permite, con nuestra mochila menos grávida de pesares y más llena de, si no grandes alegrías, al menos de más esperanzas que sirvan para elevarnos el ánimo y hacernos más llevadera la vida.

Y no se crean ustedes que es mala táctica la que les he presentado porque, si nos molestamos en  echarle un vistazo a lo que parece que nos tiene preparado este nuevo año, nos daremos cuenta de que, al menos en cuanto a los que no comulgamos con el optimismo, carente de base alguna, de aquellos que fijan todas sus esperanzas en lograr conseguir echar por la borda todo lo logrado, con mejor o peor resultado, por los sistemas democráticos vigentes hasta ahora, en los países que se consideran más civilizados; para intentar una “regeneración” de tipo comunista que nos pudiera conducir, a los españoles, a “disfrutar” de aquellos “paraísos” socialistas que les ofreció a los soviéticos el “padrecito” Stalin o que, los secesionistas, nos separen del resto de España para formar parte de una presunta república catalana de extrema izquierda; el panorama que se nos presenta no puede ser más desolador.

Ante la evidencia de que los partidos constitucionalistas, me refiero a los que lo son de verdad, no a aquellos que juegan con dos barajas y que sólo se agarran a la Carta Magna cuando esperan sacar beneficio de ello pero que, cuando les conviene, no dudan en pedir que se rectifique para amoldarla a sus conveniencias; cuando no, como es el caso del independentismo catalán, se toman la Justicia por su mano haciendo de mangas capirotes con los mandatos constitucionales; han demostrado su versatilidad y su facilidad para renunciar a sus propios ideales y valores, para buscar beneficios electorales, aunque estas prácticas no hayan servido más que para hundirlos, aún más, ante sus propios simpatizantes y afiliados; que ya no saben  a dónde mirar, sintiéndose huérfanos dentro de una pléyade de formaciones políticas entre las cuales, ninguna de ellas se ajusta en sus propios ideales, aquellos que un día creyeron que habían encontrado en la formación política a la que votaron. Se equivocaron y ahora, ya tarde para remediarlo, tienen que afrontar un futuro político incierto y con todos los visos de que, este año 2015, pueda ser aquel en el que, la pobre España, acabe por caer en manos de aquellos que sólo intentan destruirla para convertirla en el país del caos y del desorden, en el que se puedan asentar, definitivamente, para poner en práctica sus experimentos políticos de un igualitarismo comunistoide.

Separatismo cada vez más reivindicativo y con posibilidades de que se convierta en un problema insoluble en manos de gobernantes ineptos y poco decididos; casos inacabables y generalizados de corrupción, nepotismo, enriquecimientos delictuosos y apropiación de capitales públicos por parte de personajes que se han valido de su posición privilegiada para engañar, estafar, prevaricar, cometer cohecho etc.; una Administración de Justicia que parece que se ha dejado llevar por las individualidades de sus funcionarios buscando la notoriedad y pretendiendo aplicar las leyes según más se ajusten a su propia idea política; nuevos partidos o formaciones políticas cuya principal intención es conseguir deshacerse de la actual Constitución de 1.978, para implantar otra en la que se recojan aquellos postulados izquierdistas y absolutistas que vienen propugnando, aunque ello sólo redunde en su provecho y vaya en contra del interés de los ciudadanos españoles. Todos estos aspectos preocupantes de orden interior, son los que seguramente nos vamos a encontrar los ciudadanos en este año que hoy comienza.

Por otra parte, un vistazo a lo que está sucediendo fuera de nuestra patria, tampoco contribuye a tranquilizarnos si queremos fijarnos lo que está sucediendo en Oriente Medio con este nuevo foco de tensión creado por el EI que, por raro que pueda padecer, ha convertido el problema de Bashar al Asad, el dictador de Siria, en una mera anécdota si lo comparamos con la barbarie,  la crueldad, la intensidad y el fanatismo de los yihadistas islamistas y su guerra santa contra occidente y los pocos cristianos que todavía quedan vivos por aquellas naciones árabes. Por mucho que queramos desentendernos de esta amenaza, lo cierto es que, entre los planes del imparable ejército islámico, está el volver a apoderarse de España, a la que consideran como suya en virtud del antiguo derecho de conquista derivado de la invasión islámica que ocupó una gran parte de la Península hasta el año 1.492. La posibilidad de que, el régimen  democrático existente en España, pudiera ser sustituido por un sistema de gobierno al estilo de las repúblicas bananeras americanas, tampoco puede dejarnos indiferentes si tenemos en cuenta que, en Grecia, la banda de Tsipras puede hacerse con el poder y decida aplicar su política antieuropea y contraria a continuar cumpliendo con las normas de austeridad que se les han exigido para que puedan seguir recibiendo ayuda económica.

Las posibilidades de que, la reacción de la UE, pueda dar al traste con la unidad europea, excluyendo a Grecia de la zona euro y dejándola que se consuma en su propia salsa, en manos de los estalinistas de Sirias; podrían influir muy negativamente en nuestra nación. En primer lugar, por los efectos desestabilizadores que ello produciría en la economía de la UE y, en segundo lugar por las secuelas que, un triunfo del comunismo en Grecia, tendrían en las próximas elecciones legislativas españolas, en cuanto respecta a la potenciación que esta nueva situación le daría a Podemos, del señor Pablo Iglesias que, sin duda, recibiría un gran impulso en sus posibilidades de poder gobernar. Es, pues, evidente que las perspectivas para este 2.015 no son, ni mucho menos, halagüeñas para España y para todos aquellos españoles que no creemos en las profecías de una izquierda que ha demostrado ser incapaz de mantener en nuestra nación el Estado de bienestar que ahora quiere prometernos.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, contemplamos, con pesimismo, la llegada del 2.015.
 

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