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tienen sus formas de ser, su cultura, su idiosincrasia, su orgullo

El orgullo de los pueblos

José Vicente Rioseco. Los pueblos como los individuos, tienen sus formas de ser, su cultura, su idiosincrasia, su orgullo. Es rara la persona que no está orgullosa de como es, que no se quiera a sí misma y que no esté satisfecha de su sentido común y de su “yo”. Aparte de querer cambiar algunas cosas muy concretas, en general las personas están satisfechas de como son.
    A los pueblos les sucede algo semejante. En general están contentos del país en donde viven, de su tierra, de su paisaje, de su clima, de sus costumbres, de su gastronomía, de sus gentes, de su historia, de su folclore, de su lengua. No querrían cambiarlos. En todo caso, al igual que las personas, quizás cambiarían algunas cosas muy concretas, pero solo eso. Detalles.
    Medio milenio antes de cristo, el rey Nabucodonosor de Babilonia conquisto Jerusalén. Para destruir la independencia de los judíos y para aprovecharse de los más capaces del pueblo conquistado, se llevó a las personalidades más cualificadas a Babilonia. Hasta entonces el pueblo judío conservaba su historia y sus costumbres de forma oral; pero lejos de su Jerusalén natal estos personajes para poder seguir conservando sus costumbres y su historia, decidieron hacerlo por medio de la escritura. Probablemente estos fueron los primeros libros de la Biblia.
    En sus libros los judíos nos hablan de sus antepasados y de sus héroes; de Abraham a Salomón, de Moisés a David. Y siempre, cuando se refieren a su pueblo y a sus héroes, lo hacen con orgullo, tanto, que dicen de sí mismos que son el pueblo elegido por Dios.
    En un discurso de Mussolini, allá por los años treinta del siglo pasado, este orgulloso de su pueblo, hacía referencia al gran imperio romano de los emperadores, de Seneca y de Ovidio y de las grandes construcciones romanas en frente de la barbarie de los alemanes que entonces no sabían escribir. Era una muestra de orgullo por su pueblo y por su historia.
    Y así, si visitamos mentalmente distintos pueblos, encontramos como de nominador común el orgullo de los pueblos y el orgullo de los individuos por pertenecer a ellos.
    Para unos, sus reyes son descendientes de los dioses, cuando no dioses ellos mismos. Otros se creen el centro del mundo. Aquellos los creadores del más grande imperio jamás conocido. Un grupo de tribus en el centro de África dicen ser los más grandes guerreros, y en la mesetas de Mongolia, sus habitantes están convencidos que toda la tierra les pertenece a ellos. Es el orgullo de pertenecer a un pueblo.
    Recuerdo el dialogo en una película entre un italiano y un americano. Dice el italiano: “Los africanos tienen la luz de su país y sus danzas, los judíos su tradición, los griegos la familia, los irlandeses su tierra y nosotros el imperio romano, el renacimiento y la opera. Vosotros los americanos ¿Qué tenéis?” A lo que el norteamericano contesto “Nosotros tenemos a EEUU”. Es el orgullo de pertenecer a un pueblo.
    España tuvo un imperio en donde no se ponía el sol, descubrió y colonizó todo un continente. Ha tenido hombres de la talla de Santiago Ramón y Cajal o de Jovellanos. Españoles fueron los que pintaron las Meninas o los fusilamientos del 3 de Mayo. Construimos el acueducto de Segovia y la catedral de Toledo. Español también era el autor de la primera novela y españoles los que esculpieron las imágenes que recorren Sevilla o Valladolid durante la Semana Santa.
    Hace unas semanas, en una manifestación política de 150.000 personas, todos españoles, había muchas banderas, ninguna de ellas la bandera constitucional, la que representa al pueblo español. Los políticos no pronuncian en su discurso la palabra España, se avergüenzan de hacerlo. No estamos orgullosos de pertenecer a este pueblo, nos avergonzamos de ello y nos alegramos de poder señalar nuestros defectos.
    No es el problema económico nuestro gran problema, nuestro mayor problema somos nosotros mismos. Nuestra falta de orgullo por lo que somos y nuestra poca energía por mejorar. Y la cuestión no está en el vecino, porque la solución está en cada uno de nosotros.
    Decía el presidente Kennedy “No te preguntes que puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tu por tu país”
    Claro que algunos sabemos que pronto aparecen gentes entre nosotros que como Velázquez, como Severo Ochoa, como Unamuno, como Cervantes, nos devolverán el orgullo de pertenecer a este gran pueblo que algunos aún seguimos llamando España.
    Quizás ya estén entre nosotros.

josevrioseco@gmail.com
 

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