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Diario YA


 

en un interesante artículo, ofrece algunas claves hasta ahora desconocidas

El profesor Romero Samper analiza el "barco de la muerte"

               El pasado 16 de octubre, el barco abortista de la organización “Women on waves” arribó al puerto de Valencia, desde donde haría dos salidas a aguas internacionales (a dos horas de tierra) con objeto de practicar abortos farmacológicos. Se sabe que, al menos, indujeron cuatro interrupciones de embarazos, pero es difícil saber el número total. En el 2003 este “mortuorio flotante” visitó Polonia, país donde la legislación es más estricta frente al aborto, y, a pesar de que la policía precintó el “botiquín de la muerte” y registró el número de píldoras abortivas, en cada regreso a puerto siempre faltaban pastillas. Es muy posible que, en Valencia, las mujeres que se embarcaron actuaran, al desembarcar, como distribuidoras de las píldoras. Entre esas cuatro mujeres figura, según reconoció la propia organización, una menor de edad que se sometió al tratamiento sin el consentimiento de sus padres, requisito exigido por la legislación española, que no por la holandesa.

                 En la página web de esta siniestra organización se describe y publicita el método farmacológico empleado para provocar abortos hasta la novena semana del embarazo. Se trata de dos genéricos: mifepristona (RU486, myfegyn, mifeprex) y misoprostol (cytotec, arthrotec, oxaprost, cyprostol, mibetec o misotrol). Nada se dice del carácter lucrativo de este grupo de mujeres, capitaneadas por la ¿médico? Rebecca Gomperts. De hecho, se financian por donativos que son deducibles en la declaración de la renta, puesto que, en Holanda, “Women on waves” está registrada como una ONG “caritativa”. Arguyen que sus fines filantrópicos se orientan en favor de la salud reproductiva, y cabría preguntarse: ¿Es salud provocar la muerte del no nacido?, ¿es salud inducir en la madre un síndrome post aborto? y, finalmente, ¿puede adjetivarse como “reproductiva”, o más bien como “post-reproductiva”? Las “doctoras muerte” argumentan, en su favor, que cada año mueren ochenta mil mujeres como consecuencia de prácticas abortivas clandestinas e insalubres, pero nada dicen de los millones de niños que mueren a manos de esas y otras “madres”.

                 Lo verdaderamente preocupante, que no lo más grave del asunto, es la impunidad jurídica con la que “Women on waves” ha actuado en Valencia. Ya hemos mencionado el caso de Polonia, donde las garantías jurisdiccionales fueron, aunque finalmente burladas, estrechamente vigiladas. En el 2004, cuando el funesto buque pretendía alcanzar costas portuguesas, el mismísimo Ministerio de Defensa luso estudió todas las medidas jurídicas posibles para evitar que cruzara sus aguas. Así, Portugal adoptó la más lógica y eficaz de las posturas: si no dejas entrar al que va a cometer un delito, no podrá entrar y cometerlo fuera de tu jurisdicción. Extrapolando y jugando a futuribles no muy improbables, en breve nuestros puertos se verán abordados por “barcos-eutanasia”. No creo, realmente, que exista un vacío jurídico que permita practicar abortos ilegales so pretexto de realizarlos bajo pabellón holandés en aguas internacionales. Portugal fue el ejemplo. Resulta inadmisible que, a sabiendas y en territorio español, se permita el embarque de mujeres que van a cometer un delito en breves horas, aunque sea fuera de nuestra jurisdicción marítima. Y más incomprensible que, cometido el crimen, a las responsables todas no se las detenga al desembarcar. Lo cierto es que, una vez más, la Justicia en España brilla por su ausencia: no es que sea ciega, es que nació sin ojos.

                 Hay, finalmente, un serio agravante. Y es que este crimen organizado, esta hecatombe a lo largo de los mares y de los años (desde 1999), ha contado con el apoyo mediático oficial u oficioso, en su sentido más progre y amplio entendible. No nos sorprende, a estas alturas, que Pilar Bardem esperase alborozada en el muelle la llegada del “abortorio”. Tampoco que el ¿ginecólogo? José Luis Carbonell se refiriera a estas prácticas propias de Herodes como: “las primeras de la historia de la España reciente al margen de la ley española”. Bien, ¿no? Pero dijo más: “ninguna mujer le tenga que pedir permiso a nadie para abortar”,… “no pedimos nada del otro mundo, sólo ser europeos”. Televisión Española retransmitió, en exclusiva, el periplo. La Junta del Puerto de Valencia nada hizo por impedir esos asesinatos, ni tampoco el Gobierno Central, ni la Fiscalía. ¿Es eso Europa?

                 Me quedo con aquella Europa taumatúrgica donde las sirenas (παρθηνικοι κοραι: parthenikoi korai), mixtificaciones de las “mujeres sobre las olas”, vivían en un mar fuente de vida, no en un sumidero de muertes. Al menos mientras nos preocupe más la muerte del alga Posidonia en el Mediterráneo, que el homicidio de nuestros niños en las mismas aguas.

Prof. Dr. Jesús Romero-Samper 

Instituto de Humanidades Ángel Ayala / Grupo Interdisciplinar de Bioética /  CEU Universidad San Pablo

 

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