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EL ESPÍRITU SANTO SEGÚN SANTA TERESA

Es evidente que ni Santa Teresa, ni Santa Teresita ni Santa Catalina fueron diaconisas ni lo pretendieron

Fidel García Martínez. Catedrática Lengua Literatura Doctor Filología Románica. Las pinturas convencionales de Santa Teresa, la representan con un libro, una pluma en mano en ademán de escribir y el Espíritu Santo en forma de paloma enviándole el rayo de la inspiración divina. Esta figuración está plenamente justificada porque se aproxima a lo que describe ella cuando trata de su escritura ascético-mística, por lo que es maestra insuperable y Doctora de la Iglesia universal con el mismo rango y dignidad que lo puedan ser Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Juan Crisóstomo o San Jerónimo, por no citar a los más renombrados.

Las mujeres no necesitan ser diaconisas para ocupar un papel relevante y singular en la Iglesia. María Magdalena no fue diaconisa y fue la primera a quien se apareció Jesucristo Resucitado. Nuestra Señora la más grande de todas las criaturas divinas y humanas y tiene una papel muy relevante y singular en la Historia de la Salvación, ella fue el alma de la Iglesia en el primer Pentecostés. Tratando del Espíritu Santo escribe Santa Teresa. “Estaba un día, víspera del Espíritu Santo, después de la misa me fui a una parte bien apartada adonde yo rezaba muchas veces, y comencé a leer en una Vida de Cristo escrita por el Cartujano, esta fiesta y leyendo las señales que han de tener los que comienzan y aprovechan y perfectos, para entender está con ellos el Espíritu Santo, leídos estos tres los estados, me pareció por la bondad de Dios estar conmigo a lo que yo podía entender”

En otro capítulo de los libro de la Vida escribe en clara alusión al texto bíblico de los Hechos de los Apóstoles escribe: “Estando ya mi alma que no podía sufrir en sí de gozo salió de sí y perdióse para más ganar. Perdió las consideraciones, y de oír aquella divina lengua en que parece que hablaba el Espíritu Santo” Su escritura es obra de la inspiración del Espíritu tan formal como en el acto material de escribir, así afirma: “Plega a El que yo acierte a declarar algo de cosas tan dificultosas; que si su Majestad y el Espíritu Santo no menea la pluma, bien sé que será imposible”

Es evidente que ni Santa Teresa, ni Santa Teresita del Niño Jesús, ni Santa Catalina de Siena fueron nunca diaconisas ni pretendieron serlo, pero son maestras en la Sabiduría como uno de los Dones más divinos del Espíritu Santo.

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