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Diario YA


 

“Auferre trucidare rapere falsis nominibus imperium, ubi solitudinem faciunt pacem apellant” Tácito

España vota por la inestabilidad

Miguel Massanet Bosch. Sin lugar a dudas que la democracia, como casi todo en este mundo de contradicciones, tiene su lado oscuro cuando, en ocasiones, parece que pone todo su empeño en complicar las cosas, en lugar de intentar solucionarlas. En España, señores, ha ocurrido, sin duda alguna, lo que ya estaba previsto que sucedería pese a que algunos, ilusos, esperábamos que un milagro de última hora iluminase las mentes de los dos millones de jóvenes, que han votado por primera vez en estas elecciones y pusiera algo de sentido común en las nuevas generaciones que, por suerte para ellos y desgracia para el futuro de España, no tuvieron ocasión de padecer los efectos de una situación parecida a la que pasó nuestro país en los años 30 del siglo pasado.

Sin duda alguna, como ya hemos comentado en numerosas ocasiones, el PP ha dejado perder la ocasión de utilizar su mayoría absoluta de la pasada legislatura con efectividad y sacando el mayor provecho de una situación privilegiada que le hubiera permitido rectificar, con la abolición de determinadas leyes socialistas, una situación que requería no sólo ocuparse de la economía del país, sino también de otros frentes, igualmente peligrosos, a los que no se ha atendido debidamente a causa de los miedos, la falta de decisión, la cortedad de visión de futuro y el empecinamiento en no hacer otra política que, aunque muy necesaria, la relacionada con sacar a nuestra nación del peligro inminente de tener que acabar siendo rescatada por Europa, en modo alguno debieron de haber sido desatendidas. Aunque tarde parece que, al final de la legislatura, se dieron cuenta de que aquella falta de autoridad, aquella permisividad con los catalanes y los numerosos casos de corrupción mal tratados y con intentos fallidos de disimularlos, los iba a colocar, como ha sucedido, ante una de las situaciones más complicadas, desairadas, comprometidas y peligrosas de todas las numerosas a las que ha tenido que hacer frente el partido del señor Fraga Iribarne.

Pero ya no vale lamentarse del pasado y, mucho nos tememos, es muy posible que el señor Rajoy deba ahora enfrentarse a la evidente dificultad de formar un nuevo gobierno, tarea que parece imposible, y al descontento que existe dentro del propio PP por los resultados de los comicios, una circunstancia que parece que abrirá las bocas de muchos que se han mantenido callados, para no interferir en el proceso electoral, empezando por el señor Aznar. Ahora nos tocará enfrentarnos a las habituales boutades a cargo de los que tuvieron menos votos que el vencedor, el PP, que, sin embargo, pretenden confundir a la ciudadanía y sacan pecho como si, en realidad, hubieran sido los más votados.

Podemos, el PSOE y el mismo Ciudadanos, se han declarado cada uno de ellos como los verdaderamente triunfadores de los comicios. Confunden, sin embargo, la posibilidad de hacer pactos con formaciones rivales con las que, ahora, pretenden repartirse la gobernabilidad del país mediante extrañas combinaciones, con las que pretenden aunar distintas y aún antagónicas propuestas, que ofrecieron cumplir ante sus votantes si conseguían ganar, y que forzosamente habrán de modificarse si, para conseguir gobernar tienen que aliarse, como es muy probable que suceda, si se olvida la tradición de que gobierne la lista más votada y se opta por ir sumando porcentajes de distintos partidos, que han luchado entre sí durante la campaña electoral, argumentando distintas ideologías y sistemas de gobierno. Las experiencias del Tripartit en Cataluña y el pentapartido en las Baleares, ponen en cuestión la bondad de tales combinaciones, teniendo en cuenta que, uno de los “partícipes” que parece van a ser necesarios si se quiere conseguir un gobierno estable, sería, sin duda, el Podemos del señor Pablo Iglesias.

Como se podía esperar, ha sido el primero en atribuirse la calidad de vencedor de las elecciones y reivindica el haber suplido al señor Tsipras (que ya le ha felicitado, junto a Varufakis) en su fallido intento de enfrentarse a la UE. Todavía no se ha dado cuenta de que ni España es Grecia, ni la UE podría tener la paciencia, ante una insumisión de un gobierno de mayoría comunista o en el que participase Podemos, que ha sido capaz de tener con un país Grecia que, dentro de Europa, no tiene la importancia y el prestigio que hasta ahora había conseguido España dentro de la CE y ante los mandatarios de las principales naciones de nuestro entorno. La bolsa española ha sido la que ha dado el primer aviso, con una bajada de un 3’6% en una jornada especialmente marchada por los resultados electorales del día de ayer.

Los inversores han decidido esperar a ver lo que va a suceder en los próximos días y lo que, sí es verdad es que, declaraciones como las que hoy de un exaltado, eufórico y poco prudente señor Iglesias respecto a lo que piensa hacer, volviendo a sus políticas extremas de sus primeros tiempos de presentación ante los españoles; podremos empezar a pensar que no tardaremos demasiado en desandar todo lo andado, para volver a situaciones parecidas a las de noviembre del 2011.

Y, como decía al principio de este comentario, el hecho de que, con toda probabilidad, una juventud inmadura, poco conocedora de las repercusiones que, en el ámbito internacional, haya contribuido con su voto a entregar España a quienes nunca han gobernado y su experiencia se limita a provocar manifestaciones en las calles, algaradas en las universidades, llevar a cabo actividades contrarias al orden público o a apoyar políticas antisistema, sin ninguna experiencia en lo relativo a la gobernación y administración de una país, puedan tener para España si, de verdad, nos instalamos en la órbita de una izquierda revolucionaria, dispuesta a enfrentarse con el Parlamento Europeo o con la señora Merkel, con la peregrina intención de pretender imponer un punto de vista contrario a los intereses comunes y hacerse el “gallito”, como pretendió Varufakis, para que nos deje ir por libres y obviar nuestros compromisos contraídos con Bruselas; algo que nos ha permitido superar la crisis y entrar en una franca recuperación, es evidente que una coalición de izquierdas al frente del gobierno de la nación, como es posible que suceda., con la evidente pretensión de retirar la reforma laboral, que tanto ha favorecido a la contratación de trabajadores y ha servido de aliciente a las empresas para emprender la senda de superar sus dificultades, debidas a la pasada crisis; ya podemos imaginar lo que ello representaría para el resto de Europa que, todavía, sigue insistiendo en que dicha reforma se siga llevando a cabo, profundizando en ella, con el fin de de irnos pareciendo cada día más al sistema europeo. Apenas han transcurrido unas horas desde la celebración de los comicios y ya se empiezan a conocer algunas reacciones que, como mínimo, pueden resultar preocupantes. Por ejemplo, la agencia de calificación de la deuda pública Moody’s ha decidido esperar a mejorar el rating de España hasta que se aclare la situación `provocada por el nuevo mapa político del país.

No se atreven a recomendar unos valores que están, en este momento, en una situación que, como mínimo, podríamos calificar de inestables. El señor Alastair Wilson, responsable de ratings soberanos de Moody’s, advierte de la posibilidad de que se practiquen políticas menos reformistas, en cuyo caso podría resultar difícil elevar la nota a Baa2, con perspectiva positiva. Este mismo señor ha afirmado que “el resultado de las elecciones pone en cuestión cuáles van a ser las prioridades fiscales y económicas y si se pretende continuar con las reformas.”.

La portavoz de la Comisión Europea se ha mostrado prudente cuando ha dicho que a pesar de “todas las dificultades” tienen la esperanza de que “pueda formarse un gobierno estable para que España pueda seguir trabajando en estrecha colaboración con la instituciones europeas”. Quisiéramos, de corazón, que acertaran ambos pero, por desgracia, mucho nos tememos que el rumbo que se le quiere dar al país, por estos presuntos nuevos gobernantes, nada o poco van a tener que ver con lo que se espera de nosotros en la CE. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la inquietante percepción de que se ha iniciado una nueva era en la que, lo conseguido hasta ahora, va a ser despreciado por quienes vienen a hacer un “cambio”, que nadie sabe a ciencia cierta en lo que consiste, pero que mucho nos tememos que, en todo caso, va a ser para empobrecer al país. Y, si no, al tiempo.

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