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Diario YA


 

España, Aragón y Cataluña

Ramiro Grau Morancho. Abogado. Académico Correspondiente Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Procedo de La Franja, ese territorio de Aragón que linda con Cataluña, concretamente de Laguarres, en el Valle del Isábena, comarca de La Ribagorza, y que los catalanes, como cualquier grupo nacionalista que se precie, reivindican.
          Ya se sabe que todo lo que les rodea es suyo. También las obras de arte de nuestras parroquias y ermitas, antaño pertenecientes al Obispado de Lérida, y actualmente al de Barbastro-Monzón, que se llevaron en depósito, “para protegerlas”, y se empecinan en no devolver, pese a que todas las sentencias dictadas al respecto, tanto civiles como eclesiásticas, les han sido desfavorables.
          Somos conscientes de que los nacionalistas siempre tienen razón. Y caso de no tenerla, se aplica el apartado anterior. Lo mismo sucede con el Derecho: es bueno cuándo nos favorece, pero cuándo no, es irrelevante, puesto que la voluntad popular está por encima de la Ley. ¡Y se quedan tan panchos! Han descubierto el uso alternativo del Derecho. ¡A buenas horas, mangas verdes!
          Dos no riñen cuándo uno no quiere, dice el refrán, pero el número de impertinencias, desplantes, latrocinios y mala educación que todos podemos soportar, es limitado, tanto las personas como las instituciones jurídicas. Y Cataluña mucho me temo que hace ya años que ha superado el cupo permitido…
          Desde el jubilado que tiene un apartamento en la playa, y cuyos dineros son muy bien recibidos cuándo va allí a veranear, pero al que le niegan la receta farmacéutica cuándo necesita una medicina que tiene prescrita por su médico de cabecera, pasando por el moribundo a quien la ambulancia catalana deja literalmente tirado en Fraga, nada más pasar la “frontera virtual” entre Cataluña y Aragón, pues esas son las instrucciones recibidas de sus jefes, conforman un conjunto de gestos de mala educación que a muchos aragoneses y españoles nos tienen ya hasta el gorro.
          Y lo curioso del caso es que Barcelona es una ciudad amable, muy amable, dónde da gusto estar, en la que no tienes problema alguno para hablar en español, y con un nivel cultural, social y económico que ya querían para sí la mayoría de las capitales de la España interior.
          ¿Qué nos está pasando? Yo creo que son años de sembrar cizaña, y ahora Mas y sus secuaces están empezando a recoger los frutos. Riñas familiares, imposibilidad de hablar de política hasta entre hermanos, para evitar discusiones, riñas y enfrentamientos.
          Unos mozos de escuadra, veintitantos mil, nada menos, totalmente divididos, entre constitucionalistas y los que podríamos llamar separatistas, que ojala no acaben utilizando sus armas contra España y los españoles...
           Trato despectivo hacia el no catalán, incluso de adopción, el famoso “charnego”, muchos de los cuáles, como mis tíos, han trabajado toda su vida en Cataluña, pero al parecer carecen de lo que podríamos llamar la “legitimidad de origen”. En fin, hablando claramente, racismo, puro y duro, disfrazado de catalanismo, de nacionalismo o de separatismo, que para el caso es lo mismo.
         Y desprecio hacia quienes no piensan igual que ellos, hacia los millones de catalanes que se sienten catalanes pero también españoles. Según los separatistas este tipo de catalanes son de segunda, por no decir traidores, hacia esa patria catalana que sólo existe en sus delirios.
          Yo he estado varios años dando clases del Grado en Derecho en una prestigiosa universidad privada, en Barcelona, y debo decir, en honor a la verdad, que nunca tuve problema alguno.
          Todas mis clases siempre fueron en castellano, entre otras razones porque no se hablar catalán, aunque lo entiendo, pues los de La Franja hablamos una especie de chapurréau, que algunos se empeñan en llamar aragonés, y los alumnos, o más bien compañeros, pues eran ya adultos (y algunos incluso adúlteros, como comentaban con sorna), me lo hicieron muy fácil, pues fueron extremadamente amables.
          No detecté enfrentamientos o problemas de convivencia, por lo menos a nivel de calle, en las tertulias, cafeterías, restaurantes, etc. Entonces, ¿porqué en las altas instancias parece que estamos en una especia de pre guerra civil? ¿Se trata de ocultar las propias carencias, la incompetencia de Más y sus correligionarios para solucionar los problemas de Cataluña? ¿Pretenden tender una cortina de humo para que los latrocinios de la familia Pujol y CIU pasen más desapercibidos…?
          Soy creyente, y le pido a Dios que el próximo día 27 la mayoría natural de los catalanes sepa votar con sensatez, pensando con la cabeza, y no con el corazón, pues la práctica totalidad de los españoles queremos seguir disfrutando de Cataluña y de sus productos, bienes y servicios.
           Brindaré con cava catalán para que así sea.

 

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