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Diario YA


 

Esta cruz y este icono

Manuel María Bru. 5 de abril. Esta mañana, Domingo de Ramos, más de cinco mil jóvenes madrileños, con el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, recogerán en Roma la Cruz y el Icono de la Jornada Mundial de la Juventud. Lo hará al finalizar la solemne Eucaristía que presidirá el Santo Padre Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Tanto para COPE como para Popular TV transmitiremos en breve este acto en directo. Cruz e incono mariano que recorrerán, a su vuelta a España, las calles de Madrid el viernes santo, en una procesión joven, misionera y universal sin precedentes. Después, toda España, diócesis por diócesis, acompañada siempre por los jóvenes.
Estos actos, ciertamente vistosos y grandiosos, son mucho más que eso. Del mismo modo como las procesiones de estos días, que recorren las calles de toda España, no son, como dice esa fantástica misiva que se han enviado unas a otras las cofradías sevillanas, expresión de una fiesta de primavera, manteniendo una ambigüedad religiosa, incapaz de transmitir un mensaje que no sea más que la estética; tampoco cinco mi jóvenes madrileños en Roma, y cientos de miles de jóvenes de toda España, que desde hoy hasta la celebración en Madrid de la Jornada Mundial de la Juventud en el 2011 portarán esta cruz y este icono por doquier, realizarán un maratón deportivo saludado por intelectuales y políticos vergonzosos y vergonzantes.
Y con la misma razón con la que las verdaderas hermandades y cofradías, las que se creen lo que profesan públicamente, consideran, como hace esa misiva, que no tiene sentido llevar flores, cirios, plata, música, estandartes, varas, incienso, pasos… y un sinfín de símbolos de esplendor barroco, y no llevar ni un solo símbolo con el que prestar su voz a las cien mil criaturas a las que no dejan nacer cada año, cuando incontables jóvenes de toda España la recorran de cabo a rabo con la Cruz y el Icono que ha presidido todas las Jornadas Mundiales de la Juventud, no van a hacer una nueva versión de esos ya pocos penitentes que aunque estén en el paso “pasan” de todo. Ellos desde luego que no. Ellos dan la cara todos los días, y se la juegan todos los días, en los institutos, en las universidades, en los lugares de trabajo, por el testimonio valiente de su fe. Ellos sufren, como el Cristo que vamos a ver con la cruz acuestas estos días, la burla, el desprecio y la extorsión de jefes, profesores, y agentes políticos. Pero cuando lo hagan, cuando alcen por todas las ciudades españolas esta cruz y este icono, patrimonio de los millones de jóvenes católicos de este mundo, que son la esperanza más segura de su futuro, que tiemblen los enemigos de la Iglesia, porque no pocos imperios –políticos y mediáticos- han sucumbido ante una sencilla y bendita oración.
 

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