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Diario YA


 

Una utopía colectiva

Estreno mundial de “La ciudad de las mentiras”, de Elena Mendoza

Fotografía: Javier del Real

Luis de Haro Serrano

El origen de esta obra procede del encargo que el extinto director artístico, Gerard Mortier,  en nombre del  Teatro Real encomendó a Elena Mendoza y Matthias Rebstock para que prepararan una ópera centrada en varios  de los relatos del compositor uruguayo Juan Carlos Onetti. A través de un trabajo realizado conjuntamente, ambos han elaborado mano a mano el libreto, la dirección escénica y la música cuya partitura incorpora desde el principio las líneas maestras de su acción dramática, el movimiento actoral y el espacio escénico en el que han participado también la escenógrafa Bettina Meyer y algunos de sus protagonistas dando entrada a muchas de las facetas  por las que hoy transcurre el teatro musical contemporáneo.

Basándose en  los relatos - “El Albun”,”Un sueño realizado”, “La novia robada” y “El Infierno tan temido”, los autores han elaborado a su manera una peculiar historia sobre las soledades y fantasías de cuatro mujeres: dos cantantes, una acordeonista y una violista, en la que  cada una, con una personal visión,  trata de  esconderse en existencias paralelas tan irracionales como humanas, en un intento de sobrevivir a una realidad marcada por la hipocresía social, la desesperanza y el aislamiento. La acción, situada en la simbólica ciudad de Santa María  -tan utilizada por Onetti-  transcurre en unos espacios interiores cargados de palabras ininteligibles,  dotados  de  ventanas y escaleras como único nexo de relación con el mundo exterior.  Un universo cerrado que  tiene como epicentro de sus vidas un bar en el que los hombres dan rienda suelta a sus juegos, chismorreos y murmuraciones,  que les llevan a descubrir las farsas ideadas por las protagonistas, a veces absurdas pero no carentes de comicidad.

Sobre esta base argumental Mendoza ha concebido una partitura (que ha dedicado a Mortier), dotada  de una  gran riqueza sonora  y una fuerte carga de  variedades tonales que ensambla directamente en esa negativa  visión del mundo,  propia de la pesimista narrativa del compositor uruguayo, abriendo asimismo un  amplio espacio a la reflexión sobre las mentiras existenciales, que tanto nos  cuesta reconocer a todos y de las que muy pocas personas escapan, presentado con el formato del actual teatro musical articulado en  quince escenas, que el Real ofrece con una nueva producción propia.

Elena Mendoza -Premio Nacional de Música 2010-  en una reciente entrevista, opina así sobre  su obra: En “La ciudad de las mentiras” hemos perfeccionado el método de trabajo que utilizamos en “Niebla”, adaptándolo a una producción más grande para que pudiera  tener cabida en un espacio como  el del Teatro Real.  Continuamos teniendo un grupo numeroso de actores  -quince- que pueden trabajar haciendo de cantantes e instrumentistas a la vez,  acompañados por  varios   “conjuntos”  independientes que se sitúanen el foso y en el Palco Real, llevando la parte central de la melodía de esta  partitura, terminada en 2014 pero  que por razones económicas,  no ha podido ser incluida en la programación habitual del bicentenario hasta esta temporada.

Si en Niebla partimos de una sola obra literaria, aquí hemos entrelazado los contenidos de los relatos seleccionados, que de por sí están interrelacionados a través de personajes y lugares comunes situados en dicha ciudad. Un lugar opresivo y provinciano en el que todos intentan sobrevivir gracias a la construcción de una permanente mentira: una realidad paralela alcanzada a través de la locura, los sueños o la ficción. En ella, esas mujeres, inmersas en el mundo onettiano de hombres en la taberna y el café, sus mentiras -un novio imaginario, un sueño puesto en escena, una colección de historias fantásticas, a veces absurdas y ridículas, pero  dotadas de más dignidad y grandeza que las de su fantasiosa realidad.
La estructura de la ópera, gracias al especial ensamblaje de sus historias,  es como una gran polifonía de personajes, lugares y situaciones. De ahí que la escenografía tenga que poseer el mismo carácter; una auténtica ciudad en miniatura en la que el bar ocupa un lugar central.

Puesta en escena
Como en “el secreto del viento azul”,  en esta “ciudad de las mentiras” puede suceder, de todo, presentado de cualquier forma, como así ocurre.

Amparada en una sugestiva puesta en escena sobrecargada de palabras y una partitura centrada en un lenguaje  poliatonal, difícil de escribir y no menos dura para dirigir. En Santa María, sucede de todo, de forma  desordenada e ininteligible por culpa de un libreto queapenas si tiene  cohesión, por lo que el absurdo se pasea de principio a fin por el escenario durante los noventa minutos que duran las  quince escenas  con las que se  intenta ligar –sin conseguirlo- el contenido de las historias que vertebran su desarrollo, salvándose únicamente de este maremagnum ideológico la sugestiva escenografía de Mattias Rebstock, la atractiva iluminación de Urs Schönebaun y la brillantez de la difícil partitura, bien llevada  por  Titus Engel y los solistas seleccionados de la Orquesta titular del Teatro, que han realizado también   un magnífico  trabajo. A pesar de estos “pequeños detalles”, la obra ha sido recibida por el público del Real con un meritorio respeto.