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Diario YA


 

Una película de Ridley Scott, un maestro del entretenimiento

Exodus: Dioses y reyes

Víctor Alvarado

Parece un atrevimiento que, después de que Cecil B DeMille con Los 10 mandamientos y Steven Spielberg con El príncipe de Egipto nos maravillaran, alguien nos pudiera sorprender contándonos una historia sobre un personaje histórico como Moisés.

El encargado de este arriesgado proyecto ha sido Ridley Scott, un maestro del entretenimiento que domina todos los géneros, acuérdense de historias tan dispares como Blade Runner, Alien. El octavo pasajero o American Gangster. Generalmente, la mayor virtud de este cineasta es lo bien que se documenta cuando filma una película histórica, aunque a veces patina con algunos detalles, al recurrir sólo a algunas fuentes como le pasó con El reino de los cielos y, especialmente, con 1492: La conquista del paraíso, donde se dejó guiar por la leyenda negra española, desmontada incluso por hispanistas anglosajones. No obstante, hay tres películas basadas en hechos reales que merecen la pena como Robin Hood, Gladiator o Black Hawk derribado.
 

El título de esta superproducción estadounidense y, en gran parte española, hace referencia a uno de los libros del Antiguo Testamento de la Biblia en el que se cuenta como Dios  ayudó a Moisés a liberar a su pueblo de la esclavitud mediante 7 plagas, demostradas a nivel histórico. La cinta está cargada de imágenes impactantes que contrastan con el enfrentamiento personal entre Ramsés y el líder judío de gran intensidad dramática. El cineasta, que dedica este trabajo a su hermano Tony, fallecido hace poco tiempo y al que todos recordarán por su magnífico trabajo como productor en la serie The good wife, adapta el citado texto de un modo libre, buscando más la épica que la visión religiosa de esta obra del Pentateuco.

 

El reparto es potentísimo y lo forman: María Valverde, Aaron Paul, Ben kingsley, Joel Edgerton, Sigourney Weaver y, unos de mis actores favoritos, Christian Bale, que le pareció una sorpresa que lo escogiesen para el papel protagonista, pero se quedó encantado al descubrir el lado humano del personaje.

 

La impresión que tiene uno cuando sale de la sala es que se quiere ofrecer una visión agnóstica de bella factura y se percibe que los diálogos han sido escritos por guionistas postmodernos que plantean los temas como si la creencia en un ser superior fuera extraño. De todas formas, no está del todo mal la idea porque la fe no cuestionada no es fe. Además, se dan explicaciones científicas a hechos ambientados hace unos 3000 años. No obstante, el creyente no quedará del todo defraudado y el ateo  tendrá la duda de si Dios intervino en este hecho o no. Como dato curioso, la manifestación de la trascendencia será a través de un niño. En definitiva, este largometraje no deja tan claro la presencia de Yaveh como lo hicieron los citados Cecil B DeMille y Steven Spielberg. Por otra parte, se plantea la necesidad de todo ser humano de conocer sus orígenes, sus raíces, y su cultura para poder situarse en el mundo.