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Diario YA


 

Familias ayudan a familias

Gonzalo Rojas Sánchez. ¿Habrá alguien que no hable de la necesidad de tener familias estables? Ciertamente algunos entienden hoy por familia cualquier vínculo entre seres vivos (una distinguida profesora extranjera acaba de afirmar en un seminario que la relación de una persona con su mascota es ciertamente familia. ¿Y por qué no el vínculo entre cuatro perros callejeros, entonces? ¿Es que acaso la calidad de mascota otorga un status diferente al animalito en cuestión por el solo hecho de ser alimentado por un humano? ¡Qué discriminación más injusta!).

En fin, volvamos al punto.

      Todos desean la normalidad, que a las familias les vaya bien, que permanezcan unidas, que generen nuevas familias estables. Pero la realidad es que esos deseos son contradichos por tantos legisladores, por tantos consejeros, por tantos comunicadores, por tantos miembros de familias que viendo las suyas en el suelo, pareciera que quieren botar a los demás. La marea destructora de la familia no se detiene, mientras curiosamente a coro se recita: ³Nos encanta la familia.²

       Entonces, vamos a revertir -con paciencia, pero con determinación- esa pésima realidad.

Dos iniciativas concretas pueden multiplicarse para ir remediando poco a poco esta situación. Primero, hay que detectar a tantas personas que viven en uniones de hecho para promover entre ellas las respectivas uniones matrimoniales por la ley civil y, a quienes lo deseen y les corresponda, la respectiva unión ante sus confesiones religiosas. Se trata de personas que llevan largo tiempo viviendo juntas, sin soporte legal matrimonial: todos las conocemos y muchas esperan una ayuda verdadera, no la que supuestamente les da la nueva legislación sobre uniones civiles.

       Por otra parte, es posible desarrollar alianzas de familias, es decir asesorías voluntarias y directas desde una familia plenamente constituida hacia otra en proceso de eventual o real desintegración. No hace falta un sistema formal de mediación o de asistencia psicológica. Muchas veces una familia entregando tiempo, paciencia para oír, afecto y comprensión, en un proceso de formas simples y periódicas, puede ayudar tan sustancialmente a otra que ambas ganen mucho en el proceso. Esas personas que se preguntan ¿qué puedo hacer concretamente por los demás?, tendrían ahí un cauce muy efectivo.

   La pobreza de la ruptura familiar debe ser integralmente abordada.