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Diario YA


 

Sólo cuando la mentira es aceptada socialmente, y echa raíces, y engendra otras mentiras mayores, y ya no queda ni rastro de la verdad

Franco y la verdad

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter En alguna ocasión les he comentado que no hay casi nada tan corrosivo y peligroso como la mentira, que distorsiona la realidad, hace confundir a la gente, enmaraña las relaciones interpersonales y desemboca, casi siempre, en el conflicto y la violencia. Sólo hay que ver cómo es la España de hoy y el mundo de hoy: un hervidero de vanidades, un cenagal de egoísmo y de las más sucias pasiones, por haber elegido, entre la verdad y la mentira, lo segundo. La primera verdad a la que dimos la espalda es que Jesucristo es el principio y el final de todas las cosas, y a partir de ahí hemos construido un mundo irreal, basado en palabras que sustituyen realidades, en un mátrix progre que nos asegura un futuro apocalíptico.

La votación celebrada la pasada semana en el Congreso, en la que la mayoría de los señores diputados han pedido al Gobierno que saque del Valle de los Caídos los restos óseos de Franco y de José Antonio (en cumplimiento, dicen ellos, de la Ley de la Memoria Histórica), es una consecuencia lógica de cuatro décadas largas de mentiras del Sistema, mentiras institucionalizadas, inyectadas en los libros de texto de nuestros hijos, y aceptadas tácitamente, mansurronamente, por una mayoría de personas a las que la verdad les importa un bledo. Personas capaces de manifestarse si les quitan la antena para poder ver los partidos de la Champions League, pero incapaces de movilizarse por nada de lo realmente importante en la vida. Por nada de lo que antiguamente provocaba, en la gente recta, una lógica reacción o una respuesta enérgica. Porque si la mayoría de los españoles no hubiera aceptado la mentira de que el régimen autoritario de Franco fue una atroz dictadura donde se mató a cientos de miles de inocentes, como proclama la izquierda radical y como han aceptado el resto de partidos presentes en el Parlamento, hubiera sido imposible llegar a este esperpento de votación parlamentaria. Si la mayoría de españoles no hubiese aceptado la mentira de que las democracias son siempre mejores que cualquier otro régimen por el simple hecho de serlo, sin mirar datos, ni cifras, ni realidades tangibles, sin hacer una comparación rigurosa y fiable, hubiera sido imposible ver el ridículo de esta semana, con 350 diputados pidiendo que se saquen unos huesos que llevan enterrados 40 y 80 años respectivamente.

Sólo cuando la mentira es aceptada socialmente, y echa raíces, y engendra otras mentiras mayores, y ya no queda ni rastro de la verdad porque hay toneladas de mentiras encima, y porque nadie o casi nadie se encarga de recuperar esa verdad, sólo entonces se pueden perpetrar las mayores aberraciones, incluso legales. Se hacen leyes inicuas, se persigue a los discrepantes de las mentiras de consenso (convertidas ya en la "nueva verdad") y se prepara a las nuevas generaciones para que sean heraldos de la propaganda oficial, a través de internet y las redes sociales. Eso es exactamente lo que ha ocurrido en España con Franco y con el franquismo: que no queda ni rastro de la verdad.

Y por supuesto, todos los partidos presentes en el Parlamento votaron a favor de sacar a Franco y a José Antonio del Valle, salvo el PP que iba a votar en contra, pero al final se abstuvo. Una diputada del PP votó en contra por error, pero ya ha pedido disculpas. Al ser una proposición de ley, el Gobierno de Rajoy no tiene obligación legal de obedecer al Parlamento, y de hecho ya se han publicado algunas informaciones que aseguran que el Ejecutivo no va a mover ni un dedo en este asunto. Entre otras cosas, porque se enfrentaría a una batalla legal con las respectivas familias que son las que tendrían siempre la última palabra, y no hay la menor intención de llegar hasta ese punto.

Pero insisto, lo que más nos importa, más allá de que finalmente se saquen o no los restos de esos dos españoles que se dedicaron, básicamente, a servir a su Patria, es esa institucionalización de la mentira que se nos ha impuesto a través de las urnas. Cuando vamos a votar, además de elegir a esos señores tan aburridos del Parlamento (aburridos, en el mejor de los casos), lo que estamos haciendo es avalar un sistema que nos impone una realidad alternativa, un mundo que no existe, un pasado inventado para agradar a los poderes del presente. Ese es el fondo del debate, y sería muy conveniente que todos dedicásemos unos minutos a pensar sobre ello, porque hay mucho en juego.

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