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Diario YA


 

“Sabremos que nuestro programa de desinformación se ha completado cuando todo lo que crea el ciudadano estadounidense, sea falso” William Casey, director de la CIA

Hablando de visionarios y consumistas

Miguel Massanet Bosch.
Teníamos la impresión de que la época de los visionarios había pasado para no volver; estábamos convencidos de que sujetos como Hitler, Lenín, Maciá, Sabino Arana o Mao Tzedong fueron una raza de iluminados de otras épocas en las que, la cultura de los pueblos se limitaba a sus tradiciones, costumbres y conocimientos rudimentarios que no les permitían descubrir la hipocresía, el engaño y el peligro de dejarse influir por prédicas revolucionarias en las que se prometía igualdad, falta de privilegios, buenos gobernantes y la desaparición de las castas sociales; en un nuevo mundo idílico en el que las injusticias habrían desaparecido, todos alcanzarían el nivel de los más ricos y la miseria y demás desigualdades endémicas en la humanidad, desaparecerían en las manos protectoras de los nuevos gobernantes que, naturalmente, serían los mismos líderes que los habrían adoctrinado. Nos equivocamos y, por mucho que nos incomode y nos llene de preocupación, deberemos reconocer que esta raza de demagogos interesados, sigue existiendo y acosándonos desde las mismas instituciones de las que dependemos.
Y hete aquí que, este prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont; este sujeto que desde el asilo de una nación, Bélgica, perteneciente a la UE, teóricamente “detenido”, pero con las mismas libertades de las que gozaría cualquier ciudadano belga, apoyado económicamente desde Cataluña y gozando de la asistencia de uno de los abogados más prestigiosos y caros del país belga; se permite la libertad de insultar a los gobernantes legítimos españoles, de mantener una especie de gobierno independentista en el exilio y, desde la seguridad que le proporciona el estar protegido por la Justicia belga, hacer su campaña como futuro aspirante a ocupar la presidencia de la Generalitat de Cataluña, aunque sobre él pesan graves acusaciones de haber infringido la legalidad por la presunta comisión de rebelión, secesión, malversación de caudales públicos y prevaricación; unos delitos que, de confirmarse en los juicios correspondientes, la garantizarían una larga temporada, a cargo del Estado, en alguna de las cárceles del reino.
Pero se le dejó huir, se le ha permitido llevar a cabo una campaña de injurias, calumnias, desacreditación, patrañas, informaciones deformadas, ofensas a nuestras autoridades etc. que, aunque se intenta contrarrestarla, es evidente que está consiguiendo que se le oiga en toda Europa. Se retrasó la puesta en práctica del 155 de la Constitución, se relajó la vigilancia sobre los principales responsables de la situación catalana (o ¿se pensó que era mejor que huyera para no tenerlo que encarcelar?) y, por si ello no bastara y, forzado por la presión de otros partidos que no deseaban que se recurriera a la Constitución, el Gobierno quiso dar la impresión de que la intervención en Cataluña sería corta, muy limitada, sin crear problema en las TV y radios catalanas ( principales artífices del gran número de catalanes afines al sentimiento separatista) y con el único objetivo, al menos el más urgente, de convocar autonómicas prácticamente inmediatas para que no les diera tiempo a los catalanes a salir a las calles a reclamar sus derechos a independizarse.
¡Miedo cerval, verdadero pánico a la reacción de la minoría catalana y una visión, evidentemente falsa y distorsionada, de que, si se celebraban unas autonómicas en diciembre, los partidos no nacionalistas serían los que sacarían mejores resultados en los comicios! Y así estamos, pendientes de las reacciones de los partidos secesionistas, con la perspectiva de que el ganador sea ERC y con la posibilidad de que, como viene anunciando Iceta, los socialistas catalanes rechacen aliarse, en una posible entente, con los de Cs y el PP para echarse en brazo de una izquierda más radical y los comunistas de la señora Colau, con el fin de crear una nueva edición, corregida y aumentada, de aquel tripartito de horroroso recuerdo presidido por el señor Montilla del PSC. Mucho nos tememos que los planes de la Moncloa sobre los resultados de la próximas elecciones, no se confirmen y se vean obligados, como ya vienen reconociendo, a volver a aplicar, de nuevo, el Artº.155.
Estamos de nuevo en víspera de las fiestas navideñas. No podemos esperar de que, en un estado laico o, en realidad, aconfesional; las autoridades de las ciudades donde gobierna la izquierda ( Barcelona o Madrid) se acojan con entusiasmo las celebraciones religiosas y, precisamente para intentar hacer olvidar su indudable origen cristiano, las respectivas alcaldesas intentan laicizarlas, materializarlas, librarlas de imágenes religiosas y convertirlas en una especie de fiestas báquicas en las que los dioses del Olimpo demostraban tener los mismo defectos y flaquezas que, sus adoradores en la humanidad, demostraban padecer. Iluminaciones, sí, pero para dar realce a los escaparates de los comercios, las grandes superficies, los lugares de esparcimiento y las instituciones del Estado. Pero, vean ustedes, un hecho que parece incomprensible visto desde el sentido común pero que nadie puede discutir. Derechas, izquierdas, separatistas, no separatistas, comunistas extremos y antisistema han conseguido, por una vez en la vida, actuar al unísono, sin que nadie se haya quejado de que, en España, en un país donde el único precedente tuvo lugar el año pasado por estas mismas fechas, la máxima expresión del consumismo injustificado y caprichoso, haya tenido efecto, en unas fechas donde ninguna festividad, tradición o justificación local lo justificaban, esta suma expresión del mercantilismo puro y duro, fruto de la planificación más capitalista que se pudiera dar para que la ciudadanía incurriera en el más absurdo despilfarro, haya tenido efecto.
Si, señores, este llamado Black Friday, esta fiesta americana inventada por los expertos de las ventas de los EE.UU para justificar una semana de desenfreno en el gasto familiar, se la han traído a España, como en su día se inventaron el Papá Noel, para incentivar el gasto, en la mayoría de los casos superfluo e injustificable; precisamente en unos momentos del año en los que, la proximidad de las Navidades, ya anuncia una temporada de mayor castigo para los bolsillos del pueblo español. No vale la excusa de que las compras que se hagan ahora se van a compensar en un menor gasto por las fiestas navideñas. En primer lugar porque, en el caso de la fiesta de la Epifanía, conocida como la de la Adoración de los Reyes, en la que, tradicionalmente, se entregan juguetes a los niños y regalos a los padres, se ha demostrado que no se ha dejado de seguir esta costumbre aunque, por efectos de la incorporación de la llegada del Papá Noel, también se dieran regalos a mayores y niños con tal motivo. Se han duplicado y no han sido sustituidos los unos por los otros.
Por otra parte el consumo de ropa, zapatos, complementos, máquinas fotográficas, ordenadores, móviles etc.  que son los regalos que, por estas fechas, se hace la gente, principalmente a sí mismos y que nada tienen que ver con los gastos más importante de las Navidades, que se centran en comida, dulces, vinos, cava, restaurantes, salas de fiestas, viajes … Lo que para los comerciantes en general se puede calificar como una parte importante de su negocio, fechas en las que las recaudaciones son importantes y que, en muchas ocasiones, les sirven para sanear sus balances; si miramos la otra parte de la moneda, la de los consumidores, deberemos reconocer que son fechas en las que la euforia compradora es capaz de desequilibrar el presupuesto familiar más sólido. Si, a lo que venía sucediendo por estas fiestas navideñas relativo a los excesos en los dispendios familiares; ahora que, por si algo faltaba para inducir al gasto, ha aparecido este invento americano, al que se le ha dado por denominar Black Friday, una fecha y una propaganda que parece que a nadie incomoda fuera cual fuere la manera de pensar de quienes se gastan el dinero en esta vorágine de compras, el consumo ha venido experimentando una crecida espectacular.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que renegar de que los haya que nos arrastren a cometer semejantes insensateces cuando, precisamente, las condiciones del país, su inestabilidad política y la amenaza de que los enfrentamientos internos puedan conducirnos a una nueva crisis de tipo económico, resulte que quienes se han gastado sus ahorros se vean precisados, como ya ocurrió en años anteriores, a tener que recurrir a ellos y se encuentren que ya se los gastaron. Lo de la cigarra y la hormiga puede que ya haya quedado desacreditado pero, no lo duden, en el fondo es cierto.