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Diario YA


 

El señor Rajoy ha salido a la palestra cubierto, esta vez, de la armadura de la legalidad constitucional

Independentismo catalán vs el 155 de la Constitución

Miguel Massanet Bosch. Lo que es evidente, señores, es que el tiempo de las esperas, de la transigencia, de soportar las impertinencias y de los desafíos por parte del soberanismo catalán, con la semi-declaración, con el estrambote absurdo de su posterior suspensión, formulada por el señor Puigdemón, en el Parlamento de Cataluña, más a modo de burla que como medida de dar tiempo para posible conversaciones, encuentros o diálogos con los que ha pretendido cubrir semejante boutade para ganar tiempo, se ha terminado. Sabe perfectamente que, así como se ha llegado al final, ya no hay posibilidad alguna para intermediaciones y demás zarandajas y lo único que se viene esperando de nuestro Gobierno es que aplique la ley en sus propios términos y que, los tribunales, sean los que juzguen el comportamiento de todos aquellos que se han creído que se podía desafiar, impunemente, al Estado de Derecho y a la unidad de la nación española.

Los españoles y los que hemos votado por partidos conservadores y no por las izquierdas y los separatismos, hemos llegado a un punto de saturación tal, respeto a la tolerancia que se nos ha venido exigiendo para soportar las balandronadas, imposiciones, prohibiciones y atentado contra nuestras creencias más íntimas y aquellos valores que nuestros padres y la educación que nos dieron, nos inculcaron como norma de conducta y regla de vida, por parte de aquellos partidos de izquierdas, formaciones cívicas, separatistas, grupos antisistema y comunistas bolivarianos cuyos objetivos no tienen otro fin que el de acabar con nuestra democracia e implantar un régimen autoritario al estilo estaliniano o buscando la separación injustificada y no unánimemente aceptada de los catalanes, de la nación española.

Ya se ha colmado, en el pueblo español, la medida de la tolerancia y cuando ya pensábamos que la paciencia se nos estaba agotando con todos aquellos impulsores del soberanismo catalán, apoyados por los grupos extremistas de las izquierdas, siempre dispuestos a colaborar en todo aquello que contribuya a sembrar el caos entre la ciudadanía española; llegando al extremo de hacer un simulacro penoso y, evidentemente, mal improvisado, de declaración unilateral de la independencia catalana con el añadido, diríamos que simultáneamente, de una condición suspensiva por la que se aplazaba la entrada en vigor de dicha independencia, para dar tiempo al inicio de unas nuevas conversaciones, diálogos, intermediaciones o quién sabe qué tipo de componendas, en un intento baldío de establecer una equivalencia entre ellos y el Estado español. Afortunadamente, se ha producido el despertar de nuestro Gobierno.

El señor Rajoy ha salido a la palestra cubierto, esta vez, de la armadura de la legalidad constitucional, dejando atrás todas sus dudas, su galleguismo, sus excesivas precauciones y su talante negociador, para dar el do de pecho y enfrentarse valientemente, sin ambages, con su mejor oratoria y una cartuchera llena de recursos dialécticos, ha sido capaz, como no sucedía en muchos años, de levantarnos el ánimo; hacernos recobrar las esperanzas de salir de este atasco endémico del problema catalán.

Es obvio que, el hecho de contar con el apoyo de los dos partidos más significados del Parlamento, ha contribuido de una forma decisiva a la seguridad, de la que ha dado muestras nuestro presidente en su presentación, esta tarde a vueltas de las cuatro, ante el resto de parlamentarios de la cámara baja. En todo caso, no podemos menos que alegrarnos del giro que han tomado los acontecimientos, sin duda motivados en una gran parte por la masiva manifestación del domingo pasado, superando todas las previsiones que, en este caso, no desmereció en cuanto a número de asistentes, fueren 700.000 o 1.000.000 de aquellas concentraciones con las que nos han venido obsequiando, durante años, todos aquellos que han venido alimentando el separatismo catalán.

Por fin, la sociedad catalana se libró de sus miedos, salió del conformismo y ostracismo político y se lanzó a la calle sin complejo alguno, sin importarles que estaban en territorio apache (presuntamente hostil), convencidos de que tenían la fuerza de la razón y la legalidad que los amparaba. La realidad es que, la magna manifestación floreada de banderas españolas y señeras catalanas, había estado precedida por otras manifestaciones, menos numerosos, en las que se venían manifestando las críticas de muchos catalanes contra el propósito de la Generalitat y los partidos separatistas apoyados por grupos, como la ANC y el Ómnium Cultural, de proceder a la inmediata declaración de la independencia de Cataluña.

La aplicación del artículo 155 de la Constitución Española, en su primera fase: recabar del presidente de la Generalitat catalana, señor Puigdemont, que aclare si mantiene que declaró la independencia de Cataluña o si, por el contrario, está dispuesto a someterse a la legalidad vigente. Una vez transcurra el plazo que se fije en el BOE, en el caso de que no hubiera respondido o lo hiciera manteniendo su declaración de independencia, se procedería a dar cuenta al Senado para que se fijasen las medidas que se iban a tomar para restablecer la ley en toda la comunidad catalana. Todo ello, independientemente de lo que pudieran decidir los tribunales de Justicia, respeto a las imputaciones que recaen sobre muchos de los líderes de este movimiento secesionista, incluyendo entre ellos al Mayor de los mossos de escuadra, señor Trapero, acusado de desobediencia y prevaricación. No obstante, nos quedan algunas preguntas por contestar en todo este proceso.

Para conseguir el apoyo del señor Pedro Sánchez, el líder del PSOE, es obvio que el señor Rajoy ha tenido que ceder, en algunos aspectos, que no dejan de inquietarnos y que puede traer consecuencias al futuro de nuestra nación. Al parecer, y así se ha dicho, Rajoy se ha comprometido a comenzar la discusión de una reforma de la Constitución, en un panorama que, no lo olvidemos, no le es favorable a su partido, el PP, ya que, en la cámara de representantes carece de mayoría y la oposición, ya lo ha venido demostrando desde que esta legislatura comenzó, tiene la facultad de impedir cualquier iniciativa legislativa que intentara presentar el Gobierno de la nación.

Abrir la caja de Pandora de una reforma constitucional, puede ocasionar situaciones en las que se pongan en duda la propia integridad de la nación española, es posible modificar las facultades autonómicas o, incluso, se pudiera proponer y aprobar el cambio territorial actualmente vigente, declarándose un estado de tipo federal. Es cierto que, en este caso se precisa una mayoría cualificada y la intervención del Senado adquiere mucha importancia lo que, de momento, favorecería al PP en el caso de que la reforma adquiriera tintes de extralimitarse en favor de actitudes de tipo extremista. Por otra parte, y así lo viene pidiendo el señor Rivera, de Ciudadanos, parece muy probable que, de la aplicación del Art.º. 155, pudiera derivarse la convocatoria de unas elecciones para Cataluña, cuya principal función sería la de clarificar la situación y la fuerza de cada uno de los partidos que actualmente conforman el Parlamento catalán.

Tampoco se podría descartar y, a algunos ciudadanos, no nos parecería mal, que se convocaran una legislativas para toda España, lo que permitiría que, de una sola tacada, se pudieran comprobar los cambios que se hayan podido producir en el mapa político español y la correlación de fuerzas y posibilidades de acuerdos de gobierno, que los resultados pudieran favorecer. Tenemos la impresión de que, a partir de ahora, el PSOE, que ha decretado una tregua que le debe de haber dolido mucho, deje de mantener la actitud comedida de los últimos meses para intentar, por medio de una mayoría parlamentaria apoyada por Podemos, los separatistas y la, siempre útil, ayuda del PNV que, como era de esperar, no ha acogido con ninguna simpatía el hecho de que se haya acudido al art.º. 155 de la CE. Un día, sin duda, lleno de noticias trascendentales en el que, por primera vez en mucho tiempo, los catalanes y españoles, que vivimos en Cataluña, tenemos la sensación de que el resto de España ha tomado cartas en el tema catalán, con la seriedad que requiere el poner fin a un intento evidente de segregación la autonomía del resto de España. Falta que la inteligencia, la habilidad y la determinación de solucionar, de una vez, una situación que, por desidia y falta de conocimiento de lo que se gestaba en Cataluña, se dejó que se fuera maleando hasta culminar en el gran desafío a la legalidad, materializado en la declaración de la independencia de Cataluña en el Parlamento catalán.

O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, por primera vez en mucho tiempo, hemos tenido la reconfortante sensación de que, por fin, el Gobierno actuaba como tal al acudir a un medio que, la Constitución, le proporciona para dar una respuesta, clara y contundente, a quienes intentaban jugar con los españoles y la unidad, desde hace 500 años, de la nación española. ¿Asistiremos a la resurrección del nacionalismo español? ¡Ojalá!

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