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Diario YA


 

Lo que tenemos hoy es la derivación natural de tantos años de renuncias

LA ASTRACANADA

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter. Como les decía la pasada semana, la demagogia es la degeneración natural de la democracia. En España, la jornada de hoy evidencia que hemos superado con creces la demagogia, y estamos ya en otro estadío, que podríamos denominar "astracanada". Un referéndum ilegal e inconstitucional, que es imposible que pueda celebrarse ya, sin urnas, sin papeletas, sin censo electoral, sin colegios disponibles para votar, pero con la voluntad de los separatistas catalanes de seguir acelerando sin parar, hasta chocar hoy contra el muro de las Fuerzas del Orden, garantes últimas del cumplimiento de la ley. Lo que no sabemos es cómo serán las consecuencias de ese choque.

España ha abandonado Cataluña desde hace décadas. Y lo ha hecho porque sus distintos gobiernos han preferido compadrear con los sediciosos a cambio de las migajas de su apoyo parlamentario, antes que tomar el toro por los cuernos y gobernar allí, igual que en el resto de regiones españolas. Desde Suárez hasta Rajoy, todos los presidentes del Ejecutivo sin excepción han hablado catalán en la intimidad, han pasado el brazo por el hombro de los sediciosos y han preferido no mirar ante la evidente vulneración de derechos fundamentales que han perpetrado los separatistas desde la muerte de Franco hasta hoy. Robando la educación a los niños, manipulando groseramente en los medios de comunicación y sembrando el odio a todo lo español en aquella tierra.

Lo que tenemos hoy es la derivación natural de tantos años de renuncias. El odio cerval a España que vamos a ver hoy en las calles de Cataluña, con chicos que no han conocido otra cosa que esa cultura antiespañola, es lo que España ha consentido a cambio de apoyos parlamentarios de los sediciosos. La violencia irracional de hoy fueron la desidia, la irresponsabilidad y la falta de patriotismo de ayer, desde la Transición hasta hoy, desde el choque de manos de Suárez a Tarradellas, al cambalache del 3%. Todo desde La Moncloa y con el permiso de la Zarzuela. Hoy algunos ingenuos se preguntan todavía cómo hemos llegado hasta aquí.

Evidentemente, hoy no va a haber referéndum ilegal. El Gobierno, a través de la fiscalía y los tribunales, ha movido sus piezas con relativa eficacia, y las fuerzas del orden van a impedir que haya una consulta como tal. Pero a Puigdemont y Junqueras no les hace falta el resultado de una votación imposible, porque llegados a este punto saben que no pueden dar marcha atrás, y por tanto declararán la independencia de Cataluña en cuanto tengan ocasión de hacerlo. Sin importarles ir a la cárcel, porque han hecho de esta causa enloquecida su único proyecto político y vital. Pero, cuando eso ocurra, ¿cómo se detendrá a cientos de miles de seguidores del separatismo, educados en el odio a España y ahora echados al monte, al precio que sea, para celebrar su libertad?

Cuando se juega a la demagogia, la democracia degenera en días como el de hoy, donde sólo se espera violencia. Han venido desde el extranjero grupos terroristas y anarquistas al servicio del separatismo catalán, con la única intención de hacer daño, de crear disturbios, quizá también de provocar una víctima. Enfrente estarán unos agentes de policía y guardia civil a los que se ha maltratado e insultado durante mucho tiempo, para empezar pagándoles menos y peor que a los Mossos de Esquadra, para que los mandarines sediciosos estuvieran contentos. Hoy, España se encomienda a ellos, porque sólo ellos pueden conseguir que se cumpla la ley y los violentos acaben en el calabozo.

Pero, ¿qué pasará mañana?, ¿se aplicará el artículo 155 por fin?, ¿será el fin de la autonomía catalana?, ¿o veremos un nuevo cambalache, uno más, para que todo siga como hasta ahora y los separatistas consigan la independencia en cuanto haya un gobierno de izquierdas en La Moncloa? El 30 de noviembre de 1979 se aprobó en el Congreso de los Diputados el estatuto catalán; hubo 303 votos a favor, 13 abstenciones y un solo voto en contra. Ese único voto en contra era del diputado Blas Piñar, el único que entendió entonces, hace 38 años, que aquello era el principio de lo que vamos a ver hoy. Pero entonces, como ahora, los que votaron a favor del separatismo eran los buenos, y los que estaban en contra eran los fachas.

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