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Diario YA


 

a punto de estallar el alzamiento del 2 de mayo de 1808

La campana y el cañón

Acaba de publicarse La campana y el cañón, Ediciones Sacramento, 590 páginas, del escritor ceutí afincado en Tenerife Jesús Villanueva Jiménez. Una novela que nos lleva a los meses previos al Madrid que bullía, a punto de estallar el alzamiento del 2 de mayo de 1808.

—¿No es arriesgada una novela sobre el Dos de Mayo de 1808, dados los precedentes de Galdós y Pérez Reverte?

—Los novelistas no podríamos escribir entonces sobre casi nada, puesto que difícilmente no hay precedentes sobre cualquier tema. No obstante, mi enfoque sobre los hechos del Dos de Mayo no tiene nada que ver con la novela de Pérez Reverte, que narra los hechos reales tal cual sucedieron ese día, exclusivamente. Podríamos decir que es más ensayo que novela. Yo entrelazo ficción con los acontecimientos reales, tal como hice en El fuego de bronce (sobre el ataque de Nelson a Santa Cruz de Tenerife en julio de 1797) y en La cruz de plata (basada en la vida de Antonio Benavides, quien salvó la vida a Felipe V, en la batalla de Villaviciosa de Tajuna durante el transcurso de la guerra de Sucesión). Mi novela narra cómo se fue fraguando el alzamiento del 2 de mayo durante los tres meses previos. Aporta una historia vibrante, pasional, compuesta de muchas venturas y desventuras de multitud de personajes que acaban acuchillando mamelucos en la Puerta del Sol y en la Plaza Mayor. En mi novela cuento la cotidianidad del Madrid de 1808, incorporo multitud de pequeñas historias dentro de la gran historia del alzamiento del pueblo contra las huestes de Bonaparte. Incluso incorporo una historia de novela negra, que protagoniza el comisario Linares, un personaje fantástico involucrado en el alzamiento.

—Algunos autores mantienen que el pueblo de Madrid se levantó contra los franceses alentados por las instigas de la nobleza seguidora de Fernando VII, sin ser consciente de la transcendencia del acto. Como mucho, una respuesta a las ofensas de la soldadesca de Napoleón y a los conflictos diarios entre éstos y los madrileños. ¿Qué opina ustedes al respecto?

—Discrepo absolutamente. Que hubo instigadores que se valieron del cabreo monumental de los madrileños por las ofensas soldadescas gabachas, por supuesto, pero además el pueblo se sentía abandonado por su rey, detestaba a Godoy, y tenía puestas en Fernando VII las esperanzas de la recuperación de la dignidad pisoteada por Bonaparte y de un resurgir de la Nación. El pueblo tenía sentimiento de Patria y de catolicidad. Otra cosa es que Fernando VII saliera rana. Lo cuento con detalle en la novela.

—¿Entonces, no fue solamente un día de cólera aquel alzamiento en armas tan violento?

—En absoluto. Hubo cólera, indignación, pasión y corazón, odio acumulado hacia el francés, y mucho, sí. Pero también la consciente determinación del pueblo en contra de que España fuera un monigote en manos de Napoleón. Los capitanes Daóiz y Velarde, el teniente Ruiz, el puñado de militares y los cien paisanos que lucharon y murieron en el Parque de Monteleón bien sabían qué hacían allí. Y así lo cuento en la novela.

—¿Se podía decir que La campana y el cañón es una novela con tintes galdosianos?

—En mis tres novelas he entrelazado la ficción con la realidad de los hechos, puesto que creo que es la mejor manera de llegar al lector, y porque además es cómo me sale. Me gusta contar sucesos, aventuras, cotidianidades, crear personajes y darles vida dentro del contexto histórico que trato, mostrando así las virtudes y miserias humanas. Eso es literatura. Si esto es dar un tinte galdosiano, pues así será. Así la han denominado en varios medios. Desde luego admiro mucho la narrativa de don Benito.

—¿Se puede considerar una novela histórica La campana y el cañón?

—Sí, puesto que narro los hechos fidedignos de los tres meses que antecedieron al alzamiento del 2 de mayo y el propio levantamiento del pueblo de Madrid, en sus plazas y calles. Analizo el porqué de ese alzamiento, a través de personajes que he creado, con sus venturas y desventuras.

—¿Qué le ha motivado a escribir sobre el Dos de Mayo?

—El alzamiento del pueblo de Madrid contra los ejércitos invasores de Napoleón es un hito extraordinario; una gesta en toda regla. Y dado que tanto se vitupera nuestra Historia por ignorantes o malintencionados en estos tiempos que corren, me apetecía mucho recrear aquellos meses previos y desde luego su culminación entre las calles y plazas de la capital de España, como lo que fue: una muestra de dignidad y heroísmo del pueblo llano, en contra de la voluntad de las autoridades, que tomaron una postura vergonzosa, despreciable, empezando por el propio Carlos IV, como bien sabemos.

—Sus dos primeras novelas tratan acontecimientos dados en Canarias o protagonizados por canarios, como el caso de Benavides, ¿por qué precisamente ahora una novela con esta temática, lejos de las islas?

—Siempre me ha parecido el Dos de Mayo uno de los grandes hitos protagonizado por españoles. El ejemplo de pundonor de un pueblo que no estaba dispuesto a dejarse humillar por un extranjero, por muy poderoso que fuese éste. Corren tiempos en los que se menosprecia nuestra Historia. No hace mucho, un deplorable personaje menospreció a los españoles que lucharon en nuestra guerra de la Independencia. Y yo me revelo contra tal despropósito.

—¿Qué hacen unos campesinos canarios en aquel Madrid de 1808?

—Fermín, Pilar y Damián nacieron con mi primera novela, El fuego de bronce, en la que narro el intento fallido de Horatio Nelson, al frente de una potente escuadra, de invasión de Santa Cruz de Tenerife, el 25 de julio de 1797, que fue derrotado por unas fuerzas españolas inferiores en número y aún más en armamento y formación, dado que la mayoría la formaban milicias campesinas, eso sí, comandadas por un gran militar, el general don Antonio Gutiérrez. Que casi once años después se reencuentren en Madrid, por cosas del destino, aquellos personajes, es también una excusa para seguir dando a conocer aquel hecho, nuestra Gesta chicharrera, al lector peninsular. La historia que narro se enriquece con estos canarios, sin duda.

—¿Es comparable aquella defensa de Santa Cruz de Tenerife contra Nelson con el alzamiento del 2 de mayo de 1808?

—En ambos casos se da una desproporción de fuerzas a favor del enemigo. Ambos son hechos extraordinarios. En ambos casos interviene el pueblo llano que decidió no quedarse en casa y batirse en la calle. La de Santa Cruz es una gesta casi desconocido fuera de Canarias; la madrileña, conocida en toda España y de trascendencia mundial entonces. De cualquier forma, ambos acontecimientos engrandecen nuestra Historia.