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Los expertos de Diario YA analizan la sentencia del Tribunal Supremo

La psicopedagoga Pilar Muñoz propone la rebeldía de los objetores

Pilar Muñoz. 29 de enero.

El Tribunal Supremo ha sentenciado con su veredicto de no objeción a un conjunto de contenidos subjetivos, transgresores y contradictorios. Si a estos contenidos los elevan a asignatura, los invisten de Ley Parlamentaria y luego de sentencia judicial, las resultas son persecución para el grupo disidente y halago y complacencia con el grupo que “acata” tal desaguisado, por muy legal que sea.

Al no tener evidencia ni rigor troncal o científico, están en su derecho todos aquellos grupos que decidan, desde el ejercicio de su libertad, oponerse a tal sinsentido curricular. Si tal derecho es un espejismo, entonces el grupo contrario se sentirá desorientado, desamparado y tratado con injusticia social. La única salida que le queda al grupo opositor es, precisamente, seguir oponiéndose. Cuando el grupo, no tan minoritario, se opone a la norma establecida, entonces está transgrediendo. La única posibilidad que le queda a este grupo “cuña” es doble: aumentar en número y transgredir públicamente para hacer valer su derecho a la libre oposición.

La transgresión no es mala en sí, puesto que en España, existen grupos mucho más minoritarios que transgreden sistemáticamente y son reforzados con diversas técnicas propagandísticas: difusión en los medios de comunicación de sus objetivos, presentación mediática de sus iconos, y silencios administrativos ante sus desmanes. Hemos de recordar los grupos minoritarios y transgresores del gran grupo: Plataformas de gays y lesbianas, amigos y simpatizantes de terrorismos diversos, o proclives del ecologismo oficial. ¿Existe una doble vara de medir la transgresión?, o más bien, ¿se trata de no transgredir los principios básicos del movimiento del gobierno?

La salida digna, justa, social, equitativa, razonable y saludable será la transgresión de cuantos más mejor, puesto que el grupo siempre hará la fuerza, y terminará por abrir de par en par las puertas de la justicia.

 

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