Principal

Diario YA


 

Una expresión que resulta polisémica según la ideología de quien aspira a ello

La responsabilidad de gobernar

Miguel Massanet Bosch. Es obvio que, en España, se están produciendo importantes cambios, especialmente en la mentalidad de las nuevas generaciones, reacias a dejarse influenciar por las, para ellos, obsoletas, anticuadas, desacreditadas y en desuso teorías éticas, morales, religiosas, patrióticas, tradicionalistas y orgánicas de sus antecesores; superadas por las concepciones modernas sobre cómo se debe gobernar un país, la propia estructura de lo que se entiende como nación, la superación del concepto tradicional de familia, la concepción de lo que debe ser la nueva sociedad del futuro, la idea de que se debe reestructurar el sistema democrático de la estructura del poder, eliminando facultades de decisión de los gobernantes, a los que se les obligaría a ser más participativos, más condicionados por sus bases, que no se contentarían con votarlos para que luego pudieran actuar a su aire, con plena independencia, sino obligarlos a someterse a constantes consultas, para la toma de decisiones importantes, convirtiendo a la población en fiscal constante de la actuación gubernamental, sujeta a la servidumbre de la opinión cambiante y, en ocasiones, excesivamente emocional, de la ciudadanía.

Puede, señores, que la humanidad esté abocada a estas nuevas modas de carácter populista, cuando vemos asombrados que, poco a poco, se van extendiendo por algunas naciones de nuestro entorno, como sucedió en Grecia, con el meteórico ascenso de Syriza o, como parece que sucede en Italia, con el avance de los populistas de Beppe Grillo, con su Movimiento Cinco Estrellas, en las elecciones Municipales, en las que ha conseguido la alcaldía de Roma y excelentes resultados en ciudades como en Bolonia o Trieste, en las que ha logrado un importante bagaje de votos; esta marea contestataria surgida del descontento extendido en toda Europa por el tratamiento que se le ha dado a la pasada y, todavía no del todo superada, crisis económica.. Se ha confirmado la idea del famoso cambio con la espectacular derrota del partido Forza Italia, de Il Cavallieri Berlusconi, cuyo candidato fue prácticamente barrido por el resto de partidos.

En todo caso, una cosa es mantener teorías, ofrecer escenarios de prosperidad y prometer a los ciudadanos una vida sin problemas económicos e igualitaria, con plenas libertades y prosperidad asegurada y otra, señores, es lo que puede suceder una vez que, estos vendedores de sueños, estos visionarios de cuentos infantiles, en los que siempre el final es feliz, hayan conseguido instalarse en el poder y se vean obligados a enfrentarse a la realidad, que no es otra que, España, sigue formando parte de la CE; que dependemos de que los inversores foráneos nos vean solventes, fiables, responsables y capaces de devolver, a su vencimientos, los créditos que nos hagan y sus correspondientes intereses que, por cierto, como ya nos ocurrió en tiempos del señor Zapatero, serán más gravosos a medida que nuestros prestamistas se aperciban de que existen más posibilidades de que el pago de nuestras obligaciones se pueda retrasar o, incluso, se pueda producir el impago cuando llegue su vencimiento, sean las deudas estatales, autonómicas o privadas.

Es por ello que, cuando escuchamos a los candidatos de los partidos que concurren a las legislativas y, ahora más después de que fracasaron estrepitosamente cuando intentaron, después del 20D, formar un gobierno, y comprobamos que siguen obsesionados en sus mismos latiguillos políticos, se emperran en hacernos creer que, cada uno de ellos es el Merlín que se va a sacar de la chistera todo aquello que nos pudiera contentar, que nos va a llenar los bolsillos y que va a conseguir la cuadratura del círculo mediante la cual conseguirán, aumentando el gasto en 60.000 millones de euros ( no olvidemos que nuestra deuda pública ya está a punto de sobrepasar el PIB), destinados a crear una renta salarial básica para todos; viviendas gratis, que están dispuestos a aumentar los impuestos y que van a castigar a las empresas y a los ricos, con una carga impositiva todavía mayor que la actual; no nos queda otra opción que ponernos a temblar, rezar para que no lleguen a gobernar, pedir a nuestros conciudadanos, que siguen deslumbrados por estos Reyes Magos que vinieron de Occidente, de allende el Atlántico, para que recapaciten, consideren que en este mundo no existen los milagros y que, todo este dinero que dicen que van a repartir lo tienen que lograr a través de dos caminos: por una parte aumentar los impuestos, pero no sólo a los ricos ( si les aprietan las clavijas, a diferencia de los ciudadanos de a pie, como cualquiera de nosotros, tanto ellos como sus empresas van a dejar Cataluña para ubicarse en cualquier otra región o país donde se les trate mejor), sino a la clase media, esta que la experiencia nos dice que, siempre que se produce un momento de crisis, de catástrofe financiera o económica, es la primera en recibir sus consecuencias y la última en salir del hoyo cuando la situación se normaliza y, por otra parte, pidiendo ayuda a los inversores extranjeros mediante ofrecerles deuda pública, una posibilidad que en el caso de un gobierno de izquierdas, sin duda, va a resultar muy problemática si no imposible.

Lo que sucede es que, en este último supuesto, como ya está sucediendo en la comunidad catalana desde que se han instalado en la locura de amenazar con la independencia; la confianza de los inversores ya ha tocado suelo y las propias agencias de rating como Satandart&Poors, Fitch o Moody’s, ya han rebajado la fiabilidad de su deuda al llamado “bono basura” o sea la BB-; con lo que, como es fácil imaginar, nadie en su sano juicio va a invertir un solo euro en cualquier tipo de oferta de bonos catalanes que quiera poner en circulación la Generalitat catalana. Lo mismo le va a ocurrir a la nación española si llega a caer en manos de estos partidos de izquierdas que pretenden atar los perros con longanizas sin tener en cuenta cómo va a reaccionar el resto de la UE en el caso de que, en España, se instalara un gobierno presidido por el líder de Podemos o, cosa poco probable, que el señor Pedro Sánchez, en horas bajas, lograra el milagro de ganar las elecciones o que, perdiéndolas, quisiera entregarse en manos de Podemos para colaborar en formar un gobierno.

Es fácil colegir que, si en Grecia, los intentos de Tsipras de presionar a la CE para que cedieran a sus demandas de condonación de la deuda pública o, incluso, de retrasar el pago de los vencimientos; se convirtieron en agua de borrajas, le costaron el cargo a Varufakis y han significado un grave retroceso para el pueblo griego, que ha tenido que admitir que se rebajaran las pensiones en un 30%, que se les haya impuesto deberes muy gravosos para poder seguir recibiendo ayuda económica y que hayan tenido que despedir a los funcionarios públicos que readmitieron, lo que ha obligado a que, el propio señor Tsipras, haya tenido que jugarse el puesto para convencer, a los de su propio partido, de la necesidad de someterse a los mandatos de Bruselas. Es comprensible que, el señor Pablo Iglesias, haya renunciado a mítines de propaganda y viajes por España para prodigarse en las TV, muchas de las cuales son culpables de haberlo promocionado, porque sabe que su principal arma la tiene a través de la pequeña pantalla, en la que se maneja a sus anchas y la audiencia es mucho mayor de la que conseguiría en cualquier plaza de toros o campo de fútbol.

Le ha encargado a Iñigo Errejón la misión de asistir a los encuentros en las ciudades españolas y a Garzón (que ha tenido que tragarse el que, su coaligado para presentarse a los comicios, se haya declarado social-demócrata) le ha quedado el marrón de tener que explicar a los suyos que siguen siendo el partido comunista de España. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, resulta indignante que, el pueblo español, caiga en la trampa de estos vendedores de quimeras, que las encuestas sigan tercas en atribuirles millones de votos y que exista la amenaza de que, a través de posible pactos, el señor Iglesias y su camarilla de comunistas bolivarianos, pudieran acceder a la presidencia del gobierno español, desde donde es fácil imaginar lo que serían capaces de hacer, antes de que España cayera, una vez más, en el abismo de la amenaza de la quiebra soberana.

Etiquetas:Miguel Massanet Bosch