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Diario YA


 

La salud visual de los niños depende de las rutinas impuestas por los padres

Nunca antes la salud de los ojos de nuestros hijos dependió tanto de nuestra actitud y manera de educarlos. De hecho, existen estudios que evidencian no solo que una ausencia de luz solar —con las correspondientes actividades al aire libre— puede repercutir en un mayor desarrollo de problemas como la miopía, sino que también se ha descubierto que la exposición continuada a la luz LED acelera la muerte de células de la retina favoreciendo la degeneración macular. Lo cual no es muy alentador cuando vemos que nuestros hijos hacen un uso intensivo de estos dispositivos.

En esta línea, el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas vaticina que en el año 2020 el 33 % de los adolescentes padecerá miopía como consecuencia de la utilización inadecuada de estos aparatos.

Pero quizás el origen de la miopía infantil no relacionado con la genética se encuentre incluso antes. De hecho, hace varios años se alertó sobre la posible relación de la luz nocturna con la miopía. El hallazgo lo realizó un grupo de investigadores del Medical Center de la Universidad de Pensilvania y el Children’s Hospital de Filadelfia. Estos expertos publicaron las conclusiones de su estudio en la revista Nature. En éste se vinculaba el desarrollo de la miopía con la costumbre afianzada entre los padres de dejar a sus hijos pequeños durmiendo con la luz encendida para, de esta manera, poder vigilar su sueño con mayor comodidad.

Lo cierto es que los datos recopilados por los investigadores resultaron bastante contundentes. En concreto, un 34 % de los niños que habían dormido durante los dos primeros años de vida con una luz nocturna tenue eran miopes. Por su parte, un 55 % de aquellos cuyo descanso nocturno estuvo escoltado por una bombilla encendida acabó con miopía en la edad adulta. De hecho, hablamos de cinco veces más de probabilidades de desarrollarla que los pequeños que habían dormido en la oscuridad durante sus primeros años de vida.

Los ojos se desarrollan fundamentalmente durante los primeros años de vida, de ahí esta predisposición hacia la enfermedad y vulnerabilidad a la luz. Sin embargo, tal vinculación tan solo se da durante los dos primeros años de vida, pues después desciende este riesgo.

Resulta indudable que asistimos a un crecimiento inusitado de la miopía, donde no solo el componente genético resulta clave. Así, en nuestro país encontramos regiones como la aragonesa donde un 41,5 % de la población es miope. Aunque también encontramos comunidades como la cántabra donde la incidencia de esta dolencia es bastante baja pues tan solo alcanza al 12,5 % de la población.

Queda claro que los padres tienen muchos frentes que vigilar a la hora de cuidar la salud visual de sus hijos. No en vano, nunca antes el factor tecnológico estuvo tan presente y se ignora cuál será su efecto a largo plazo.