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Diario YA


 

Laicidad positiva y religión en la escuela

Rafael González. 14 de diciembre. 

He reencontrado a mi viejo amigo Rafael Martín en las páginas de Vida Nueva. Le hacen una entrevista. Rafael es presidente de la Asociación de Profesores de Religión, APPRECCE-Andalucía. Desde que le conocí por los años sesenta, anda metido en tareas apostólicas y educativas. Ahora es un abanderado de la enseñanza de la religión en la escuela y, como tal, experto en todo lo concerniente a dicha asignatura en el curriculum escolar, su legislación y todo lo relacionado con esta materia fundamental.

El tema está de actualidad porque arrecia la campaña contra cuanto sea católico, especialmente en la escuela, de donde quieren erradicar hasta los crucifijos. Hay una copiosa legislación fundamental, tanto española como internacional, que enmarca a la asignatura de Religión de manera definida. Rafael Martín la conoce al dedillo. Y por eso sabe que la inclusión del área Sociedad, Cultura y Religión en el currículo escolar, no vulnera ningún derecho básico. Antes bien, contribuye al cumplimiento de los derechos fundamentales.

Pero es que, además, el estudio de la religión es imprescindible para la formación integral de los alumnos. He aquí un testimonio que nos aporta un profesor de tanta experiencia como Amando de Miguel. Dice: “Cada vez me resulta más difícil que los alumnos entiendan las alusiones a ideas que proceden de la Biblia o de la tradición cristiana. Por ejemplo, tengo que explicar el hecho social de la envidia. Resulta imprescindible la referencia a Caín y Abel, pero esos dos personajes son perfectamente desconocidos para mis alumnos y cada vez más. ¿Cómo van a entender la magistral novela de Unamuno sobre Caín? (Abel Sánchez). Si aludo a la «ética del trabajo», es inútil hablar de la revolución que supuso la vida monástica medieval o la influencia de Calvino”.

La enseñanza de la cultura religiosa no es, pues, una cuestión ideológica, sino un derecho fundamental de la persona y garantía del derecho constitucional que le asiste a los padres de que sus hijos reciban la enseñanza religiosa y moral según sus convicciones. Lo que sí es ideológico, además de un contrafuero, es oponerse de manera visceral a la presencia de la religión en la escuela, que es precisamente lo que trata de hacer el Gobierno del señor Zapatero, aunque para mi amigo Rafael Martín, hombre respetuoso y abierto, no todos en el PSOE opinan así. Él sabe que en el PSOE hay quienes opinan que el pacto escolar del artículo 27 de la Constitución se hizo para cumplirlo con honestidad y seriedad. Y hay otros, también los sufre, sectarios y contrarios al pacto, que quieren ver la Religión fuera de la escuela o del horario lectivo.

Él, ya digo, es hombre de diálogo y moderno. Por eso cree que la laicidad positiva es compatible con la Religión en la escuela, como  demuestra el hecho de que esa idea haya sido intercambiada muy recientemente entre el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el Papa Benedicto XVI. El Padre Santo ha subrayado el papel positivo de la religión en la convivencia civil, y con evidente entusiasmo aplaudió la expresión de Sarkozy –laicidad positiva-, que calificó de “hermosa”, porque facilita una comprensión más abierta. El Papa se ha manifestado profundamente convencido de que “en este momento histórico en que las culturas se entrecruzan cada vez más es necesaria una nueva reflexión sobre el verdadero sentido y la importancia de la laicidad”.

Y, como no podía ser de otra manera, también el cardenal Rouco se ha expresado recientemente sobre esa misma idea: “El camino de nuestro tiempo en las relaciones Iglesia-Estado es el del diálogo y la laicidad positiva”. Para el cardenal-arzobispo de Madrid sería un excelente “método de interrelación cultural, intelectual e incluso espiritual, con el objetivo de llegar al conocimiento de la dignidad de la persona humana y sus  bienes, de la sociedad y del bien común”.

En esa línea se manifiesta el presidente de APPRECCE-Andalucía, Rafael Martín. Y por eso el papel que representa la asociación que preside es, según sus palabras, “el equilibrio frente a los extremismos de cualquier signo; la moderación y la defensa de los derechos de todos en armonía y conjunción: padres y alumnado, profesorado, la Administración y las confesiones religiosas, cada uno en la parte que le corresponde desde la legalidad”.

 

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