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el movimiento fundado por el padre tomás morales, hoy, en diario ya

Las Cruzadas de Santa María: amor a la Virgen

El Padre Tomás Morales

Rafael Nieto. 18 de noviembre.

Las Cruzadas de Santa María están presentes en dieciocho diócesis de España, así como en Alemania, Italia, Irlanda, Perú, México, Colombia, Chile y Camerún. Fue fundado por el Padre Tomás Morales, iniciador de una misión evangelizadora que hoy reúne a miles de personas en todo el planeta. Diario YA, que quiere seguir informando acerca de los distintos movimientos eclesiales, ha podido hablar con Lydia Jiménez, su directora general y cofundadora, con el Padre Morales, del Instituto Secular.

¿Quién fue el P. Morales y cómo se le ocurre la idea de fundar este Movimiento eclesial?

   Nunca imaginó el P. Morales que Dios se sirviera de él para dar a la Iglesia un nuevo carisma. Recién terminada la carrera de Derecho, mientras realizaba su Tesis Doctoral becado en Bolonia, comprende claramente que Dios le pide una entrega total en la Compañía de Jesús. A los dos meses, leída ya la Tesis, abandona todos sus planes e ingresa en el noviciado que la Compañía –exiliada de España durante la II República- tenía en Chevetogne (Bélgica). Ya en el noviciado sueña con dedicar toda su vida a la formación de una minoría de laicos que se santifiquen en medio del mundo y santifiquen cuanto hagan. En sus años universitarios había comprendido la importancia de que hubiera apóstoles comprometidos en todas las realidades sociales para ayudar al hombre a volver a Dios. Una vez ordenado, descubre en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio el método más adecuado para que el hombre se encuentre con Dios y le siga con radicalidad. De estas tandas empiezan a salir hombres que han descubierto que el bautismo les hace misioneros. Al calor de la oración, entiende que el laico es un potencial inexplorado, un tesoro ignorado dentro de la iglesia. Convencido de que, si el hombre contemporáneo se encuentra alejado de Dios, se debe a la defección de los bautizados, dedica su vida a que los jóvenes caigan en la cuenta de la responsabilidad de su compromiso bautismal. El estilo auténticamente evangélico que empiezan a vivir, acompañado de una profunda vida interior, que contagiaban a cuantos se acercaban a ellos, fue el ambiente adecuado para que muy pronto algunos sintieran la llamada de Dios a la consagración sin salir del mundo. El P. Morales nunca quiso ser fundador de nada y, si uno estudia con detenimiento su vida, se da cuenta de cómo es Dios el que le va arrastrando a las obras. Nacen, así, los dos Institutos Seculares, Cruzados de Santa María (con una rama también sacerdotal) y, unos años más tarde, Cruzadas de Santa María; los Hogares de Santa María, la rama matrimonial de la obra y el Movimiento Apostólico Juvenil, Milicia de Santa María.

¿Qué importancia tiene para las Cruzadas de Santa María la familia y los jóvenes?

    Los jóvenes constituyen nuestro apostolado específico, pues estamos seguras de que salvando a los jóvenes, se salva la sociedad. A ellos van dirigidas nuestras actividades de formación y evangelización. El P. Morales creyó siempre en los jóvenes y no quiso contentarse con formar buenos cristianos, sino que buscó que fueran apóstoles entre sus compañeros. La cuña tiene que ser de la misma madera. Nuestra opción preferencial por ellos genera un itinerario formativo propio que les ayuda a desarrollar armónicamente todas sus potencialidades, tomando como modelo al mismo Cristo. Algunos de los rasgos característicos de nuestra espiritualidad son: la santificación personal sencilla y alegre, el cultivo de la vida interior, la responsabilidad apostólica y una sólida formación humana. Pienso que urge, además, evangelizar también a la familia, ya que es la mejor educadora y transmisora de la fe, la realidad temporal más importante por su valor estratégico; es evidente que, si se evangeliza la familia, las demás realidades quedarán pronto evangelizadas. Como consagradas, educamos a las futuras madres de familia en la pureza y la generosidad, en el cultivo de una honda vida interior, en la serenidad y dominio de sí mismas para poder recibir un día el sacramento con la debida madurez humana. Algunas cruzadas, además, -especialistas como médicos en temas de bioética- colaboran en los cursos de preparación al matrimonio y en seminarios de formación.

Relacionado con la familia está el Movimiento de laicos llamado Familia de Santa María, ¿en qué consiste y cómo funciona?

La Familia de Santa María está integrada por diversas ramas: un fuerte núcleo de consagrados en los Institutos Seculares, Cruzados de Santa María y Cruzadas de Santa María, una rama matrimonial, Hogares de Santa María, y el Movimiento apostólico Milicia de Santa María. Todos participan de un mismo carisma –con gobiernos independientes- y todos viven aspirando a la santidad en su estado de vida concreto. El P. Morales comprendió que era imposible realizar una movilización eficaz del laicado si no había entre ellos almas consagradas que permanecieran en medio del mundo aspirando a la santidad. Son, por ello, los miembros de los Institutos Seculares los que impulsan a la fidelidad a las demás ramas. Los matrimonios de los Hogares de Santa María quieren vivir la vida cristiana y buscar la santidad ayudados del carisma propio de esta espiritualidad: vida de oración y sacramentos, austeridad de vida, castidad conyugal y apertura generosa a la vida, cumplimiento del deber profesional, apostolado vivido de forma prioritaria con sus hijos y las familias más cercanas, etc. La Milicia de Santa María es el Movimiento apostólico de formación de jóvenes, futuros padres de familia, sacerdotes, religiosos, laicos consagrados. Difunde la mística de la Institución en todas direcciones, está al servicio de la Iglesia y ayuda a discernir la futura vocación del joven. Se distingue en especial por su clima de familia, al estilo de los primeros cristianos, su espíritu de superación, un hondo amor a la Virgen, la sintonía y obediencia al Papa y el Magisterio de la Iglesia.

Sabemos que el fundador, de cuyo nacimiento se cumplen ahora cien años, tenía una confianza casi absoluta en la Virgen María… ¿de qué manera afecta la figura de María a las personas que están comprometidas con este Movimiento?

Siempre decimos que la mejor herencia que hemos recibido del P. Morales ha sido un profundo amor a la Virgen. Él la amó con locura y nos enseñó a hacerlo a todos los que estuvimos cerca. El amor a la Virgen es un rasgo inherente a nuestra espiritualidad. Sabemos que sin este amor profundo a la Señora no podríamos vivir con fidelidad nuestra difícil vocación en el mundo. No es un amor “teórico”; el Padre siempre invitaba a vivirlo imitando el estilo de vida de la Virgen, sus virtudes, su ocultamiento, su audacia en la misión. Ella nos contagia su confianza audaz, su disponibilidad absoluta a la voluntad de Dios, su alegría sencilla. Mirándola mucho, aprendemos a ofrecernos, a aceptar en nuestras vidas el querer de Dios. Ella hace muy fácil las exigencias de ser coherentes con nuestro bautismo. Es verdad que el Padre Morales fue un excepcional forjador de hombres, troquelador de caracteres y de personalidades, director de almas, paciente y entregado maestro espiritual, pero su truco fue siempre el amor apasionado que tuvo a la Virgen.

¿Qué tipo de actividades organizan? ¿Se puede apuntar a ellas cualquier persona?

 Tenemos dos actividades clave alrededor de las cuales gira toda nuestra tarea educativa y evangelizadora: los Ejercicios espirituales, según el método de san Ignacio de Loyola y los campamentos en verano en la sierra de Gredos. Ambas se complementan; ambas se ayudan para formar al hombre completo. Toda evangelización comienza por la conversión personal de cada uno; por ello, nuestra espiritualidad hunde sus raíces en la escuela ignaciana de los Ejercicios espirituales. En ellos descubrió el P. Morales muy pronto el método más idóneo para que la persona se conozca a sí misma, ordene su vida, se encuentre con Cristo, se enamore de Él y le siga con radicalidad. En los campamentos aprendemos la “pedagogía de las cimas”, de la ascensión, del “más, más y más” –como gritamos en nuestras marchas-, del entusiasmo. La naturaleza siempre nos habla de serenidad, de constancia, de desprendimiento, de pureza de intenciones, de humildad callada y de grandeza elocuente. Nos educa en el silencio y en la difícil escucha del prójimo, en la austeridad de vida, en la alegría de la entrega sin condiciones, en aprender a disfrutar con lo sencillo de cada día. Esta pedagogía de las cimas no es para enriquecimiento humano personal, sino un peldaño que prepara para la adquisición de las virtudes. En torno a éstas, hay otras muchas actividades:  retiros, misas de la Virgen todos los sábados, círculos de estudio, coloquios sobre valores humanos y virtudes teologales, colonias infantiles, Encuentros de Universitarios Católicos, seminarios de estudio, etc. Estas actividades no son sólo para los miembros de las Instituciones, sino que pueden acudir a ellas cualquier persona que quiera formarse en este estilo de vida.

Háblenos de la presencia del Movimiento tanto en España como en otros países ¿en qué diócesis se puede encontrar?

     Las Cruzadas estamos presentes ahora mismo en quince diócesis españolas, pero la misión es inherente a nuestra espiritualidad desde los comienzos. Al P. Morales le entusiasmaba la labor evangelizadora que llevó a cabo España en América y a ello aludía con frecuencia. A finales de los años ochenta saltamos por fin a ese continente de la esperanza tan privilegiado y la experiencia nos ha mostrado cómo su mística de exigencia prende muy bien allí. Hay fundaciones en: Guadalajara y Monterrey (Méjico), Bogotá y Medellín (Colombia), Lima y Chiclayo (Perú) y Santiago de Chile. El salto a Europa es un poco posterior, en los años noventa -Munich y Bonn, Roma y Dublín. Los retos de mitad del siglo XX, cuando el P. Morales comenzó su apostolado, y los de ahora han variado externamente algo, pero en el fondo son los mismos de siempre: cómo conocer la verdad y amar a la persona, cómo acercaros a Dios en medio de tantos obstáculos. Se ha agudizado el problema de la familia y de la familia, de la educación de los jóvenes. ¿Cómo responder a esto? Educando en la responsabilidad, como él lo hizo. Formar personas es siempre la solución multiplicadora, la solución eficaz a largo plazo. Es lo que, desde nuestra pequeñez, seguimos ofreciendo hoy a la Iglesia.

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