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Diario YA


 

Los autobuses ateos

Abel Hernández. 15 de enero.


Para los herederos del materialismo histórico, vestidos con la piel del humanismo, “probablemente Dios no existe”; así que lo mejor es divertirse. Empalman con los que enviaron al “gulag” a los cientos de millones de eslavos o al paredón a los miles de españoles que se resistieron a aceptar que la religión era “el opio del pueblo”. Afortunadamente los nuevos humanistas, nacidos en las logias y que pretenden crear una Internacional del Ateísmo, no son de momento violentos. Incluso exhiben su condición de pacifistas y tolerantes. Son, desde luego, provocadores, y presumen de ser defensores del laicismo, de la democracia y de la libertad.

Ahora han hecho la machada de sacar su ateísmo militante a la calle, pagando anuncios en los autobuses urbanos. Aunque el tono de estos es aparentemente respetuoso con los creyentes, la idea nace, según me parece, con ánimo de combatir la religión. En sus planteamientos -basta con ir a sus principales impulsores visibles- hay un tono de desprecio a los que todavía creemos en Dios. Sin darse cuenta, van a animar la vida religiosa en España, que parecía un tanto amortecida. O sea que puede salirles el tiro por la culata.

Así que, aunque de entrada moleste -y es lo que pretenden-, pensándolo bien hay que tomar lo de los autobuses “ateos” con sentido del humor. Seguro que a Dios le hace gracia. El mayor pecado del hombre, por muy humanista que se presente, es la estupidez humana, que es a la vez fruto de la soberbia de creerse Dios. Desde el ángel caído para acá todas las perversiones  y tiranías han nacido de ahí. En este caso estamos ante la expresión de un fundamentalismo antirreligioso. Pero allá ellos. Con su pan se lo coman. Lo malo es la conversión de los incautos a su causa, y, sobre todo, el marco socio-político tan favorable en el que se manifiestan. Esta campaña tan pintoresca no es más que la punta del iceberg de otra de mucho más calado que hace tiempo  está desarrollándose en España a través de la cultura dominante.

Lo que no se puede aceptar es que para ser feliz hay que ser ateo. Lo contrario parece, según la experiencia acumulada, más probable. Pero no hay que darle más vueltas. Hoy echo mano de Pascal, un gran creyente: “Hay luz suficiente para los que desean ver, y bastante oscuridad para quienes tienen la disposición contraria”.

 

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