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Diario YA


 

A propósito del problema educativo en Valencia

Mariano I, una vez más, contra sus votantes

Francisco Torres García. Dicen, aunque vaya a saber usted si es cierto o solo un modo de salvar el escaño, si es que les quedan escaños tras las próximas elecciones, que el otrora poderoso PP valenciano anda en rebeldía contra Mariano; que los está dejando literalmente tirados ante las urnas frente a la preocupante situación educativa, con adoctrinamiento al estilo catalán, que se está poniendo en valor en el Reino de Valencia -dejo a propósito la chorrada de la definición comunitaria-.

Oficialmente el PP valenciano, que tenía una oportunidad única frente al tándem socialista-podemita autónomo, cada vez más vendido al catalanismo y al camino hacia el independentismo, que nunca anidó en el regionalismo valenciano, afirma que está presionando al gobierno para hacer frente a la maniobra de inmersión -olvidando eso sí la culpa que el PP tiene en ello desde los años de Camps- que con las triquiñuelas de la Consejería, habituales y conocidas, ya es un hecho y que conduce a relegar el castellano primero y a su práctica reducción a las horas de lengua, como si fuera un idioma extranjero, después. Lógica deriva de aquella estupidez pepera, que encerraba una cesión, del trilinguísmo cuyo desarrollo ha llevado a la situación actual y a los negros tiempos que se anuncian. Esos en los que será imposible que los padres, salvo los pudientes -incluimos a la clase política-, puedan hacer real su derecho a que sus hijos estudien en español.

El PP valenciano, ya de por sí bastante dañado, busca asideros para salvar sus resultados. En esta coyuntura en que vivimos el asidero más eficaz frente a lo que tiene enfrente se llama España y la rebelión contra el separatismo autonómico. Es la receta de Ciudadanos. Esa que miran de reojo, con temor y con envidia los populares, porque además de robarles la cartera ha puesto de manifiesto sus complejos y su vacío ideológico. Pero Mariano y sus perritos fieles andan en lo de siempre: los números y el miedo nos darán la victoria y yo seguiré de presidente, que es mi gran y único objetivo.

Hace un tiempo me contaba un dirigente popular que en un acto con Mariano por el norte, sus cabreados seguidores le dijeron que ya estaba bien, que había que cumplir con las promesas, que por qué el PP ha asumido la ley socialista del aborto, por qué no derogaba la ley de Memoria Histórica cuyo propósito es demonizar al PP...  Mariano, incómodo, les espetó que así no se hacían amigos en política, lo que se traduce en un como te muevas no sales en la foto. Y es que ese es el pensamiento político de Mariano, hacer amigos entre los adversarios y cabrear a unos votantes a los que en el fondo desprecia, porque cree que haga lo que haga, presos del miedo, le volverán a votar.

Mariano tiene ahora un problema, la desafección que muestran las encuestas que puede transformarse en nuevas hecatombes populares en las próximas autonómicas y municipales. Pero los peperos siguen en la misma, apoyar a la izquierda para hacer amigos: ahí está la riada de la subvención que el gobierno del PP en Castilla-León va a entregar a los lobbys de la memoria histórica de la izquierda.

En Valencia entra en aplicación una ley que abre la vía catalana a la inmersión y a la proscripción del español en la escuela como lengua vehicular (acabarán como en Mallorca, quedándose sin buenos médicos por no hablar en catalán). A ello el PP va a contribuir tan alegremente como Aznar abrió la puerta a lo que sucede hoy en Cataluña y que ni con el 155 Mariano se ha atrevido, frente a la eclosión civil, a tímidamente revertir, porque Mariano quiere hacer amigos. Mariano anda haciendo cuentas en su proverbial tranquedismo y alimentando la cantera de votos de Ciudadanos convertido en su mejor propagandista. Detener la aplicación de la ley, contra la que la sociedad civil valenciana se está levantando, y entre ella todos los votantes del PP, es fácil: basta con que sea el gobierno quien presente el recurso de inconstitucionalidad para detener a los socialistas podemitas (esos que Mariano invoca para su discurso del miedo, pero a los que el único que parece tener miedo es él). Pero Mariano, que quiere hacer amigos, no lo hará.

La situación es kafkiana porque el PP valenciano afirma que presiona al gobierno del PP y a su partido para que lo haga y se paralice la ley. Así tenemos una nueva cuadratura del círculo en política, el partido que se presiona a sí mismo y que tiene excusa para no hacer nada. Bueno, Mariano puede ordenar a medio centenar de diputados o al Defensor del Pueblo que presenten el recurso, pero a sabiendas de que esa vía no implica la paralización y que cuando salga la sentencia no va a ir contra la realidad ni a imponer su cumplimiento como no lo ha hecho en Cataluña.
Manda narices, por no usar la frase de Trillo, que en España ya exista, surgida de la protesta civil, una plataforma que demanda una ley en defensa de los derechos de los hispanohablantes. Seguro que Ciudadanos se apunta mientras el PP se sigue poniendo mirando a Cuenca o a Getafe.