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Diario YA


 

Novela que narra las vicisitudes de la Guardia Civil en el País Vasco

Morir en las Vascongadas

Paula Gordon Gimeno. En 1975 muere Franco y España recobra la democracia y con ella muchos creen que ha llegado la libertad y la igualdad para todos los españoles, o mejor dicho, para casi todos los españoles.

Hay una región española, las provincias vascongadas, donde muchos españoles no solo no son libres e iguales a los demás, sino que son perseguidos y asesinados.

La novela Morir en las Vascongadas narra la odisea de esos españoles. Su autor, Francisco Gimeno Doménech, es General de División de la Guardia Civil en la segunda reserva y licenciado en Geografía e Historia, ha conocido de primera mano las vicisitudes por las que pasaron los guardias civiles destinados en aquellas tierras y sus familiares.

Cada día las esposas y los hijos despedían a las puertas de sus casas a los guardias que partían para prestar servicio, sin saber si dentro de unas horas se convertirían en viudas y huérfanos, porque más de 500 hombres del Benemérito Cuerpo fueron asesinados por la banda terrorista ETA.

Pero además, tenían que sufrir injustas discriminaciones en sus trabajos cotidianos y los niños las sufrían en las escuelas, sin que nadie les explicase las causas, porque no había explicación posible.

Esto es lo que nos relata el autor en su libro, que es de lectura fácil y amena, pero que refleja la trágica realidad que tuvieron que sufrir miles de españoles durante años en su propio país. Esta persecución sitemática fue compartida también por policías, militares y miles de ciudadanos que debían llevar escolta policial las 24 horas del día para proteger sus vidas amenazadas o emigrar de la tierra que les había visto nacer y a la que amaban. Se supone que más de 300.000 personas abandonaron las Vascongadas huyendo del terrorismo, para poder llevar una vida normal y recuperar la libertad a la que tenían derecho. Pero los guardias civiles no podían marcharse y cuando pagaban con su vida el odio de unos cuantos y el silencio culpable de otros muchos, la Patria, por la que habían dado su vida, les despedía a escondidas y con prisas. No se les permitían celebrar los funerales en las iglesias, por lo que se oficiaban en los patios de los cuarteles y había que traer sacerdotes de fuera porque los nativos les negaban las iglesias y los funerales.

Todo esto nos lo narra el autor entrelazado con la historia de ficción de dos jóvenes a los que no se les permite disfrutar de su amor y de sus ansias de vivir en paz.

En las páginas de la novela queda patente la enorme deuda que España debe a estos hombres que sufrieron anónimamente y en silencio, que se sacrificaron por la Unidad de España y en defensa de unos derechos fundamentales de libertad, igualdad y convivencia pacífica, cumpliendo hasta la saciedad lo que les ordena el artículo sexto de su Cartilla: “Será un pronóstico feliz para el afligido.”

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