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Diario YA


 

TELE ESTUPIDECES:

Operación Triunfo y la Falange

Manuel Parra Celaya. No, no me miren como un bicho raro, por favor, si reconozco que no he visto Operación Triunfo en toda mi vida. No se trata de ninguna fobia concreta hacia este programa en especial, sino, sencillamente, que no me interesa, y punto. También entono un mea culpa -sin arrepentimiento consiguiente- al asegurar que la misma actitud de indiferencia adopto ante Máster-chefs, realities, telenovelas y muchos otros programas de televisión que, al parecer, gozan de gran predicamento entre los públicos.
    Por lo tanto, no me pude enterar de los comentarios de una tal Noemí Galera -a quien no tengo el gusto de conocer a través de la pantalla- y de un alumno de OT sobre la Falange. La noticia me llegó por las redes y, tras darme por enterado, la envié a la papelera, tras tomar nota,  dada la consideración que tengo hacia esas figuras mediáticas y sus programas.
    Como ya saben casi todos los lectores, ambos personajillos mencionados se cagaron -así de finos son- en la Falange. Una reclamación del actual Jefe Nacional de esta formación, Norberto Pico, consiguió que el Defensor de la Audiencia de RTVE pidiera disculpas en un email y calificara el hecho de intolerable, toda vez que se trata de un ente público, sostenido con los dineros de todos los españoles -incluidos los falangistas- y debiera haber mantenido una rigurosa neutralidad política.
    Más de lo mismo, me dije a mí mismo. Porque ya sabemos que, tanto para las izquierdas -montaraz, parlamentaria o semi-, como para las derechas -ídem de lienzo- el malo de la película, en la historia, en el presente y me imagino que para sus imperfectos futuros, es el falangismo, eterno chivo expiatorio del Sistema.
    También, el desdén contenido en mi comentario personal venía referido a una referencia de un pasado muy lejano, nada menos que en 1936, cuando un joven y prometedor abogado renunció a la vida plácida que le aseguraban su posición y su profesión para embarcarse en una redentora aventura revolucionaria y, por ello, fue condenado a muerte y fusilado a los 33 años.
    En su testamento -que no tiene desperdicio para quien se asome a él sin prejuicios- ya había dicho: Me asombra que, aun después de tres años - ¡imagínense después de 82! - la inmensa mayoría de nuestros compatriotas persistan en juzgarnos sin haber empezado ni por asomo a entendernos y hasta sin haber procurado ni aceptado la más mínima información.
    En ese mismo documento ya histórico, nos dice el joven ya en capilla que, al explicar ante el Tribunal qué era la Falange, le pareció leer en muchas caras esta frase: ¡Si hubiéramos sabido que era esto, no estaríamos aquí!; y sigue el párrafo: Y ciertamente no hubiéramos estado allí, ni yo ante un Tribunal popular, ni otros matándose por los campos de España.
    Y me permito yo añadir ahora: Ni, posiblemente, la señora o señorita Noemí Galera y su alumno predilecto intentando ganarse un ápice de popularidad ante el circo televisivo a base de estupideces…
    Además -ideologías aparte-, si conocieran la elegancia en gestos, palabras y estilo de vida de aquel joven a punto de ser fusilado en plena juventud, no caerían ni por asomo en la ordinariez de sus expresiones barriobajeras y chabacanas ante los miles de espectadores que, a diferencia de mi humilde persona, sí mantienen una fidelidad a programas como OT; por algo afirma el periodista Enrique de Aguinaga que, sin necesidad de entrar en partidismos ni preferencias doctrinales, José Antonio Primo de Rivera es hoy un arquetipo humano.
    Siempre según la noticia que me llegó, la señora o señorita Noemí Galera acabó su brillante y fina intervención al respecto con un chulesco ¡Y, si no, que vengan!; me imagino que con la certeza absoluta de que RTVE no iba a consentir que ningún joseantoniano pudiera hablar ante las cámaras de José Antonio ni de la Falange; tampoco creo que esperara que, al modo habitual de los progresistas, demócratas y dialogantes al uso, se iba a personar en el plató un piquete de perversos falangistas en plan de escrache o similar…
    En fin, dejo a personas y plumas más autorizadas que las mías la canalización de las protestas y recursos que cabrían en este caso. Me limito a dejar constancia de una opinión personal, así como de mi firme propósito de continuar no perdiendo ni un minuto de mi vida en convertirme en telespectador de Operación Triunfo y otras estupideces con las que el Sistema entretiene al personal para que no piensen en otras cosas.