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Diario YA


 

P. Rubalcaba, como la Penélope de la Odisea, teje y desteje su política.

“Ahora puedo decirte que tomé la decisión correcta, sin embargo no hay un día que pase sin arrepentirme de no haber tomado una opción diferente.” Morgan
Freeman (Seven)

Miguel Massanet Bosch Es posible que, en este país, sólo exista una persona que tenga a gala arrepentirse de una decisión correcta y, si alguien me preguntara, señalaría sin dudarlo al Secretario General del PSOE, señor A.Pérez Rubalcaba. Posiblemente, los problemas que vienen acuciando a los socialistas desde que perdieron, escandalosamente, las elecciones de noviembre del 2011; sean los culpables del estado de excitación y nerviosismo de este caballero, don Alfredo que, por raro que nos parezca al verle despotricar, dar consejos, descalificar, acusar y censurar todas las acciones del actual Gobierno, resulta que, él y su gobierno, son los verdaderos culpables de la situación extremadamente delicada en la que consiguieron dejar a España y a los españoles, al retrasar las medidas de austeridad y ahorro contra la crisis, que primero negaron y, después, cuando ya fue tarde intentaron, sin éxito, detener.

Lo cierto es que, cuando todos nos alegrábamos de que, por primera vez, el PP y el PSOE  ( todo hay que decirlo: obligados por la iniciativa de la UPyD de la señora Rosa Diez) hubieran votado juntos, rechazando la propuesta de soberanía lanzada por los partidos separatistas catalanes; no al cabo de un año, ni de un mes ni, tan siquiera, de una semana, sino al siguiente día de la votación, al inquieto y tornadizo líder del PSOE su conciencia rasputinesca le recrimina sus buenas acciones, se rebela y le impulsa a desdecirse de lo dicho mediante una frase lapidaria, capaz de conmover hasta los muros del Infierno: “No vamos a jugar al ratón y al gato nunca más”. ¿Qué misterio escondía esta agria reacción?, ¿qué significado cabía darle a semejante exabrupto? Pues parece ser que, cosa que raramente le ocurre a él, fue víctima de sus propias declaraciones en contra de la petición de soberanía propuesta por los nacionalismos catalanes, se vio entre la espada y la pared, cogido de sorpresa por la propuesta de UPyD y, aunque intentó zafarse del pacto con una abstención, las objeciones que su partido puso a la redacción presentada por Rosa Diez, quedaron solventadas, tanto por el PP como por la propia UPyD, con un texto alternativo al que no pudieron poner reparos.

Lo que ocurre es que, con esta rectificación, el señor Rubalcaba ha vuelto a dejar al descubierto su intransigencia, su falta de lealtad al país y su irrenunciable empeño de seguir intentando atacar al PP en todos los frentes, incluso en el nacionalista; que ellos pretenden solventar con una reforma de la Constitución en la que se les permitiera introducir su famoso plan federalista. Lo que sucede es que, esta idea federalista, carece de novedad si es que queremos contemplar, objetivamente, nuestro actual sistema autonómico, del que muchos creemos que  uno de sus principales errores estriba en que los padres de nuestra Constitución se excedieron al concederles un exceso de transferencias (como es el caso de la enseñanza) del Gobierno Central que, en muchos casos, son superiores a las que tienen, por ejemplo, los propios Länders alemanes.

La inmediata consecuencia de lo que no ha sido más que un intento de calmar al señor Pere Navarro, ya bastante cuestionado por lo que algunos de los suyos opinan pensando que sufre una excesiva dependencia del PSOE; como es obvio esta cuestión ha disminuido el impacto rotundo de la votación en el Parlamento en el que la propuesta fue rechazada por un 85% de sus miembros. El renuncio del señor Rubalcaba, sin duda, va a con tribuir a que los secesionistas argumenten la división de los partidos estatales y se agarren a que el PSOE, con su obsesión por el federalismo, parece que entra de alguna manera en su juego que, por ahora, consiste en intentar salvar los muebles ante el rotundo rechazo de la UE a darles esperanzas de poder ser acogidos en su seno en caso de independizarse de España, máxime cuando a Escocia se le pronostica lo mismo, aún que, en ese caso, sí es cierto que hubo épocas en las que fue un reino independiente.

Lo cierto es, señores, que parece que el Rasputín del PSOE, no se muestra dispuesto a renunciar a sus maquiavélicos planes para conseguir hacerse con el poder en España a pesar de que, en su mismo partido, ya los hay que están dispuestos a acudir a sus funerales políticos. Si nada más fuera un garbanzo negro dentro del PSOE, la cosa tendría menor importancia, pero lo que está sucediendo es que, de cara al exterior, este comportamiento desleal, destructivo, descerebrado y evidentemente contrario a los intereses de España puede dar la sensación de que andamos otra vez metidos en disputas partidistas, en cuestiones ajenas a los intereses del país y en posturas distintas en cuanto a los ataques procedentes de los partidos que propugnan el sedicionismo de algunas autonomías; a las que, también hay que decirlo, es el propio Gobierno de la nación quien les está consintiendo que vayan avanzando en la consecución de sus objetivos.

Al señor Rubalcaba hay que recordarle que, la Constitución, no permite la separación de ninguna autonomía de España; que cualquier proyecto que se aparte de lo previsto en nuestra Carta Magna, en lugar de ayudar a restablecer el orden y dejar clara la unidad de España bajo el sistema constitucional, crea confusión. El intento de convertir a nuestra nación en un país federal no puede ser tomado en cuenta y sólo sirve para romper la unidad de los españoles y crear falsas expectativas en aquellos que esperan que, una ruptura de la unidad en el tema nacional, les vaya a reportar importantes beneficios y grandes posibilidades de conseguir sus propósitos. El que Rubalcaba diga que se opone a que “cada quince días haya un viva a la Constitución y un no al derecho de autodeterminación no arregla el problema con Catalunya”, no quita que, en esta cuestión, no existe alternativa válida alguna. Si es preciso que, cada día, insistamos en oponernos a las espurias intenciones del nacionalismo excluyente, habrá que hacerlo, sin que el cansancio ni la pereza o las ganas de acabar con la cuestión, sean capaces de hacernos desviar ni un milímetro del empeño de mantener la unidad de nuestra nación.

Si el PSOE quiere mantener su prestigio en España deberá deshacerse, cuanto antes, de la tutela de este señor que ya ha demostrado su incapacidad para continuar en su liderazgo para limpiar de corrupción a su partido en Andalucía y ahora, cuando la unidad de España se está poniendo en cuestión, antepone su interés en mantener al PSC, amenazado de desaparecer en Catalunya, por encima de las conveniencias de la ciudadanía española. El poner condiciones, el pretender dialogar con aquellos que no han cedido en todos los intentos que se han tenido de solucionar el contencioso o el proponer alternativas que saben que no van a servir de nada y sólo valen para poner en cuestión la oposición de todo el pueblo español, con excepción de los separatistas, en apoyo de mantener nuestra Constitución y de evitar distinciones entre unos y otros,  amparados en el principio de solidaridad.

Pere Navarro debiera de haber optado por otra política; se equivocó y ahora pretende arrastrar hacia la tumba al resto de los socialistas que se sienten españoles. Si lo logra se acabó el PSOE. O esta es, señores, mi manera de valorar este tema.

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