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PONZI ESTARÍA CELOSO (y 2)

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Carlos Rubio Romo. Decíamos en la primera parte de este artículo que el sistema de jubilación por reparto es una estafa financiera e intelectual. Pero el sistema de jubilación actual es también una estafa moral y ello por varias razones:

1) El Estado se erige en el “salvador” de nuestras vidas. El Organizador. El ojo que todo lo ve y controla. El único capaz de dar de comer a los jubilados, de curarnos cuando estamos enfermos o de educarnos desde los tres añitos hasta la Universidad. Para la inmensísima mayoría de la población es imposible concebir que las pensiones puedan ser privadas y difícilmente aceptan que la enseñanza y la sanidad puedan serlo aunque vean que las escuelas y los hospitales privados funcionan tan bien o mejor que los públicos. Y ello a pesar de todas las trabas que desde el sector público se les ponen, dicho sea de paso… El Estado nos formatea desde la cuna para hacernos “estado-dependientes”, adictos a la subvención, colgados de la ayuda y consumidores compulsivos del “estadodelbienestarina”.

2) Este enorme fraude de las pensiones y por extensión del mal llamado Estado del “bienestar” no tiene por objetivo el bienestar de los ciudadanos. No. El único objetivo es el que ya expresó Bismarck en su día: “un trabajador que depende del gobierno para su retiro será más obediente y servil ante ese gobierno”. Me quedé helado hace ya unos años cuando un familiar muy querido para mí, ante la proximidad de unas elecciones generales, me espetó: “Hay que votar a Felipe (González) que es el que nos paga las pensiones”. Así es: las pensiones, las ayudas y las subvenciones públicas buscan crear un clientelismo borreguil para seguir ganando elecciones. Hacer que la gente dependa del cacique de turno para comer. Nos quitan por un lado y nos lo dan (bien menguado) por el otro y encima nos hacen creer que nos hacen un favor. Los políticos no dudan en sacrificar el verdadero bienestar de los españoles en el altar de sus intereses mezquinos y privarnos de un futuro mejor.

3) El sistema de jubilación por reparto rompe el enlace entre esfuerzo y recompensa, entre ahorro y beneficios. Esa estafa piramidal perjudica irremisiblemente a la Economía puesto que destruye los incentivos para trabajar más y ahorrar más. Al revés, favorece la aparición de grupos de presión que, puesto que las pensiones y ayudas dependen de las decisiones del político de turno, le presionan vendiendo sus votos por dinero. Y la castuza acepta, evidentemente.

4) El Estado, en fin, nos infantiliza. Nos hace creer que no podemos ser responsables de nuestras vidas y de nuestros destinos. Que no podemos ni sabemos tomar decisiones y, en consecuencia, papá-Estado-ladrón las toma por nosotros.

5) Y ya puestos, ¿por qué el Estado se ha erigido en el proveedor único de pensiones y casi único de la educación y sanidad? ¿No son, acaso, necesidades más básicas la comida y la bebida? ¿Por qué el Estado no crea una inmensa cadena de supermercados donde darían alimentos…previo robo de impuestos, claro? ¿No es acaso el vestido una necesidad más básica aún? ¿Por qué el Estado no expropia a Zara, Mango, Cortefiel y otros y nos da la ropa…previo robo de impuestos, claro? En fin, mejor no dar ideas porque son capaces de aceptarlas…

Pero bueno, criticar está bien pero proponer soluciones está mejor. Si ya está archidemostrado que el sistema de jubilación por reparto es un fraude, que está quebrado y que va a condenar a millones de españoles a una vejez de subsistencia, ¿qué alternativa queda? Pues la que ya existe en más de treinta naciones y que funciona desde hace treinta y seis años en el primer país que lo implantó: Chile.

Ese sistema es el de jubilación por ahorro. Si tomamos el ejemplo chileno, lo que se exige a los empleados es:

1) Meter en una cuenta de ahorro al menos el 10% de sus salarios. Puede ser más pero nunca menos para evitar llegar a la vejez sin haber ahorrado.

2) Elegir el tipo de inversión a la que quieren dirigir sus ahorros para que puedan fructificar y, así, aprovecharse de la potencia colosal del interés compuesto. Hay cinco tipos de inversión de menos a más arriesgadas. Esas inversiones se van a destinar a financiar deuda pública de países (letras, obligaciones, bonos), obligaciones de empresas, acciones…Cada uno es dueño de su destino. Así, cada uno elige su inversión según la rentabilidad que quiera alcanzar y el riesgo que quiera correr. Para los agoreros que berreen los tópicos de “pueden perder todos sus ahorros”, “la Bolsa no es segura” y otras sandeces, dos datos:

En Chile, la rentabilidad anual media de las cuentas de ahorro de pensiones desde hace 36 años (con la inflación ya descontada) ha sido de 8,3%. De cada 100$ que un chileno medio tiene en su cuenta de ahorro para las pensiones, sólo 30$ son ahorros y 70$ la rentabilidad de las inversiones donde los ahorros han sido depositados. La pensión media en Chile después de 30 años cotizando es de 1000$/mes pero, atención, con una tasa de cotización únicamente de 10% y en una nación donde los sueldos son más bajos que en España. En España es de 900€, es decir, lo mismito que en Chile pero con el triple de cotización que allí y con sueldos mayores. Si miramos más lejos en el tiempo, veremos que, a pesar de todas las crisis conocidas en el s. XX, la rentabilidad media de las Bolsas mundiales desde 1900 hasta nuestros días, una vez descontado el efecto inflación, ha sido del 5,5%. En Chile, la edad de la jubilación la decide cada empleado y no el Estado. Y por supuesto, vía impuestos, se asiste a los que no han podido crearse un patrimonio para que todo el mundo pueda tener una vejez digna. Las virtudes de ese sistema son claras:

La primera es que las pensiones son muchísimo más elevadas que en un sistema de estafa piramidal. Cada empleado es libre de decidir cuánto ahorrar y cómo ahorrar y también de la duración del período de ahorro y de su fecha de jubilación Ese ahorro colosal sirve para impulsar la inversión productiva, mejorar la economía, mejorar los sueldos y por lo tanto mejorar las pensiones. Se crea, en efecto, un círculo virtuoso. Evidentemente, y contra lo que nos quieran hacer creer los politicastros de turno, el sistema de ahorro tiene mucho más de social que el de reparto. Cada obrero, agricultor, ingeniero, administrativo, funcionario…se convierte en dueño de su patrimonio, simplemente porque el Estado-ladrón no les roba la posibilidad de ahorrar. Y con esa riqueza que se crea, se puede atender mejor a los que más lo necesitan.

El sistema de pensiones en España está quebrado. No se sostiene. Por definición es imposible que se sostenga. Más de catorce modificaciones se han aprobado en los últimos años para ocultar esa realidad. Son parches cuyo único resultado es que los pensionistas cada vez cobran menos y los cotizantes cada vez pagan más. Las pensiones no están garantizadas. Ni mucho menos. Los políticos no quieren decirnos la verdad. Nadie quiere ser el responsable ante la Historia de haber dado por muerto al sistema de pensiones. Y, sin embargo, cuanto antes se reconozca eso, antes podremos pasar a un sistema mucho más justo, social y eficaz. Pero claro, eso necesitaría valentía, patriotismo y visión de Estado.

Algo de lo que carecen todos los políticos en España. Si entre la multitud de problemas que tiene nuestra patria hubiera que elegir el más importante, el de las pensiones merecería estar entre los dos o tres primeros junto con el desafío sepaRATA y la invasión musulmana. Cualquier día Rajoy o su sucesor nos soltará un “hasta luego, Lucas, no queda ni un duro para pensiones” o un “sayonara, baby, esto se acabó” y nos quedaremos con cara de imbéciles y sin un euro después de haber estado cotizando como burros toda una vida. Lo peor no será quedarse sin pensión. Lo peor será la cara de tonto que se nos quedará.

El sistema de ahorro nos hace libres y por lo tanto menos manipulables por el Estado. Las pensiones no pueden seguir siendo un arma para convertir a millones de jubilados en votantes cautivos y una estafa legal para el cotizante actual. Necesitamos una reforma que conduzca a un sistema de pensiones basado en el ahorro, en las decisiones de cada persona, que reduzca sensiblemente la capacidad de los partidos para manipular arbitrariamente nuestra vejez. El hombre libre es aquél que es dueño de su futuro. Y hoy, querido lector, su futuro no le pertenece.

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